Ahora queda lejos, y ya casi nadie se acuerda, pero Crooks & Lovers, en su momento (2010), fue un debut muy celebrado, que gustó a casi todo el mundo por un sonido minimalista que unía r&b y post-dubstep con voces sensuales y ritmos masajeantes. En el siguiente, Cold Spring Fault Less Youth (2013), Campos y Maker (Kai y Dom, respectivamente) empezaron a espesar un poco su fórmula, probablemente buscando desmarcarse de la multitud de productores haciendo más o menos lo mismo que ellos, y quizás también huyendo del tono de sala de espera cool que inevitablemente acababa desprendiendo su propio sonido. La jugada les salió medio bien medio no tan bien, quedándose en un terreno indefinido, difuso, bastante menos estimulante de lo esperado y deseado por todos.
Ahora que llega Love What Survives parece claro que logran con el tercer álbum lo que no consiguieron con el segundo: librarse de su fórmula mágica y dar con un discurso más robusto y correoso. Así a bote pronto sus nuevas llegan desde dos géneros alejados en teoría de lo que se suele esperar de Mount Kimbie, aunque quizás no tanto como podríamos pensar: el krautrock y el jazz. Four Years and One Day, el primer tema, concede ya sin trampas el protagonismo al ritmo motorik de Can, Neu! o incluso Silver Apples (pioneros de todo), y muy pronto quedará claro que no se trata de un recurso puntual si no casi del esqueleto mismo del disco, sobretodo en su primer tramo. Audition se acerca mucho al Tim Gane post-Stereolab (el de Cavern Of Anti-Matter), y su sombra (la de Gane) vuelve a aparecer en la excelente You Look Certain (I’m Not So Sure), en la que una invitada inesperada como Andrea Balency se viste de Laetitia Sadier. Incluso en los temas de transición (SP12Beat, solo dos minutos y medio) mandan las baterías repetitivas y una atmósfera más fría de lo habitual.
El otro gran pilar de Love What Survives son las voces invitadas, que por una vez suman y se integran con naturalidad en el conjunto, y sobretodo la manera como éstas casan con entramados instrumentales de jazz-pop sintético que recuerdan por momentos al Amnesiac de Radiohead: no tanto quizás el tema con Micachu (Marilyn, ya conocida desde el pasado mayo, con un sustrato casi funk) si no más bien los dos con James Blake, We Go Home Together (primer single, algo previsible pero perfectamente sólido, construido sobre un hermoso órgano) y How We Got By, más majestuosa y misteriosa, aunque quizás demasiado condicionada por una voz tan reconocible como la de Blake. No nos olvidamos de King Krule, ya presente en su anterior álbum, que de nuevo vocea –más que canta– sin filtros, agresivo y convincente (viene a la cabeza el nombre de Saul Williams) en Blue Train Lines, otro de los temas que han utilizado de gancho antes de la salida del álbum.
Temas como Delta o T.A.M.E.D. probablemente no hubieran tenido cabida en un disco como Crooks & Lovers, lo que certifica la evolución de Mount Kimbie hacia unos terrenos más orgánicos y físicos, dejando atrás esos tics preciosistas (y algo empalagosos) que quizás tenían sentido en el 2010 pero ya no en 2017. Salvando las distancias, han dado un paso similar al que dieron Portishead con Third, olvidándose de su pasado para reinventarse a través del vigor del krautrock y la maleabilidad de la música cinemática.