Un paseo con los clásicos en el 30 aniversario de Óscar Mulero

La leyenda madrileña celebró el pasado viernes en Crow Techno Club su 30 aniversario como uno de los referentes más indiscutibles de la escena patria. Te lo contamos.

 

Encarar las escaleras mecánicas de Chamartín cuando cae la media noche de cada viernes se ha convertido en costumbre los últimos meses. Algo tendrá que ver el gran trabajo realizado desde Crow, que han sabido atinar trayendo a nombres importantes de la escena y reafirmándose semana tras semana como una de las sesiones de techno más importantes de la capital.

Esta vez el paseo que separa la estación de la entrada al club fue diferente. Cada paso era guiado por la emoción de afrontar una de esas noches en la que las expectativas son máximas. Este sentimiento tenía una justificación: 3 décadas de excelso trabajo y dedicación a un sonido que se ha convertido en el estandarte de toda una generación; 30 años del rostro del techno en nuestro país, 30 años de Oscar Mulero.

Colgado el cartel de sold-out en la venta de entradas anticipadas hace ya un mes, más las 200 entradas por las que muchos esperaron horas en la cola, anticipaba que la sala iba a irradiar un ambiente especial. Algo que corroboramos al instante al ver cómo estaba tan solo una hora después de haber abierto las puertas.  La mejor prueba de que Óscar Mulero es el sonido de una generación se vio reflejada en la edad media de los asistentes, que llenaban ya toda la pista en la que en ocasiones era difícil bailar, y aún estábamos calentando. Aunque lo cierto es que lo que estaba haciendo Unkle Fon merecía ser escuchado por ese número de personas y más si cabe.

El warm up que preparó ante de desvelar el primer nombre del secret line up de la noche fue toda una demostración de rigor, elegancia y precisión. La alternancia entre ritmos duros y atmósferas hipnóticas con temas como Fever de Pris o Black market de Luigi Tozzi crearon un equilibrio y una progresión perfecta para lo que un warm up requiere. 

Sobrepasadas las dos y media hacía acto de presencia el primer nombre de la noche: La sala oscurecía de repente, los flashes titilaban cada vez más rápido iluminando por momentos la sala y el escenario; mientras, un sonido enigmático y espacial atravesaba la antigua sala Macumba. Una delgada silueta se distinguía con el fondo de los visuales, un conjunto de rayas blancas que simulaban frecuencias. Jeff Mills, uno de los padres musicales de Mulero, comenzaba su set.

Lo cierto es que las últimas actuaciones que he podido vivir de Jeff Mills no me hacían esperar mucho de su sesión. Despegó en la Terminal 5, aunque el vuelo no terminó de embaucarme. Las transiciones entre track y track resultaron excesivamente largas y tediosas, insistiendo en sonidos que con el paso de los minutos se hacía monótono y predecible sin aportar algo diferente a la sesión. A esto podemos añadirle el inconfundible sonido de la TR – 909, protagonista quizá en demasía en los sets del de Detroit. En mi opinión abusar de los ritmos de la Roland torpedea al ritmo y la fluidez que ha de tener de una sesión.

Además, a mitad de sesión los altavoces de la parte izquierda fallaron, dejando solo a Jeff Mills con su música en la cabina. El destemple que esto creó entre gran parte del público hizo imposible que reengancharse el resto del set, que no ayudó a callar las bocas de aquellos que ven en Jeff Mills un sonido ya trillado y quizá un poco obsoleto.

Después de que un contrariado Jeff Mills dejara el escenario, aparecieron Regis y Surgeon. Los cdj y la Roland dejaron paso a los modulares, el micro y la Mackie con la que los segundos invitados secretos tenían que preparar la llegada del protagonista de la noche. Por delante una hora de British Murder Boys, que no necesitan presentación. 

Abandoné el clásico altavoz izquierda de la pista para colocarme en uno de los balcones desde los que se puede contemplar toda la pista de baile. Por momentos vi un público parado y sin saber muy bien cómo bailar ante lo que estaba escuchando. Los British comenzaron a un ritmo muy bajo que los desconectó totalmente del público.  Pudimos escuchar sonidos industriales con graves muy diferenciados y con un exceso de break que rompía la evolución del set y que no conseguía envolver a los allí presentes. La linealidad fue una constante en toda la sesión que en ningún momento ofreció esa chispa que el público necesitaba.

Y llegó por fin la hora. El reloj marcaba las 4:00 de la mañana y todo oscurecía de nuevo salvo una luz roja que arropaba a Oscar Mulero en la oscuridad, esa que tanto le ha acompañado y de la que ha hecho una seña de identidad. Un breve silencio aguardador entre el público e incontables teléfonos arriba para captar el momento. Seguramente muchos de los allí presentes se les pasaría aquellas sesiones primigenias de un chaval que estaba cambiando el panorama musical de la capital, desde The New world Experience hasta The Omen.

El set de Oscar Mulero fue un paseo de la mano de muchas de sus influencias, un repaso al sonido que ha conformado su eminencia. Sonaron temas de figuras tan influyentes en su música como Speak To Me de Regis, Earth sinking de Surgeon o un tema muy recurrente en sus sets como Elephant Song de Aphex Twin o Guide de Exium. Seguramente en lo que el propio Mulero consideró un homenaje a toda la música que le ha acompañado en su trayectoria.

Personalmente siempre que he visto a Mulero he esperado inundarme en un proceso mental de sonidos profundos y oscuros, aunque esta vez no fue así, al menos en gran parte. Alternó temas más pisteros, quizá no a la intensidad y la ‘’zapatilla’’ que muchos esperábamos pero que te sostenía en un baile cadente y uniforme. No obstante, tuvo momentos en los que también nos atrapó con un techno más mental y reflexivo, algo que en ocasiones suponía un desacelerón en la propuesta principal del madrileño.

No obstante, hay que destacar la útlima media hora del set donde pareció que noto esa sed de bpms e intensidad que imperaba en el público y logró dejar su actuación en todo lo alto. Clásicos como Freak de LFO o F.U. de F.U.S.E. coronaron la actuación de Mulero hasta llegar al legendario Sonic Destroyer de X-101 con el que los allí presentes terminaron el set de la mejor manera posible: dándolo todo por aquel que lo ha dado todo por esta música y su público. 30 años de un genio y esperemos que muchos más.