Por si algunos nos habíamos olvidado de ella, yo, por ejemplo, vi “Yo, Cristina F” por última vez hace siete años y aún no la he recuperado acaso porque a pesar de ser una película de culto como lo podría ser “Trainspotting”, es tan cruda y poco amable que no admite repetidos visionados como la de Danny Boyle, la vida de Christiane V. Felscherinow ha seguido ahí donde la dejamos hace ya 35 años. En Alemania es toda una celebridad, la yonquistar por excelencia. Las noticias que generaba se movían entre el morbo y el sensacionalismo. Sus pasos eran seguidos por periodistas carroñeros ávidos de detalles tortuosos, impasibles ante la desgracia de la Christiane persona, obcecados con dar una realidad ficticia, la realidad que ellos querían contar, la realidad que vende. Pero entonces, hace casi un lustro, apareció una estudiante, Sonja Vukovic, que se dispuso a hacer un trabajo de investigación sobre dicho personaje y, lo que iban a ser unas pocas páginas se ha convertido en un libro indispensable para conocer de verdad qué le sucedió a esta heroinómana precoz. Lejos del tono complaciente de la novela que inspiró la película y que nos dejó una suerte de final redentor y esperanzador, en “Yo, Christiane F. Mi Segunda Vida”, no hay lugar para la amabilidad.
Este tortuoso documental empieza con las declaraciones en primera persona de la protagonista, víctima de la hepatitis C y aún sufriendo las secuelas de la heroína (y otras tantas drogas duras y no tan duras que ha ingerido a lo largo de sus 51 años). A partir de ahí, Sonja Vukovic articula el relato en orden cronológico, desde los primeros años de Christiane hasta la actualidad, orgullosa del hijo informático que tiene, agotada por su dependencia a la metadona, asolada por periodistas, cuestionada por vecinos quisquillosos, a ratos hastiada con su vida, y otras algo más optimista. “Yo, Christiane F. Mi Segunda Vida” es un libro corto de poco más de 200 páginas, pero cuenta con el suficiente material como para hacer de su lectura algo emocionante. Porque si algo ha tenido la segunda (y primera vida) de la alemana es excitación.
Si antes hablaba de “Trainspotting” no era por capricho. Ambas obras comparten puntos en común. Más allá de los evidentes, son fenomenales obras de literatura pop. Por las páginas de la novela editada por Alpha Decay pasan toda clase de personajes conocidos, desde un David Bowie al que la protagonista desmitifica (para ella todos somos iguales) a unos Van Halen pasados de vueltas con la farlopa o la Neue Deutsche Welle al completo. También hay gente del mundo de la literatura, como un Patrick Süskind, autor de “El Perfume”, al que le espeta que no le gusta su escritura o Patricia Highsmith. No se ahorra los detalles morbosos, habla claro y rotundo de todos los que han pasado por su vida, aunque en algún momento tiene que falsear sus nombres para preservar su seguridad (mezclarse con lo mejorcito de cada casa berlinesa es lo que tiene).
Puede que algunos se quieran acercar a la autobiografía por este componente pop y, vamos, irán más que servidos porque hay una buena cantidad de anécdotas, pero lo que más gusta de este libro es cómo detalla realidades que muchos desconocíamos. Por ejemplo, la brutal vida en una cárcel de mujeres alemana, que nada tiene que ver con lo idílica que nos pintan la de “Orange Is The New Black”. O, sobre todo, esa zona de Zurich que durante años fue coto de heroinómanos. Poco imaginábamos que en la presumiblemente perfecta Suiza hace apenas un cuarto de siglo hubiese un problema con la droga tan atroz.
“Yo, Christiane F. Mi Segunda Vida”, por si no quedaba claro hasta ahora, no es precisamente una invitación a recorrer el lado salvaje de la vida, nada más lejos de la realidad. Sus autoras consiguen quitarle todo el glamour que pueda llevar consigo la droga. Christiane F no mola más porque su novio fuese, en su momento, Alexander Hacke de Einstürzende Neubauten, ni porque haya compartido jet privado con Rolling Stones. Las últimas páginas del libro, quizá las menos interesantes, pero más útiles, sirven para ajustar cuentas con su pasado, para entender su presente y buscar un futuro a su futuro. Desde la publicación de la autobiografía las autoras han creado una fundación para ayudar a los drogodependientes. Sirve, pues, para concienciar a la sociedad tanto como para conocer su segunda vida.