Además de ser una excelente productora de videoclips y sello discográfico, desde hace poco más de un año Canada se ha decidido a agitar las noches de Barcelona con unas veladas de toma pan y moja. Todo empezó el 5 de diciembre de 2013 con El Último Vecino, Capitán y un puñado de DJs más o menos asociados a la marca. Fue en la sala Nueva Época, de ahí el nombre del guateque, y el éxito fue tal que meses después repitieron con Joe Crepúsculo, Mujeres y compañía. El pasado domingo, llegó la tercera edición, esta vez en la sala Sutton, un espacio que a algunos les podrá chocar (ya saben, en pleno Upper Diagonal, como dicen muchas, público puretilla y demás), pero por motivos que explicaremos más adelante, la elección fue más apropiada de lo que a priori parecía. Los platos fuertes de la jornada eran El Último Vecino una vez más, pero presentando nuevo trabajo, Elsa de Alfonso y Los Prestigio, banda recién formado por sospechosos habituales de la escena catalana, y TOPS, uno de los grupos internacionales más demandados por los amantes del pop demodé.
Abrió la noche Elsa de Alfonso y Los Prestigio y lo que pudimos ver era más o menos lo que esperábamos. Banda bien engrasada, no en vano algunos tocan en Extraperlo, Beach Beach o Doble Pletina y una Elsa de Alfonso que ejerció como maestra de ceremonias con voz justita pero mucha actitud (ella pidió en alguna ocasión que se potenciase más el volumen de los efectos de voz, consciente de sus limitaciones). Vamos, lo que se puede oír en el EP que sacaron hace un par de meses, “Desencuentros”. Pero ojo porque instrumentalmente sonaron más compactos, mejores que en estudio. Se nota que el rodaje que han tenido estas últimas semanas les ha servido para compenetrarse mejor. Incluso “Lo Nuestro”, la mejor de las cuatro canciones que han editado, sonó más bailable que de costumbre, cosa que agradeció un público que empezó siendo testimonial hasta que, a medio recital, ya llenaba el Sutton, una sala de tamaño medio. Las influencias de Extraperlo, es decir, ese pop náutico, de la canción clásica, pop sintético e italo disco, se hicieron palpables a lo largo de los 40 minutos de actuación. Hubo tiempo para tocar todos sus temas conocidos, y otros que suponemos que cabrán en futuro álbum de debut. Correctos.
Le siguieron TOPS, esperados por los más melómanos de la sala, pero lo que debería haber sido un concierto para el recuerdo, quedó empañado por esa manía de muchos de hablar (o gritar, qué coño) durante los conciertos. Llegó a momentos de auténtica vergüenza ajena cuando ni siquiera se aplaudía al final de las canciones. Tal y como afirmó el ávido tuitero @Ohlacumbia: “Precioso el concierto en Sutton de la conocida banda UN MONTÓN DE GENTE HABLANDO, que hoy se han traído a TOPS como sonido de fondo.” Mejor no se puede describir lo que sucedió el domingo. Dejando de lado la pataleta, lo de TOPS fue un recital de suma elegancia. A ratos invocando el soft-rock (o como se le quiera llamar) de Fleetwood Mac y compañía, lo suyo encajaba bien con la sala en la que estábamos. Asientos de otra época, pero bien pulidos, sofás en los los lavabos, privados en medio de la pista de baile, en definitiva, un ambiente de finales de los setenta que servía de acompañamiento perfecto a la música. Un tercio de las canciones que tocaron contenía la palabra amor y con eso ya lo decimos todo. Pero fueron más upbeat de lo que nos esperábamos, salvo alguna licencia baladesca como “Outside”. Desenfundaron rápidamente “Change Of Mind”, pero la dupla final con “Diamond Look” y “Way To Be Loved” nos hizo llorar de emoción. Lánguidos, sí, pero con muchísima clase estos canadienses.
Antes del turno de los DJs, El Último Vecino pusieron broche final a la primera parte de la noche, con una actuación de toma pan y moja. No sé si será porque servidor tenía muchas ganas de ver a Gerard Alegre y compañía después de muchos desencuentros desafortunados o porque el maxisingle que acaban de sacar es crema fina, el caso es que los catalanes dieron un concierto a la altura de lo que se esperaba de ellos. Rondaban las 2 y el cuerpo pedía marcha. No es que el público de golpe se volviese más educado, las chácharas y los empujones se sucedían constantemente, pero sí hubo una respuesta mucho más adecuada a la música de la banda, como si realmente fuesen el plato fuerte de la noche, que no lo discutimos. Su synth-pop cuajó a la perfección y los bailes del líder encantaron. El único pero que se le puede encontrar es que su propuesta se parece demasiado a la de The Drums, pero afortunadamente cada vez son los grupos españoles que pueden rivalizar en calidad con los anglosajones. Y, vaya, acabar con ese hit recién salido del horno que es “Culebra, Columna y Estatua” fue todo un acierto. Una pena que no estuviese Javiera Mena a los coros, pero eso ya sería pedir mucho.