La artista trajo a Barcelona un show de estética neo hippy – vaporwave, y puso en escena esa esencia de tristeza y decadencia que ella eleva a lo sublime
La fila de personas con coronas de flores comenzaba ya en la cola del autobús que llegaba al Palau Sant Jordi. El homenaje a la portada de Born To Die en algunos casos llegaba incluso con lucecitas incorporadas. Las flores (con sus connotaciones políticas sesenteras) se llevarían una buena parte de la carga conceptual del show de la neoyorquina.
Palmeras, una hamaca o pequeñas rocas formaban parte de una escenografía de postal paradisíaca y carácter vaporoso; algo que aumentaba con los visuales que podían verse en pantalla: un predominio de paisajes e imágenes en VHS que disparaban su influencia del cine hollywoodiense años de los 50. Las pantallas del concierto, como no podía ser de otra forma, retransmitían el concierto en blanco y negro.
Lana del Rey es la artista mainstream que se mueve en los márgenes. Su gran abanico de influencias, desde lo marginal y underground, lo decadente, lo raro, lo violento… a lo bello, a lo éticamente bueno y comúnmente aceptado e instaurado en el imaginario popular, queda perfectamente reflejado en el escenario. Con partes más introspectivas que exhalan tristeza y desaliento por todos sus poros a momentos donde irradia calor y una energía positiva que se palpa.
Hasta el discurso del directo se mueve en los márgenes. Mientras los artistas más comerciales centran sus directos en la presentación de su último trabajo, Lana del Rey prefiere darle prácticamente la misma importancia que al resto de su discografía. Faltaron muchos tracks de su último álbum Lust for Life (eso sí, arrancó con 13 Beaches), pero en la hora y media de concierto pudimos escuchar piezas como Video Games, Honeymoon, Terrence Loves You, Blue Jeans o Born To Die, a la que acompañó con las imágenes del videoclip del track que le catapultó a la fama.
Antes de pasar a la grada comentaban mis colegas de profesión y expertos en la materia Sergio del Amo y Álvaro García Montoliu que Lana del Rey era probablemente la única diva pop que seguía sin tambalearse del pódium a lo largo de sus trabajos. Lo que está claro es que es la única capaz de unir tan diferentes públicos de diversas generaciones; adorada tanto por lxs millennials como por lxs amantes del pop más adultxs, lxs ubicados a mayor distancia de lo normativo o lxs que gustan de lo más comercial, a Lana del Rey no le hace faltan más años para corroborar que ya ha trascendido.
El momento selfies, saludos y besos a primeras filas (con una amabilidad total, sin ninguna prisa) otorga aún más realismo y honestidad a su discurso, en todos los sentidos. Pedían las primeras filas que cantara Carmen y con una dulzura descomunal escuchaba y respondía que iba a checkear si podían interpretarla. Como si todo estuviera perfectamente preparado obviamente la cantó.
A pesar del decorado, Lana mantuvo su sobriedad en cada paso, en cada verso y en cada gesto. Cantó tumbada en el suelo, sentada en la hamaca, en las escaleras, con su cuerpo sobre el piano… Sentada en un enorme columpio sujetado desde el techo interpretaba Video Games; y no necesitaba de bailes ni de acompañamiento alguno, tan solo su balanceo y su voz conseguían generar una fascinación y un poder de atracción extraordinario. Quizá en algunos momentos se echaba en falta algo más de energía por su parte, pero también puede que en el estado ultra-relajado (incluso agotado si así fuera) se encuentre la belleza. No olvidemos que Lana es también icono de contradicciones, algo que puede verse –además de en su discurso y su estética- en algunos títulos como Pretty When You Cry (que también cantó).
Repartió flores blancas, se dejó querer y desprendió good vibes incluso desde su ostentosa melancolía. Antes de irse agradeció la energía que le habíamos hecho sentir en el Palau Sant Jordi, se puso una de las coronas de flores que le habían lanzado desde primeras filas y se fue diciendo que nos quería. No vimos en directo una puesta en escena completa y exclusivamente centrada en el último disco pero sí del concepto de esencia hippy que le rodea.