El precedente de haber traído a Disclosure en 2012 les persigue (y avala). En su cuarta edición, el festival Artenou sigue empeñado en su apuesta por la electrónica de alta gama y minoritaria, ésa que apunta maneras de ir a explotar en algún momento no muy lejano.
Como marco de la jornada de tarde (que este año se veía completada por la parte nocturna en la sala Apolo): Jardins de l’Ateneu de Sant Boi. Una postal que consistía en mirar al escenario y tener controlada -por el rabillo del ojo- la ciudad de Barcelona, con el Tibidabo rematando la fotografía. Con los asistentes aún buscando la sombra de primeras horas de la tarde, Skygaze incitaba al disfrute pausado en un emplazamiento completamente distinto al que pudimos verle hace algunos meses dentro del Casi Mini Fest de Gijón, con la pista de baile del Café Dam hasta la bandera. Los sudores de aquella eran los gestos de deleite tranquilo de ahora. Lo que sí se mantenía era la eterna pose sosegada de Jaime Tellado, que lanzaba una buena tanda de beats amplios aderezados con melodías hipnóticas. El asturiano trajo a Barcelona muchos de los ritmos que pudimos escuchar en forma de snippet hace algunos días (y que conformarán un inminente trabajo que publicará el próximo 1 de julio). Y entre la cata vía soundcloud y la de Artenou, las ansias de saborear el material de principio a fin se han disparado.
Siguiendo la línea de las estructuras más minimalistas de Skygaze arrancaba Sau Poler, que pronto nos daba el gustazo de escuchar “Isolated” (incluida en su EP A Soundless Echo). Colores mediterráneos, voces gaseosas que se repiten hasta perderse en la sombra. El productor catalán tira de emotividad en un discurso house de nuevo cuño, plagado de momentos de luz y sensaciones placenteras. El carácter baleárico de su sonido suponía el precedente perfecto para la siguiente actuación: Tropics, que -precisamente- abrían su directo con el tema “Home and Consonance” (para el que Sau Poler realizó un remix el pasado año). El proyecto musical de Chris Ward, acompañado de guitarra, bajo y batería, levantó al público del asiento y la calma, haciendo que los asistentes se dirigieran al unísono a ocupar la pista. Con un ramalazo shoegaze alternado con melodías pop, la voz melosa de Ward se fundía perfectamente con los estallidos jazzísticos confeccionados por los músicos que acompañan su directo (Morgan Hislop en la percusión y Keith Vaz en las cuerdas). Seguramente pronto les veamos en grandes escenarios, pero fue un gustazo máximo saborearles en ese mismo tono íntimo que se desprende de las canciones de Ward.
El punto y aparte lo marcaban We Sink, que fueron directos a un maquineo bass de corte maximalista e influencias purple. Voces pop que se sucedían sobre beats rudos y que, acompañados de la puesta de sol, parecían ubicarnos en el cierre mañanero de alguna larga noche. Los bailes, de hecho, ya comenzaban a ser más de altas horas que de comienzos. Y la dupla en sí, desprende toda la garra y toda la traca necesaria como para poner punto final y llenar de buen sabor de boca un cierre de grandes dimensiones. Entre las joyas que hicieron sonar, un guiño a uno de los productores-tesoro locales: el remix de “Kisses down low“ de Alizzz, momento pletórico en la pista.
Pooldore bajó el ritmo frenético de We Sink para darse por el rap y el RnB elegantón, de corte sexy, de cálidas voces de divas disco. Y ahí es cuando las luces de Barcelona -al fondo, recién encendidas- se convierten en bolas de espejos discotequeras, y el humo que atavía el escenario pasa a ser el atrezzo más idóneo. Y los movimientos sensuales de caderas alternados con balanceo hip hop de extremidades cobran más sentido cuando suena “Doo-Woop” de Lauren Hill.
Para cerrar sensualidades y dejarse de rodeos llegaba 123Mrk, que pasaba directamente al roneo descarado y sinvergüenza de club. Fichado hace algunos meses por el sello francés Future Classic, al productor de Marsella no le hizo falta levantar la mirada de la mesa para llevarnos por donde le dio la realísima gana. Cambios bruscos -cuasi abusivos- de los que te pillan completamente desarmado y cuya sorpresa se traduce en palmas. Del dubstep al techno, con mucha dosis de future garage, lo que hace Arthur Blin es de un gusto tremendo y una eficacia pasmosa.
El fin de jornada en Sant Boi, firmada por Star Slinger, se centró sobre todo en ritmos house. Dejando a un lado algún que otro problema de sonido, el productor mancuniano se marcó una sesión resultona. Arranque en modo tierno -con una canción que él mismo compuso para su hija Paz (y de cuyo nombre toma el título), con ayuda y voz de Chris Ward (Tropics)- y últimos minutos en plan discotequero con temas como “Smooth Operator” de Sade (en la versión remix que hizo el propio productor dentro de su EP “IV”) o “Finder” de Ninetoes.
La imagen de Star Slinger bebiendo champán a morro frente a un público que ya bailaba agarrado en plan pachanguero dejaba claro esa predisposición a la jarana y ese espíritu familiar que se respira en el ambiente de Artenou desde el minuto cero. Artenou está pensado para ser una Fiesta, con mayúscula. Una Fiesta de electrónica exquisita. Una cita buenrrollera ineludible.