Fotos de Adrián Castelló
Pasaban diez minutos de la una de la madrugada del domingo y el holandés Armin Van Buuren elevaba la frente al cielo, ojos entornados, sonrisa dibujada en su cara de niño pillo y brazos en cruz cual Cristo redentor. No era la primera vez que este gesto coronaba el escenario de una de las naves de la Feria de Muestras de Valencia. Tampoco sería la última vez que las más de 7.000 personas que se concentraban allí lo verían a lo largo de la noche. La imagen condensa la esencia de lo que allí acontecía.
Armin Van Buuren, una de las figuras de la electrónica que más ha trascendido en la industria musical, uno de los DJs más laureados de la historia, uno de los tipos que ha conseguido llevar un género como el trance hasta el gran público -sin barreras generacionales ni sociales, como quedaba patente el sábado si uno ponía atención a quién le rodeaba- en gesto tan místico como icónico, como una especie de mesías mitad celestial y mitad humano adorado por una multitud en éxtasis. Aparecía en el centro de la imagen, con su equipo a la altura de la cintura y una pantalla de dimensiones gigantescas de fondo en la que se proyectaba todo tipo de material audiovisual en 3D (con unos renders que harían llorar de placer a cualquier aficionado al Cinema 4D). Mientras, la música estallaba en uno de los infinitos drops que contienen las 6 horas del espectáculo “Armin Only Intense”, en el cual suenan los éxitos del holandés (como Ping Pong acompañada de farfolla coloreada y globos de smileys) pero también todos los clásicos que atesora la archiconocida serie A State Of Trance: Adagio For Strings, Insomnia de Faithless, Cafe del Mar de Energy 52…
Temas conocidos por cualquiera con cierto bagaje en música electrónica -algo sencillo de encontrar entre el público valenciano- y que alzaron el espíritu de la colectividad en un montón de climax consecutivos. Desde luego, ese “Intense” del título del espectáculo no es en vano. El ritmo es cabalgante durante prácticamente las 6 horas de espectáculo. Ni siquiera deja de ser intenso cuando Van Buuren sale de escena para ceder el protagonismo a los músicos que le acompañan: vocalistas, pianistas, violinista y batería -junto con los cuatro bailarines que fueron apareciendo a lo largo de la velada- añaden ese punto diferencial al show, convirtiéndolo por momentos en algo parecido a un concierto de rock de grandes estadios o un espectáculo digno de Palacio de la Música que, lejos de chirriar con los momentos más “cañeros” -que diría un valenciano de estirpe-, convierten estas seis horas de música en una experiencia única por la que merece la pena pagar el precio de la entrada.
Otros detalles extramusicales también fueron un acierto, aunque pasaran más desapercibidos. A saber, unos juegos de luces y una sincronización audiovisual de inauguración de Juegos Olímpicos; todos los camareros y el staff de la noche vestidos de negro riguroso, contrastando con la blanca y sempiterna camisa de Armin; un ambiente magnífico entre el público, con gente rozando la minoría de edad y otra la jubilación pasándoselo igual de bien. Valencia, que es tierra de excesos, pero también de música, se antojaba antes y se antoja a toro pasado como el mejor punto de la Península para acoger este Armin Only Intense. Y, si hay que ponerle un pero al asunto, hay que hilar muy fino: ninguna cámara cenital enfocó a la estrella de la noche; ergo siempre nos quedará la duda de si esos Pioneer estaban funcionando a pleno rendimiento. Y aún si no lo hubieran estado, mereció la pena el viaje.