El capo de Off-White revolucionó el pasado fin de semana la capital, lo que nos hace intentar responder a la pregunta de quién se esconde detrás de este artista total. Posiblemente, el diseñador perfecto para la época en la que vivimos.
La semana pasada un rumor recorría Madrid. La gente enviaba mensajes preguntando si el otro estaba invitado, si sabía de alguien, si conocía a alguien que supiese de alguien que le pudiese colar en la fiesta. Gente esperaba a la puerta del Cine Capitol de Callao, zapatillas en mano. Si no estuviésemos en plenos playoff, pensaríamos que Kevin Durant ha vuelto a la ciudad, como aquella vez que saludó a los fans desde el balcón de un Foot Locker de Preciados. O que, en uno de sus impulsos difíciles de descifrar, Kanye West había decidido comprobar si podía encontrar la inspiración para su nueva colección en Usera. Tampoco era el caso, aunque se trataba de lo más parecido que podríamos encontrar a un Yeezy de visita madrileña. Virgil Abloh, el creador de Off-White y flamante director creativo de Louis Vuitton, estaba en la ciudad.
El resto ya ha sido contado en webs, imágenes de Instagram, Stories y hasta el ¡Hola! (titular: “El diseñador favorito de las Kardashian se va de fiesta con los ‘influencers’ españoles”). Resumen rápido: Abloh vino para pinchar en una fiesta de una marca de alcohol perteneciente al grupo LVMH (al igual que Louis Vuitton), rodeado de celebrities que a él no le sonaban de nada (repasemos: Andrés Velencoso, Berta Vázquez, Hiba Abouk, Pelayo Díaz, Jedet…) y lo que hizo en su visita madrileña fue lo siguiente:
1 – Comparecer (de cuerpo presente) ante la prensa.
2 – Posar para selfies sin mover un músculo de la cara
3 – Irse al Reina Sofía.
4 – Firmar unas cuantas zapatillas.
5 – Posar en un photocall con C. Tangana.
6 – Pinchar “God’s Plan” de Drake en su sesión.
7 – Largarse.
Claro que Madrid no es París, ni Milán, ni mucho menos Nueva York, con lo cual una visita como la de Abloh, en un momento como este, fue recibida como si estuviésemos en el primer mundo de la moda. Da igual que su viaje no tuviese nada que ver con su labor como diseñador, era una muestra (pequeña, pero muestra) del hombre que lo hace todo ahora mismo. El que crea una marca (Off-White) y en seis años ya la ha posicionado como LA MARCA de streetwear (con permiso de Supreme). El amigo íntimo de Kanye West, que le diseña portadas y con el que compartió beca (sí, Kanye fue becario) en Fendi. El único que es capaz de hacer frente a su amigo en el mundo sneaker reimaginado los modelos icónicos de Nike. El tipo que ha conseguido que una brida sea tendencia. Y claro, el primer afroamericano en convertirse en director creativo de una gran firma de lujo. Pero, ¿justifica todo eso ese aire de acontecimiento su presencia en Madrid?
Para saberlo, es importante ubicar a Virgil Abloh en el momento presente. En un momento en el que el lujo está cada vez más cercano a lo que pasa en las calles, y las calles cada vez aspiran más al lujo, Virgil Abloh representa mejor que nadie esa conexión. Bebe tanto de la cultura skater como del pop (una de sus colecciones en Off-White estaba inspirada en la princesa Diana de Gales, y también ha homenajeado a Guns ‘n’ Roses) como de una intención autoproclamada de intelectualizar la moda.
En su afán de ser el artista total, toma de todo y no se compromete con nada. Su vinculación con el rap y el streetwear, en un momento en el que la fiebre sneaker crece hasta amenazar con convertirse en tumor, le acerca a un público joven que vive bajo el dogma del drop. Su reciente fichaje por Louis Vuitton (recordemos, quizás la marca que más veces ha sido mencionada en el mundo del rap junto a Versace) refuerza esa vinculación entre lo urbano y el lujo, entre unas Vans mugrientas y una mochila con el estampado de LV. La colaboración del año pasado entre su nueva casa y Supreme nunca lo puso tan claro: ambos mundos se buscan y se desean, se completan. Y entre ellos, Abloh se mueve con la seguridad de quien conoce todos sus códigos.
Dicho de una forma más directa: Virgil Abloh es el diseñador perfecto para la época en la que vivimos. Pero no solo por su posición, sino por su actitud. Como Kanye, se considera un genio sin límites. Tiene la credibilidad del streetwear que tanto ansía el mundo del lujo. Es consciente de que las colaboraciones, ya sean con Nike, Ikea o Jimmy Choo, le abren un mercado y le coloca constantemente en los medios, además de llenarle la cartera. Sabe interpretar el momento y utilizarlo en su beneficio. Y sabe también que las personalidades fuertes, las que generan tantas adhesiones como odios, funcionan para crear una imagen. Si una vez más nos recuerda a Kanye West cuando dice que es un artista y que su objetivo es intelectualizar la moda, o cuando vaticina que Off-White será objeto de estudio por las generaciones futuras, lo hace tanto por un ego desmedido como por ser consciente del poder de la representación. Lo que vemos y escuchamos es lo que existe, da igual que sea cierto o no, que estés de acuerdo o en desacuerdo. Existe y eso es lo que importa.
Para la gente que llevaba alguna de sus colaboraciones con Nike para que se las firmase, y así aumentar su valor en la reventa, desde luego que esa visión del mundo, de la moda y de la creación, funciona. También para Louis Vuitton, que ha visto en el aura de artista total que atrae a todo lo que sucede en las calles y no ha dudado en darle las riendas de una de las firmas más importantes del mundo del lujo. Si realmente es un genio o solo lo aparenta, no importa, porque él ha decidido serlo y el mundo ha decidido creerlo.