Muchas veces nos quejamos de la cultura de club que tenemos en Barcelona y no somos conscientes de lo afortunados que somos siendo una de las tres ciudades en todo el mundo con residencia de Bugged Out!, esas míticas fiestas que empezaron hace 20 años y que han traído a la sala del Poblenou a la flor y nata del clubbing internacional. El pasado viernes se celebró en Razzmatazz un guateque de altos vuelos. Normal, 20 años no se cumplen cada día, y sus responsables quisieron montar unos fastos a la altura de las expectativas. Así, estuvieron animando a la parroquia el disco-funk de Kindness, el cada vez más esencial Hudson Mohawke y el house elegante de Ejeca, además de Johnno Burguess, capo de este tinglado. Como a servidor le gusta más el pop que a un tonto una piruleta, decidió acercarse a ver lo que tenía que ofrecer el londinense Adam Bainbridge.
No fue ni mucho menos la primera vez que esta suerte de it-boy se acercaba a Barcelona. Ya lo hizo hace unos Primaveras y también en el aniversario de Razzmatazz Clubs. Pero claro, esa vez tocó en invierno y su música, sin duda, encaja mejor en una noche de verano. Entonces se entendió que vinieran a verlo un buen puñado de fiesteros con ganas de sonidos de sabor retro. La media de edad era superior a la habitual, lo que sólo se puede entender como que el público sabía a lo que iba. Las diferencias con respecto a la anterior visita no fueron muchas. Llevó sus dos coristas con un ritmazo de cagarse, una banda bien engrasada (aunque con cambio de batería) y su inapelable carisma. Porque Bainbridge si algo sabe es entretener a la gente, ya sea con su música o sus incansables pasos de baile. También ejerció de buena tonadillera haciéndose fotos con las primeras filas, sacando las suyas con una Polaroid, grabándose mientras cantaba o subiéndose por las paredes para saludar a los que se acumularon en el piso de arriba.
Por lo que se refiere a lo estrictamente musical, el concierto fue simplemente correcto. Con Kindness siempre te quedas con una extraña sensación agridulce. Sus canciones son buenas pero hay algo que no acaba de cuajar a pesar de las ganas que le pone. Tampoco ayudó las expectativas que servidor tenía con el concierto. Con su segundo disco a la vuelta de la esquina, era la oportunidad perfecta para presentar nuevo material y en la hora que duró su actuación sólo tocó dos nuevas, “World Restart”, ese sencillo de adelanto con Kelela que compartió hace unas semanas y que no causó demasiado revuelo, y otra que dejó más bien tibio. El resto, material de su debut, las mejores, sin duda, “House” y “Swingin’ Party”, ese soberbio cover de The Replacements. Funk, disco, new wave y algo de synth-pop. Acaso faltó esa “Bombastic” en el que hace un magnífico name-dropping de figuras clave de la música. Si comparamos su set con el que ofreció en Los Angeles una semana antes, quedó algo palidecido. Porque ahí tocó una versión de “La Ritournelle” de Sébastien Tellier y una nueva él solo al piano (le perdonamos que no lo hiciese el viernes, porque a las tres de la madrugada lo que se quiere es bailar). Así bien, poca evolución, pero para ser un bolo en horario de club tampoco estuvo tan mal.