Sudor, rush y un mono amarillo: mi primer Sónar.
¿Que qué tal el Sónar? Pues genial, la verdad. Enfundada en un mono amarillo chillón y después de pasarme media hora intentando hacerme un contouring medio digno, fui al primer día del Sónar. Me dije, es jueves, hoy más de chill. Antes de submergirme en la música del escenario SonarXS, paseé por la zona 360º de Mediapro y la de Desigual. Unos pódiums con gente pintada en colores neón me llamó la atención enseguida. Era la instalación de la ilustradora Claudia Sahuquillo, el trabajo de la cual hace tiempo que sigo en las redes. Empoderada y feminista, Claudia reivindica la belleza del cuerpo –en especial el femenino– con sus infinitas formas y matices, todos igual de válidos y bonitos. Cuerpos y en especial partes de él que a veces –muchas– Instagram se empeña en censurar sin recordar que ya no estamos en el siglo XIX sino en el XXI.
Llegué al XS y como soy bajita me fuí escurriendo hasta la primera fila justo cuando empezaban Faka. Me hallaba rodeada de opulentos estilismos representantes del bling-bling y el athleisure, todos ellos cuidadosamente estudiados. Materiales sintéticos con toques futuristas, ropas con texturas y transparencias, colores fluor y tintes de pelo de fantasía reinaban en la pista de baile delante del escenario. Entre la multitud me llamó en especial la atención el brazo tatuado de la chica que tenia al lado. Casi todos los personajes de Sailor Moon envolvían su brazito, incluso mi preferido, la Sailor Venus. Le pedí una foto y me dio su Instagram: @pinkpinkdust.
Faka tampoco se quedaban cortos. Outfits con mucho cuero y Louis Vuitton. Y es que tremendo fue el espectáculo de este dúo que combina sonidos gospel con Gqom, que no solo dejó al público extasiado con su música sino también con la genial puesta en escena. Estos divos estuvieron casi una hora dándole a las caderas y al culo con una gracia que ya me gustaría a mi. Aquella misma noche decidí comer aguacate para cenar.
El viernes visité el Sónar+D, dónde probé algunas simulaciones de VR, vi audiovisuales immersivos, leds 3D, etc. Pero algo que llamó especialmente mi atención y me gustó un montón fue dentro del stand de BAU, Centro Universitario de Diseño: el proyecto «The Secret Life of Plants» del colectivo Akyute. Una instalación dónde uno
puede generar música palpando plantas conectadas a sensores . Explorando la conexión entre naturaleza y seres humanos a través de la música, el proyecto se nutre de las nuevas tecnologías para explorar nuevos escenarios sensoriales.
Antes de ir tirando para ver a Virgen María, me pasé a ver la obra «Deep Meditations» del artista digital turco Memo Akten. Una hora de película inmersiva dónde sonido e imagen en constante mutación se unen para relajar a todo el que esté en la sala sin necesidad de antes haberse tomado un Larios en vaso de tubo.
Después de ésta experiencia mística volví a adentrarme al mundo del sudor y la farlopa. En cuanto vi que instalaban en el escenario una barra de pole dance supe que la cosa prometía. Virgen María no iba a dejar a nadie indiferente. Auténtica, exuberante, y con una aureola de LEDs en la cabeza, la madrileña ofreció al público show auditivo y visual. En muchos de sus temas se explora el potencial del ASMR mezclándose con el reggaeton intervenido con sonidos más duros de hardcore y gabber. No solo su música fue la protagonista de la actuación, y es que ni corta ni
perezosa, la chica nos hizo una demostración de pole dance en vivo y en directo… ¡Qué ridículas quedan mis tardes de gym a su lado! Sin ninguna duda su performance fue un cóctel molotov para despertar oídos, consciencias y entrepiernas.
Y por fin llegó el sábado, el día más esperado ya que tres de los grandes iban a conquistar diferentes de los escenarios del Sónar. Bajo un sol abrasador, recibí un master de actitud, chulería y mucho twerking por parte de Bad Gyal. Junto a unas vigorosas bailarinas, la condesa de Vilassar de Mar nos ofreció prácticamente todo su repertorio: desde clásicos como “Pai” hasta sus últimos hits “Santa Maria” y “Hookah”, terminando con “Fiebre”, tema con que todo el público allí congregado -jóvenes y mayores, e incluso personas muy muy mayores- enloqueció.
Más tarde, aún en el Sónar de Día, era el turno de Cecilio G. Llegué a ver lo de la lechuza pero me perdí lo del caballo. Pobre animalito, que bombo por cabeza se le debió quedar al estar tan cerca de los altavoces y con todo el bullicio de los personajes que allí nos dimos cita. Y es que debió flipar, porque estos animales tienen el oído muy desarrollado, casi como unos Sennheiser de alta precisión. Personalmente no estoy muy de acuerdo con el uso de animales en éste contexto. No obstante, en el ámbito musical, el rey de Bogatell no defraudó con sus temarracos repletos de letras despiadadas y poesía raw, especialmente con la portentosa “Million Dollar Baby”.
Al salir del escenario XS –esta vez no pude llegar a primera fila ya que estaba petado de persons y se quedó pequeño– subí al bus lanzadera que conectaba el Sónar de Día con el de Noche. El público estaba expectante con uno de los shows más deseados de esta edición. Desde que en 2017 hizo el salto definitivo a la fama, Bad Bunny se ha ido posicionado como uno de los máximos representantes de la unión entre el mundo latino con la cultura urbana de los Estados Unidos. En sus trabajos predomina principalmente el trap, pero también los beats del hip hop, el R&B y el dance combinados con su grave y singular voz. Algunas de sus letras se han calificado de polémicas por su componente machista, como la de “Mía” el hit a pachas con Drake. No tardó mucho el conejito malo a querer corregir y desmarcarse de ésta imagen con temas como “Solo De Mi”. ¿Será solo pinkwashing o realmente Bad Bunny habrá reflexionado? En lo que sí que seguro que ha reflexionado es sobrela situación que su país natal, Puerto Rico, esta viviendo. El cantante llegó al Sónar justo después de asistir a las multitudinarias manifestaciones de su país para exigir la dimisión del gobernador Ricardo Roselló. Dimisión que se le exigía no solo por la situación de corrupción y pésima gestión política que arrastra el país desde hace décadas, sino por la filtración de unos
chats privados del gobernador con colaboradores y ayudantes. Un intercambio de palabras llenas de mensajes homófobos, sexistas y denigrantes hacia la oposición y las víctimas del huracán María, fue la gota que colmó el vaso. En su show no faltó una mención a esta cuestión y en medio del concierto dejó caer un contundente “¡Ricky Renuncia!”.
Después de ésta maravillosa dosis de música y reivindicación, y ya con mi móvil al borde de la muerte, cogí el bus para volver a casa. Allí, sudada y sedienta hice la siguiente reflexión: el balance general de mi primer Sónar es bueno, muy bueno. Tres días de descubrimientos y nuevos sonidos que han convivido con los artistas que escucho en loop eterno en Spotify. Pero lo mejor de todo -y considerando que en los escenarios se permitía fumar-, fue un milagro que mientras trataba de escurrirme hacía las primeras filas nadie apagó su piti en mi espalda.