El suculento cartel de FIB 2017, antes incluso de que arrancase el festival, demostraba un par de cosas claras. La primera es que ese retorno a la época dorada del FIB, la que se entiende entre finales de los 90 y finales de la pasada década, ha quedado más que certificado, tras intuirse en 2016 (una exitosa edición que documentamos diligentemente en su momento). Una programación que también constataba un cambio generacional, o de paradigma si se quiere. En la parte alta del lineup ya figuraban savias nuevas como The Weeknd, que no es ni puramente guitarras ni electrónica, pero era en su nutrida gama media y baja donde marcaba la diferencia.
De esto ya hablamos en la previa que publicamos la semana pasada. Sin descuidar ni mucho menos las nuevas formas de expresión urbana (Stormzy, Troyboi, Ibibio Sound Machine) y electrónica (Mura Masa) venidas de las Islas Británicas, al festival le daba también tiempo a reivindicar el queer rap de Mykki Blanco, responsable de uno de los directos más brillantes que se recuerdan en Benicàssim; el techno con pedigrí de DJ Tennis, que ofreció una genial sesión de cierre en la última jornada; el pop electrónico con conciencia social de Austra; o la bacanal hedonista del también canadiense Kaytranada, hoy por hoy, confirmado como uno de los productores más en forma del momento. Sin descuidar, por supuesto, una parcela estatal que este año incluía nombres tan apetecibles como Bad Gyal, Bejo, One Path o Mala Rodríguez.
Todo esto que decimos no tendría mucho sentido sin datos que lo avalasen. Y en la rueda de prensa de balance que ofrecieron el domingo se ofrecieron dos cifras significativas. La primera es que en la jornada del sábado, con Red Hot Chili Peppers como máximo reclamo, se batió el récord de entradas vendidas de la historia del festival. 52.667. La segunda es que entre los cuatro días se reunieron a 177.000 personas, un 10% más que en 2016. FIB vuelve en 2018, por supuesto, del 19 al 22 de julio.
Sin más rodeos, os dejamos con nuestra galería fotográfica.