Además de por cambiar las reglas del juego en el techno, que no es moco de pavo, el álbum de debut de Andy Stott, “Luxury Problems”, supuso una oportunidad idónea para ver al británico experimentar con otros géneros y acercarse si se quiere al pop. En cierto sentido eso era “Hatch The Plan”, un corte más cercano a Bristol que a Detroit. La aportación vocal de su antigua profesora de piano, Alison Skidmore, que puso voces a la nada, pues su ex alumno no le dio las pistas sobre las que cantar, le dieron un aliento refrescante a una música por otro lado algo opresiva y ralentizada. Dos años después y más dedicado a su proyecto paralelo junto a Miles Whittaker (Demdike Stare), Millie & Andrea, vuelve a la carga con un disco que ya lo decimos de entrada, vuelve a ser tan revolucionario como su predecesor.
“Faith In Strangers” fue grabado entre enero de 2013 y junio de 2014. Los toques finales se dieron en julio de este año, cuando fue editado y secuenciado. Así que no es que Andy estuviese tocándose lo que no suena, el tipo se ha dedicado concienzudamente en los últimos meses a dar con un trabajo redondo, que desde su sello de toda la vida, Modern Love, dice estar en algún lugar entre “Ron Hardy, Prefab Sprout, Dome, Actress, Cocteau Twins y Arthur Russell”. Vale, ya sabemos que esto es pura palabrería, pero lo cierto es que ha salido tan ecléctico como esta lista de nombres. Además ha optado por usar instrumentos, grabaciones de campo, sonidos encontrados y, por supuesto, la voz de Alison Skidmore, que aparece en seis de los nueve cortes. Una apuesta claramente analógica en contra de las habituales producciones costosas de este tipo de trabajos.
El álbum se abre con “Time Away” que incluye un bombardino (instrumento de viento metal) tocado por Kim Holly Thorpe que aporta un toque fantasmagórico a esta pieza de ambient oscuro. Le sigue “Violence”, que sigue la onda opresiva del debut, con un desarrollo entre agresivo y atmosférico. Es, además, la particular interpretación que Stott hace del trap, aunque sólo sea durante unos segundos. Esos sonidos arrastrados, de evolución parsimoniosa y humor taciturno se mantienen. En “On Oath” es donde primero vemos esa mutación hacia el pop que intuíamos en “Luxury Problems” y donde cobra más sentido citar algunos de esos nombres de más arriba. “Science & Problems” es un auténtico alucine, como una mezcla entre Raime y la escuela motorik. Y donde las cosas realmente se ponen interesantes es en “No Surrender”, con una larga introducción cósmica que desencadena en una sacudida de beats retorcidos.
La segunda mitad del disco empieza algo más floja que lo que nos habían ofrecido los cinco primeros tracks. “How It Was” es una pieza de baile convencional como las que poblaban “Luxury Problems”, pero sin tanto encanto. “Damage”, por su parte, es mucho más interesante. Vuelve a los ambientes agresivos con una percusión angustiante, que te coge por el cuello y no te suelta. Además, demuestra una vez más la versatilidad estilística de Stott, que aquí bebe bastante del grime. Las cosas se calman en el tema titular, de una organicidad que se agradece. Es sosegado, con unos beats rotos, unos arreglos de sinte interesantes, un bajo prominente y esa voz de Alison Skidmore que parece que estuviese ahí desde los primeros compases de la composición. “Faith In Strangers” se cierra con “Missing”, misteriosa como pocas, con Skidmore en plan bruja entonando desde el más allá unos mantras indiscernibles. Variado sí, pero a la vez cohesivo. Este trabajo es, sin duda, el segundo álbum que todo artista querría hacer, el de la confirmación (si es que hacía falta a estas alturas) de que estamos ante un prodigio de la electrónica mundial.