Dentro de la industria del lujo, la exclusividad es un elemento clave. El precio, las unidades o ambos separan al consumidor elegido de la masa, y así ha seguido siendo desde que la moda es moda. Por mucho que la confluencia de lujo y moda urbana haya crecido en los últimos años, las firmas tradicionales saben que su mercado es pequeño pero pudiente, y que sí pasan a ser una marca para un público más amplio, su desaparición puede estar cercana. Burberry es una de ellas.
Según un artículo de The Times, la firma británica quemó durante el año pasado el equivalente a 38 millones de dólares en producto para evitar que “cayesen en malas manos”. Es decir, que fuesen rebajadas en tiendas o que el mercado de segunda mano devaluase su estatus de marca solo para unos pocos.
En el caso de Burberry, esta estrategia llega después de un reposicionamiento de la marca. Desde que varias de sus prendas fuesen adoptadas por el público chav británico, la firma ha adoptado medidas para recuperar esa imagen de objeto de deseo inalcanzable para muchos. Incluso si hay que recurrir al fuego para ello.