Resulta poco probable que una balada (en su concepción tradicional [algo como Julio Iglesias – “Gwendolyne”]) termine “a gritos con la poli en la puerta del hospital”. La cosa cambia cuando el micrófono lo mantiene Miguel Grimaldo (Urano Players). El pasado mes de diciembre, durante el concierto de Urano organizado por Galleta Records en Barcelona, el rapero y beatmaker vallisoletano presentaba en exclusiva uno de los temas que tiene previsto lanzar este año, titulado “Mafalda”. “Es una balada, es una balada…”, decía Grimaldo mientras comenzaba a sonar el ritmo. Las baladas -como concepto dentro del rap- pueden entenderse como tal dependiendo del ritmo, la letra, ambos o ninguno de ellos. Empujados por aquella presentación de “Mafalda” (que Crypta Mag recogió en el vídeo incluido más abajo), hemos dado varias vueltas de tuerca a la etiqueta de “balada” en el mundo del rap; desde diferentes perspectivas (amor, desamor, nuevas sensibilidades en las letras…) y desde diferentes perfiles de vieja guardia y nueva escuela del panorama estatal. Sho Hai (Violadores del Verso), Meswy (CPV), C. Tangana (Agorazein), Yung Beef (Pxxr Gvng), Dano (Ziontifik), Julieta Cavalaro, Elsso Rodríguez y Miguel Grimaldo hablan sobre el amor, el “aburguesamiento” del hip hop, el romanticismo de los comienzos, sad rap o esa manía de regodearnos en nuestra propia mierda/ruina/tristeza a base de canciones.
Si preguntas a Yung Beef qué es para él una balada, el de Pxxr Gvng te dirá que “un lamento boliviano”. Y que alguien me niegue que aquel “Shorty trae la droga, yo traigo la pena” de su tema Sxntwxrix (etapa Keftv Vxyz) no tenía algo de eso. “Para mí -explica Miguel Grimaldo- una balada es contar mis penas a un micrófono. Es el puto drama contado en 16 barrotes”. En el caso de C. Tangana, la respuesta se resume a una canción: “Sixteen” de Andre 3000. “Ese trozo de Andre en el ritmo de Justice League…”
Pero el concepto de “balada” en sí, no es ninguna etiqueta instaurada en el mundo del rap, aunque haya voces (como las anteriores) que lo tengan incorporado en su vocabulario. “Bueno… llamar balada a un rap hablando de amor o desamor y demás… no sé si es el término indicado, -sostiene Sho Hai-. Yo hago raps hablando del amor o del desamor, sin más”. Aún así, es fácil hacerse una idea de lo que se quiere decir. “Nunca había aplicado el adjetivo ‘balada’ al rap -dice Dano-. Creo que asocio ‘balada’ con un tempo lento (como el rock o el pop); y en el rap de la Costa Este los ritmos muy lentos brillaron por su ausencia durante los noventa. Por ende, supongo que en el rap, entiendo por balada un ‘tema de amor/desamor’, ya que a nivel rítmico no varían tanto como en otros estilos”.
Meswy piensa de manera muy similar a Dano: “Nunca utilicé ese término para referirme al rap. Supongo que se referirá a una temática romántica, pero creo que eso es más cómo lo interpreta el oyente”. Decía Baudelaire que “el romanticismo no se sitúa exactamente ni en la elección del tema ni en la total sinceridad, sino en una manera de sentir”.
Amor y rap es todo lo que necesito
Bajo esa presencia de dandi combinada con una buena dosis de chulería madrileña (“he flipao con Chéjov y he corrido de la policía” como dice en su tema “Nada más que eso”), C. Tangana sería -en caso de que existiera la balada como género en el rap- su nombre más explícito.
– ¿Cuánto de romanticismo hay en tus letras?
– Está visto que soy un sentimental. Mucho.
Sí. Es posible que lo de C. Tangana sea un tema aparte. Precisamente por esa capacidad tan suya de impregnar de romanticismo cualquier ritmo. Algo que ya le ocurría cuando era Crema. “El camino de Crema y C. Tangana es muy parecido, igual de románticos/nostálgicos; la forma es lo que creo que se refina un poco”. Esa crudeza del vocabulario de Crema en joyas como “Ego” ha mutado a un tipo de delicadeza de tono más maduro, como la que luce su “Bésame mucho”. Ahí es cuando el romanticismo en su actitud empapa todo lo demás. Hablando sobre su álbum “LOVE’S”, dice el MC: “El punto de partida de LOVE’S es el equilibrio entre las cosas que haces porque ‘quieres’ y las que haces por ‘lo que quieres’. Entra en juego el amor en sí, pero no es lo fundamental. Eso sí, la ‘forma’ de todos los temas, o de la mayoría, se parece bastante a esa idea que tengo de balada”.
Por ese mismo terreno de dulzura afilada se mueve Julieta Cavalaro. “Mi arte en general, no sólo en mis temas, lleva romanticismo. Ese dulce dolor, como decía Jim Morrison, tiene que estar ahí siempre. No sé si de una manera melódica, en letra, en paranoias que siempre pongo detrás o qué, pero siempre está ahí porque es lo que me inspira, la belleza que veo en la ruina o la evasión en el delirio creativo”.
Las respuestas de Julieta, aunque hayan sido escritas vía email, desprenden fuego. Están empapadas de la misma furia pasional que desprenden sus canciones. “El amor es mi fin. Este amor es una meta, mejor dicho, un objetivo en mi vida: conseguir poder dar amor a través de mi música; ayudar en algo; abrir mentes o conciencias”.
El objetivo de “alimentar el alma” en el rap, es -o debería de ser- innato. Y eso no deja de ser romántico. En la entrevista que mantuvimos hace algunos meses con Erik y Zar1, hablando sobre la música como camino para abrir mentes, la dupla decía:
– Erik: No sé, nos mola el concepto este de música que alimente el alma pero no que despierte conciencia ni inquietud en la gente. Yo creo que la gente que ha llegado a nuestra música parte de una inquietud interna ya. Igual nosotros lo que hacemos es alimentar un poco esa inquietud.
– Zar1: A mí me gusta ese tipo de discos que les escuchas, les escuchas y les escuchas y sigues sacándoles contenido.
El romanticismo como corriente artística tuvo mucho de rebelión. “Una conmoción había sacudido las viejas ideas; y los espíritus de todos los hombres la sintieron” dijo William Wordsworth. Agitarse ante lo establecido. Mearse en los cánones. En lo racional y en su puta madre. El espíritu bravo de algunos raperos también ha dejado grandes baladas. Ahí está “Mafalda”, con su vestidito y su lazo cute en el pelo, entonada en el grito subversivo de Grimaldo. El romanticismo puede no hablar de amor: “Para mí romanticismo es libertad. O, mejor dicho, buscar esa libertad -dice el rapero-. Sí, supongo que tiene bastante de eso. Normalmente me planteo el rap como una forma de desahogarme, aunque a veces no me quede muy claro si no sirve más para apretar la cuerda que para aflojarla”.
El romanticismo de Grimaldo, con ese toque “político” (entendiendo lo político como lucha, como reacción), tiene que ver con algo que explica Meswy sobre su tema “Aquellos maravillosos años” (ft. Kamikaze y Mr. Rango): “’Aquellos maravillosos años’ es un tema extremadamente político, como todo lo que hago aunque en apariencia no lo pueda parecer. Sin embargo, debido al acompañamiento y el tempo de la canción, podría parecer romántico. A mí siempre me gustó rimar duro sobre bases lentas y más relajado en bases rápidas, mística y calle, intelectualidad y macarrismo, la comunión de inteligencia en un contexto donde no se espera porque siempre se nos estigmatizó así a la gente de procedencia humilde. De los tiempos de CPV hay buenos ejemplos como ‘Bonita Canción de Amor I’ y II, ‘Mala Gente’, ‘Mente’, ‘Grandes Planes…’”
En el caso del Club de los Poetas Violentos, puede ser que el romanticismo con el que lo vemos ahora, resida en buena medida en ese punto de “nostalgia”; así lo explica Meswy haciendo referencia al tema “De Cacería”. “Tiene más de nostalgia que de romanticismo…. Creo yo… Nostalgia de una época en la que todo estaba claro, puro, duro, crudo”. La misma nostalgia que puede haber en aquel “Mierda”, de Kase O.
La carga romántica de los comienzos del rap es obvia. La manera en que el rap empezó a unir personas, inquietudes, sensibilidades, colectivos… En la actualidad, a juicio de Grimaldo, las cosas han cambiado: “Creo que se ha perdido mucho ese sentimiento de hacerlo porque uno tiene que hacerlo. Cada vez veo a más gente metida en esto como un objetivo para obtener sus deseos (aunque dudo de que los consigan) y no como una ‘extracción’ de tu yo interno. Quizás por eso a veces pierde credibilidad el mensaje, especialmente cuando hablamos de sentimientos y sensibilidades”. Aún así, el rap sigue siendo -para muchos- el estilo más verosímil a la hora de hablar de amor. “El rap es bastante creíble cuando habla de amor -dice Sho Hai-, siempre que la canción esté bien hecha, claro. Las míticas pasteladas poperas de las radio-fórmulas no se las cree ni el que las canta; y siempre es más de lo mismo”.
Violadores del Verso, al igual que CPV, tenían (y conservan) un halo de romanticismo que envuelve con delicadeza su manera de tratar la pertenencia geográfica, los puntos donde se ubicaban (Zaragoza y Madrid respectivamente). “En Zgz hemos nacido y nos hemos criado, y tenemos el acento súper arraigado -afirma Hate- Siempre llevamos el nombre de Zaragoza a todos los sitios a los que vamos”. A más de uno se le vendrán más lugares a la cabeza como puntos calientes en la historia del rap en castellano: “Amor en tu dial, retransmitiendo con melancolía desde el Prat Barna”. Oliver Gallego; trayendo el escándalo; cómo no. El arraigo territorial en el rap es algo que no se ha movido durante todo este tiempo. Una propuesta actual como Favi Estrella, es uno de los muchos ejemplos que podríamos citar ahora mismo. No sólo en el golpe flamenco que llevan sus canciones sino también en las múltiples referencias al sur en sus letras.
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