Tras meses de trabajo ultimando los preparativos de la que será su segunda temporada, Sigh Club ha vuelto a abrir sus puertas este mes de noviembre en una renovada y céntrica ubicación que presentó la semana pasada ante sus fieles seguidores. Y vuelve a la carga con un alijo de novedades con las que pretende mejorar tanto la experiencia de club como la propuesta musical por la que lleva apostando desde finales del 2017. Toda una declaración de intenciones a la que se suma la firme proclamación que defiende la casa: «Lo mejor de Sigh está todavía por venir».
Hace ya un año que Sigh Club comenzó su andadura semanal en la escena madrileña. Un año en el que poco a poco ha ido consiguiendo asentar un nuevo concepto de fiesta, formándose gradualmente una personalidad propia e introduciendo paulatinamente su carismática propuesta musical. Porque tras doce meses de trayectoria el sonido que apadrina Sigh ha conseguido postularse como inconfundible, diferente al defendido hasta entonces en la capital, pero muy atractivo para esos oídos exigentes que esperaban nueva música que les motivase y que les sacase de su zona de confort musical.
No es un secreto que Sigh ha abanderado durante todo el año pasado un sonido moderno, caracterizado por entremezclar lo más sugerente de la música de baile actual con la herencia musical de los mejores años noventa. Por esto mismo, ha apostado por redescubrir trabajos antaño olvidados o desconocidos tanto por las nuevas generaciones de clubbers como incluso por más los duchos en la materia. Esto se ha traducido en un imaginario musical fresco y de vocación inclasificable, un concepto a medio caballo entre lo antiguo y las últimas tendencias de países tan dispares como Uruguay o Rumanía, que consiguió calar hondo durante la temporada pasada entre el público madrileño. En este sentido, noviembre se coronará con artistas internacionales de renombre como el polifacético John Dimas y el esperado estreno en Madrid de la artista rumana Alexandra.
Gran parte de la filosofía a la que Sigh Club se suscribe parte de la defensa que la escena musical creada en torno a este sonido realiza, día tras día, favoreciendo el formato vinilo por sobre cualquier otro. Siguiendo estos pasos, se ha conseguido consolidar de forma natural un renovado amor por lo analógico y por el redescubrimiento de géneros musicales semi olvidados (rave, breaks, electro o Detroit techno) que han acabado restaurando los mejores valores de la escena electrónica tradicional.
¿Cuáles son estos valores? Por un lado, la técnica impecable continúa siendo de suma importancia para los DJs de esta escena, sobre todo por las dificultades y la pericia necesaria para mezclar en vinilo los tracks complejos y plagados de matices que propone este sonido. Pero por otro, se ha restablecido la figura del DJ digger, ese insaciable investigador musical que rebusca con voracidad entre las pilas de vinilos olvidados (en Discogs o en las estanterías de las tiendas de discos de su ciudad), deseoso de ofrecer a su público trabajos desconocidos y sorprendentes. Siguiendo estos preceptos fueron muchos los emocionantes artistas que acabaron poblando —con beats inteligentes, giros musicales inesperados y viajes galácticos— la programación de nuestra sesión durante la pasada temporada. Y lo mejor está aún por venir…
Otro de los atractivos de Sigh es la incuestionable y llamativa vocación pistera que se exhibió en la sesión durante toda la temporada pasada. Y es que las noches de los viernes acabaron consolidando sin lugar a dudas un renovado gusto por el baile irrefrenable, consiguiendo que en medio de auténticos viajes musicales el público quemase, literalmente, la pista de baile en cada nueva cita. Gracias a su irrefrenable potencial rítmico, lleno de grooves pisteros y vibrantes, los distintos artistas pusieron a bailar sin dificultad a todo aquel pobre despistado que se les cruzó por delante. Quedó más que claro que Sigh es pista de baile hasta sus últimas consecuencias.
Una de las novedades más sonadas para esta nueva etapa de Sigh es el estreno del nuevo emplazamiento elegido por la promotora: Costa Social Club. Un club que se presenta como una de las indudables revelaciones del panorama clubbing madrileño. ¿Sus armas? Un demoledor sistema de sonido de última generación — para los entendidos, D&B de la serie V (( 4 V10P + 4 V GSUB))— que acompaña y viste este local de estética industrial, llamativa y contemporánea, y que dispone de aforo para un máximo de 300 personas distribuidas entre sus dos plantas diáfanas. Ubicado en la zona de Nuevos Ministerios, centro neurálgico de la capital, ofrece un rápido acceso en transporte público desde cualquier punto de la ciudad además de facilidad de aparcamiento.