La edición del MIRA de este año aparecía como una de las más emocionantes hasta la fecha. El line up recogía a artistas muy interesantes, tanto a nivel local como global, a pesar de una reducida presencia femenina, encabezada por Kelly Lee Owens, Julianna Barwick y Fantastic Twins.
El MIRA ha ido ganando relevancia con los años, hasta convertirse en una fecha ineludible en Barcelona, programando artistas nicho que podríamos esperar en otros festivales de gran formato. Aquí tienen sentido.
Pero con la prosperidad el festival se enfrenta también a retos: como hacer coincidir, de forma coherente y práctica, una programación minoritaria y ambiental con artistas Techno que reclaman a un público ansioso por bailar. La diferencia de público entre las primeras actuaciones y las últimas evidencia una polarización clara a favor de aquellos sonidos más bailables. La respuesta del MIRA está clara. Su apuesta es hacerlo a través del arte visual, las nuevas experiencias digitales y una curación de artistas que mantenga siempre una expresión genuina.
La singular identidad corporativa del MIRA, que varía cada año, se convertía en celestial y mística este año gracias a las palomas blancas, el cielo azul celeste y la figura carismática de Sandro Rey. La música para coros de John Taverner antecedía el primer concierto del jueves.
Los cantos gregorianos nos prepararon para la elegía de Diego Navarro y Darío Alva, que se encargaron de abrir el festival con uno de los shows más inmersivos, inspirados y acorde con la identidad del MIRA. Presentaron Vessels, un viaje audiovisual a través de la creación del planeta tierra, en la que los arreglos característicos y frágiles de Diego Navarro y su cuidado diseño de sonido se compenetraban a la perfección con la recreación prehistórica en 3D de Darío. A pesar de unos problemas técnicos al principio del show, esta simulación en primera persona y con dinosaurios de El Árbol de la Vida certificaba la buena salud de la escena nacional más joven e hiperdigital.
Los representantes del espacio alternativo Pumarejo, Mans O y Odd Labu fueron otros grandes representantes del talento local con su actuación en la sala 3D Sound Room. Esta vez sin visuales, la performance de los dos artistas junto a la luz roja que dominaba en la sala nos trasladaba al Dancefloor de una alcantarilla futurista: Odd Labu con pasamontañas negro, sombrero y gafas de sol en medio del espacio gritando y encarándose al público armado con un micrófono-teléfono. Berridos ultra distorsionados que se esparcían por toda la sala como un germen a través del sistema de sonido 3D. Hasta dos guardias de seguridad aparecieron al principio del show para frenar al alborotador. Y mientras, los ritmos ultra percutivos Garage, Dubstep, Trip Hop, Techno, de un Mans O que mostró su lado más duro y frontal.
En la actuación del veterano Suso Saiz junto a los visuales de Human Produce no encontramos esa química singular que había entre los dos artistas de Vessels o de El Pumarejo. Las imágenes de cuerpos desnudos, ingrávidos, riendo, o primeros planos de personas, nos alejaban del evocador Ambient balearic que Saiz creaba con atmósferas y su guitarra característica.
Juliana Barwick sí consiguió ensimismar a todo el público con una presentación mucho más sobria. Presentando su último álbum, Will; en las imágenes, atmósferas difuminadas que parecían ser la representación visual de las sonoras. Un viaje celestial a vehículo del piano y las capas vocales que iba desplegando y superponiendo.
The Bug en cambio nos trasladó al extremo opuesto junto a la guitarra de Dylan Carlson (del grupo de metal Earth). Presentaron su disco Concert Desert en una sala llena de humo, con la guitarra distorsionada de Carlson creando unas atmósferas Drone industriales golpeadas por las percusiones y los bombos ultra amplificados del Dubstep de The Bug.
Mientras, en la sala de Sonido 3D, Skygaze creó una realidad paralela al ruido industrial que hacía retumbar los cristales de Fabra i Coats. Sus ritmos cálidos y loops arroparon al público con un manto de samples y percusiones con Groove, lamentablemente pausadas por problemas técnicos en la sala.
Llegó el momento de una de las actuaciones más esperadas por el público. La presentación en sociedad del nuevo disco de James Holden. Su show, junto a la banda que da nombre al recien publicado álbum, emocionó a todo un MIRA volcado en la fusión Krautrock y sintética que el artista propone. Holden, sentado con su sinte modular, junto a un batería, un saxo y una trompeta que añadían los apuntes Free Jazz, dejó a Barcelona cautivada por sus composiciones.
Powell, por su lado, cogió la emoción que quedaba en el aire para cambiarla de dinámica con sus métodos tan poco ortodoxos. El creador de Diagonal Records estrenó un show con los visuales de Vincent de Belleval, una pantalla de LEDs ultraluminosa delante de Powell. A pesar de que la música fuera más sobria que en otros directos del artista, su mezcla de Techno, post Punk, No Wave y demás fue la ceremonia perfecta para cerrar la noche del viernes y dejar al público con ganas de más Techno el día siguiente.
La actuación de Shoeg para arrancar el sábado fue la muestra perfecta de las contradicciones que genera un festival como este. El casi inexistente público a una actuación Drone de primera hora de la tarde con la asistencia masiva de los conciertos más bailables de la noche. Shoeg, con sus propios visuales y su propia música, armado con una guitarra MIDI y de pie en medio del escenario, dio una lección de creatividad e improvisación controlada con sus juegos de samples, dominados por el curioso instrumento. Aún con el volumen unos decibelios más bajos de lo que debería, el artista local hipnotizó al poco y concentrado público que había. Todo una lección práctica del experto en nuevas técnicas de expresión sonora performativa.
Con el mismo número de público subió el americano Dedekind Cut al escenario, con chaqueta y gafas de sol. Sin duda uno de los platos fuertes del festival, el artista abrió su show con la Unchained Melody de los Righteous Brothers, aquella elusiva canción que sirve de banda sonora en Ghost. Se quitó las gafas, la chaqueta y se sentó para preparar una ascensión a los cielos a lomos del caballo $uccessor, su último y excelente álbum en NON Worldwide. Los visuales de Micki Pellerano, con quien estrenaba el nuevo show Audiovisual, dominados por el vapor, nos guiaron a través de un show en el que Dedekind Cut esbozaba texturas que iban cristalizando en elementos deconstruidos de Trance y Grime. Cada vez con más asistentes, el show terminó con las mismas vibraciones que lo abrieron: esta vez Elvis Presley con su Can’t Help Falling in Love nos despedía.
La ceremonia de apertura de William Basinski, con una sala prácticamente llena, si fue igualmente poco ortodoxa, fue mucho más directa: la versión más Glam del artista subió al escenario y empezó a bromear con el público. Sin convencionalismos ni liturgias nos hizo sentar a todos, nos dio permiso para hacer fotos para Instagram y nos explicó el procedimiento de su show dedicado a David Bowie: primero, marcha fúnebre para un Alien, “con trombones por la calle y todo eso”, bromeaba. Segunda parte, un viaje a las estrellas. Así empezó el concierto, lleno de humo y sin visuales. A partir de ahí, loops etéreos repitiéndose como un mantra. A mitad del show, el loop se desintegra del todo. Cambia la iluminación y, como si de una lámpara para niños se tratara, unos focos de luz cósmica proyectan estrellas sobre el público y el techo. Empieza la segunda parte del viaje, hacia las estrellas, con un loop que muta hacia una composición de piano sublime.
El concierto de Basinski dejaba al público en algo parecido a un trance cósmico del que poco a poco íbamos despertando. Primero con la actuación de Shackleton junto a Anika, cantante que añadió a la música casi tantos colores como Pedro Maia a los visuales. Los artistas presentaron su último disco conjunto, Behind The Glass.
Visionist tomó el testigo y empezó a preparar el terreno para los ritmos más duros que estaban por venir a lo largo de la noche. El encargado de CODES, filial del sello experimental PAN, presentó su último trabajo, Value, deconstruyendo música en un show muy antoconsciente en el que Pedro Maia proyectaba imágenes del torso desnudo del artista marcando músculos. A pesar de que chocara la presentación egocéntrica del show, Visionist, situando su propio cuerpo en el centro de la actuación, rompió con la concepción habitual del artista experimental. Del artista como entidad oscura, alejada del foco y del culto al personaje, algo más propio de los vocalistas.
Con el público exaltado por los bombos distorsionados y agresivos de Visionist, llegaba el turno para Mu-Ziq. Su show siguió una incansable línea ascendente, haciendo gala del contiuum entre géneros electrónicos que el de Planet Mu maneja. La primera parte del show Techno melódico para pasar a breaks de Jungle y acabar con Breakbeats muy duros.
Mientras, en una la sala de Sonido 3D llenísima, Voiski creaba un ambiente más relajado con su Techno francés en el show titulado Post-Trance y preparaba el espacio para los que iban a clausurar el festival: los referentes veteranos Ferenc, Fra Soler y Maxi Ruiz, a quien hemos entrevistado recientemente, se situaron en medio de la sala, rodeados por el público y consiguiendo una comunión perfecta emisor-receptor.