En varias ocasiones os hemos hablado de cómo la comunidad científica lleva investigando los beneficios de las drogas psicodélicas durante los últimos 20 años, demostrando que el LSD, las setas alucinónegas, el MDMA e incluso el cannabis (debidamente suministrados y bajo supervisión médica) ayudan a reducir períodos depresivos, trastornos de personalidad y episodios prolongados de ansiedad. Recientemente, nuevos estudios han demostrado cómo estas drogas psicodélicas alivian bloqueos mentales producidos por los confinamientos provocados por la pandemia.
Ahora, un nuevo estudio publicado en el Journal of Psychopharmacology, revela que dosis bajas de LSD, microdosis, son una alternativa muy eficaz y, lo más importante, no adictiva, a los analgésicos como la morfina. El estudio, realizado por la Beckley Foundation del Reino Unido y la Universidad de Maastricht (Países Bajos), suministró a 24 voluntarios, que luego sumergirían sus manos en agua helada, una única dosis de 5, 10 o 20 microgramos de LSD, o bien un placebo.
Así midieron su percepción del dolor: los que tomaron 20 microgramos de ácido pudieron mantener sus manos en el agua helada durante mucho más tiempo, experimentando niveles más bajos de dolor, malestar y estrés que aquellos que recibieron el placebo. Las dosis de 5 o 10 microgramos no tuvieron el mismo efecto que la dosis más alta, pero mostraron cambios similares en tolerancia y percepción del dolor a los observados después de la administración de opioides, incluidas la oxicodona y la morfina, ojo.
El estudio también confirmó que los efectos analgésicos de la dosis de 20 microgramos eran igual de fuertes cinco horas después de que los participantes tomaran LSD, demostrando que el ácido tiene un efecto más duradero en el manejo del dolor. Los participantes que tomaron la dosis más alta notaron una ligera disociación y algunos episodios leves de ansiedad, aunque los investigadores afirman que los efectos psicológicos son tan irrisorios que no interferirían con la vida diaria.
“Los datos actuales sugieren que dosis bajas de LSD podrían constituir una opción de tratamiento útil para el manejo del dolor que no solo es efectiva en los pacientes, sino que también carece de las consecuencias problemáticas asociadas con los medicamentos principales actuales, como los opioides”, declaró Amanda Feilding, fundadora y directora de la Beckley Foundation. “Más de 16 millones de personas en todo el mundo padecen actualmente un trastorno por consumo de opiáceos, y muchas más quedarán enganchadas como resultado de la prescripción excesiva de analgésicos”, añadió.
En la actualidad EE.UU. vive bajo el yugo de tres pandemias: la de Trump, la del COVID-19 y la que empezó a finales de 1990, cuando los médicos empezaron – en connivencia con la industria farmacéutica- a recetar opioides a espuertas. Tanto que en 2017 tuvieron que declarar este asunto como “emergencia de salud pública”: las sobredosis aumentaron un 30% en un año y se estimaba que 130 personas al día fallecían por causas íntimamente ligadas con el consumo de opiáceos. El episodio más grave en la historia mundial de adicciones masivas, después de la pandemia de heroína que asoló EE.UU. después de la debacle en Vietnam.
Este estudio clínico es el primero en explorar los efectos analgésicos del LSD desde 1960, cuando se probaron dosis completas en pacientes terminales.