El tiempo nos ha dado la razón a los que pensábamos que The xx han marcado un antes y un después en la música popular del siglo XXI. Su pop minimalista, aunque no es nada que no hayan hecho referentes como Durutti Column, Young Marble Giants o Everything But The Girl, se ha convertido en un espejo en el que artistas de todos los espectros – del más estricto underground al mainstream – se han mirado, como bien se apunta en este interesante artículo que publicaba Pitchfork la semana pasada. Que este tipo de música, sutil y sugerente, irrumpa en la radiofórmula (o la del trío, mismamente, como ocurrió hace unos días cuando entraron en la lista de Los 40 Principales para insólita estupefacción de los fans, como bien se apunta desde Jenesaispop) entre material chabacano y naderías, sólo se puede interpretar como una grandísima noticia, porque preferimos oír llorar a Drake o a Justin Bieber hacer house tropical al último a según qué cosas.
Pero el sonido de The xx es a la vez su mayor atributo y su principal defecto. Ya en los tiempos de xx nos preguntábamos cómo podían estirar más del hilo de ese pop oscuro nutrido de gélidas líneas de bajo, percusión parca y susurros cálidos. Sorprendieron con Coexist, un segundo disco que radicalizaba su discurso, llevándolo hasta las últimas consecuencias, aunque introduciendo unos elementos clubber que, junto al sensacional álbum de debut de Jamie xx del pasado 2015, ha acabado influenciando un tercer largo, I See You, que generará un cisma entre los defensores de que un grupo (y más los británicos) tienen que morir matando por su discurso y los que opinan que las bandas tienen que estar en constante reinvención.
Ya el adelanto, el genial On Hold, hacía presagiar que el camino que seguirían para este largo sería el segundo, aunque algunos aún nos aferrábamos a que esto sólo era un primer avance más radiofónico, que el disco contendría una buena cantidad de íntimos himnos de alcoba. Los hay, sí, pero las primeras escuchas suponen un auténtico shock. Quizá porque lo primero que escuchamos sea una eufórica fanfarria de vientos en Dangerous, que es sencilla y llanamente lo más alejado a la huella The xx que hayamos escuchado jamás; en definitiva, un ejercicio UK garage que está muchísimo más cerca del material que Jamie xx viene facturando por su cuenta. Rápidamente llegan piezas como la dub Lips, otro desvío de la fórmula habitual del trío, esta vez con unos aires tropicales a las antípodas del pop fantasmagórico al que nos tienen acostumbrados, o A Violent Noise, con unos teclados que se acercan peligrosamente al trance y un clímax épico en el que el drop nunca llega pero que resulta muy goloso para cualquier remezclador EDM. Ya para el final, la mayor de las sorpresas, I Dare You, el pelotazo más mayúsculo que han firmado hasta la fecha, su artefacto más eficiente para conquistar definitivamente a esas masas que les esperan en los grandes escenarios de todo el mundo. Pasan de sutilezas para abrazar la ambición.
¿Es todo esto malo? No, en absoluto. Primero porque cualquiera de estas citadas canciones son geniales y exactamente lo que le pedimos en 2017 al pop (underground, mainstream… lo mismo da). Y también porque hay una serie de temas, especialmente los que se encuentran en ese atmosférico tramo central que va de Performance a Brave For You, que no entran tanto en fricción con el material clásico de The xx. Performance, de hecho, es un inmaculado presente a sus primeros fans, una conmovedora pieza que se aleja del club y en la que el foco se sitúa encima de Romy Madley Croft, que lleva todo el peso de la interpretación acompañada tan solo de un delicado conjunto de cuerdas. Es arrebatadora y desoladora en su belleza. Es The xx en la cumbre.
Otro asunto ya es que muchos puedan ver que Jamie Smith haya tomado definitivamente las riendas del trío, como si eso fuese un problema real, pues recoge todo lo aprendido de su debut (abrir el espectro sonoro, colaborar con otro tipo de vocalistas como rappers o cantantes de dancehall, manejar de una manera descarada los samples…). Y no es que Oliver Sim y Romy sean comparsas, porque su pluma aquí sigue inspirada con letras que giran en torno, de nuevo, a la excitación, el peligro o el dolor que genera el amor. Tampoco se ha evaporado su química instrumental y vocal. Siguen siendo igual de vulnerables, pero esa timidez y angustia adolescente de sus inicios queda aquí atenuada en favor de una encontrada convicción.
Sería injusto que la gente se quedase con la idea de que esto es un disco de Jamie con Oliver y Romy como invitados porque es, probablemente, el trabajo que más y mejor se nutre de su amistad y de las sinergias entre cada uno de los miembros, como bien se apunta en esta entrevista, y algo que queda mejor ejemplarizado en Test Me, la balada góspel autorreferencial que usan como cierre. Es esperanzador que ellos, que tanto hablan del desamor, consigan que tantos años después su amistad sea un valor tan fuerte.
Con I See You, The xx han corrido un enorme riesgo a la hora de sacrificar casi por completo su característico sonido y es fácil que muchos les reprochen que se han vendido y que han escrito estas canciones expresamente para llenar grandes recintos, pero son muchas los regalos que encontramos aquí que compensan este déficit de intimidad que, esperemos, no vaya en aumento en el futuro. Vale la pena porque sigue siendo una excitante montaña rusa emocional, porque vuelven tres tipos que no deberían haberse ido nunca.