Durante el último fin de semana de marzo estuvimos presentes en este nuevo festival electrónico londinense con un line-up heterogéneo que presentó una inigualable experiencia multisensorial.
Parecía increíble, pero era cierto, Londres nos recibía con un cielo despejado que ya incitaba, desde que pisamos suelo británico, a desinhibir la mente y ponernos como quien dice en situación. La cual no era otra que la de disfrutar de un evento, esparcido por la capital inglesa, que primaba en calidad musical, como en la forma de brindar esta. Fundiéndola –para hacerla más especial si cabía– con la arquitectura brutalista y la innovación en materia de instalaciones lumínicas. Dando así, además, buena cuenta de la salud que rebosan este tipo de propuestas, experimentales y atípicas, cinceladas por los hermanos Danny y Kieran Clancy, quienes juntos configuran la promotora Krankbrother.
Nos alojamos cerca de Candem Town, uno de los barrios más famosos y neurálgicos, socialmente hablando, así como un enclave turístico de la metrópoli. Aunque lo cierto es que, al tener lugar en diferentes emplazamientos, daba un poco igual donde te situases para descansar. Quiero decir, te ibas a tener que mover sí o sí, y en ocasiones quizá más de la cuenta. No por nada, sino porque ya de por sí Londres es una ciudad enorme. Las distancias entre unos clubes y otros eran abismales y debido a que el transporte público allí es carísimo, decidimos optar por la opción de las Vtc.
Desde fuera, y aún sin haber degustado un ápice de aquella magia esparcida por los cuatro últimos días de marzo, el festival se presentaba como un apetecible encuentro, con un line-up heterogéneo, así como diseñado al milímetro para volver al mismo, una inigualable experiencia multisensorial. Portaba todos los ingredientes para configurarse como uno de los grandes descubrimientos del año, y no muy lejos ha quedado de ello. Ya que, al ser primera edición, no deja de tener esos pequeños detalles que se pulen con el paso del tiempo y la experiencia concreta.
Dio comienzo el jueves 28, con dos citas, las cuales terminaban sobre la misma hora, a eso de las 11 de la noche y, por supuesto, tenían lugar en ubicaciones distintas. La más interesante y que al mismo tiempo mostraba un carácter cercano por parte del festival era la gratuita –accedías por invitación, pero era muy fácil y al alcance de todos adquirirla- llevada a cabo en colaboración con el magazine FACT, quienes ofrecieron en el 180 The Strand, -donde se sitúan sus propias oficinas, amén de galerías y estudios y que es considerada una gema brutalista en el centro de Londres- la visita de los lives shows excéntricos, afilados y penetrantes de Puce Mary, Lee Gamble y Demdike Stare con Michael England, envueltos para clausurar como es debido aquel primer día, en un visual show.
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No obstante, el panorama se ponía candente a partir del viernes 29. Ya que ahí comenzó a construirse lo que acabó siendo un imperio de los sentidos. No sin antes haber pasado por el mal trago de decidir a qué evento acudir, algo que se repitió también el sábado. Pues al final, uno de los inconvenientes más notorios de esta clase de festivales que se suceden en varios sitios, pisándose unos horarios a otros, reside –sobre todo para los que somos unos indecisos– en qué sacrificar, qué beats bailar, con qué artista alcanzar el éxtasis. Aunque esto también quiere decir lo que ya veníamos avisando antes si quiera de estar allí, y es el magnífico cartel al que nos enfrentábamos. Pero, sin más dilación nos aventuramos al E1, abrazamos el sistema de sonido Funktion One repartido por dos salas, la potente y amplia Warehouse y la intimidad del Black Studio, acolchado por dos paredes de altavoces que te dejaban, literal, boquiabierto. Sin duda uno de los clubs que más está dando que hablar en la ciudad.
Pero nosotros por lo que íbamos era por la música, y suerte que lo hicimos. Una vez pasamos los dos controles de seguridad -otro de los aspectos a resaltar- nos fundimos con la atmósfera más ambient a la que las mentes pensantes del propio Re-Textured nos condujeron. Sí, los hermanos Clancy además de promotes también son DJs, con una larga trayectoria a sus espaldas. Sin embargo, no nos acabaron de convencer del todo, no para aquel momento desde luego. Mas a lo lejos, la personalidad desgarradora y ecléctica de Aurora Halal se abría paso en la otra sala, la más grande, y que justo acababa de abrir. Sin siquiera pestañear nos aproximamos a saborearla más de cerca, hasta el punto de que cada mezcla se volvió uno con nosotros. Con su live nos subió las revoluciones, luciéndose de manera etérea pero elegante, cargada de energía. Vibrante. Un viaje transgaláctico, hipnótico, pero sin duda y ante todo: pistero. Que no era otra cosa que lo que el cuerpo nos pedía. Hilarantes en un espacio desconocido, pero que pronto supimos hacer nuestro. Una hora en la que nos abstrajo de la tierra, para luego levemente soltarnos con fuerza y ansiar, rindiéndonos ante ella con ovaciones, más de aquel poder narcotizante.
Algo que captó al instante Dr.Rubinstein cuando tomó el relevo. Quien, por si quedaba algún resquicio de ese letargo extraordinario que habíamos catado, nos despertó por completo con el techno sugerente de Bruce en su tema Wake Up! Lo que no sabíamos es que aquella explosión nuevamente de contundencia, era tan solo un entrante al set de máxima categoría que se vino. Porque la alemana jugó todas sus cartas y nos fundió sin remordimiento en dos horas donde el acid más irrisorio, el techno más cuidado y el protagonismo a los sonidos más orgánicos e instrumentales se dieron cita, de una manera que denotaba profesionalidad y elocuencia. Verdaderos temazos como el Blackout 1 de The Black Chamber o el Tales From Space de Milton Bradley con Bloody Mary nos hicieron enloquecer, aunque uno de los que prendió la sala por completo fue el remix de esta al tema de C’hantal, The Realm.
Tras tanta adrenalina nuestro cuerpo nos pedía un descanso y, por qué no, un trago. Pero los precios, para variar –nótese la ironía- eran desorbitados. Una lata de cerveza costaba 7 libras. Una verdadera burrada, que sin embargo compensaron dando vasos de agua gratis. Otro punto, y quizá de los más importantes a resaltar, ya que están muy concienciados con el rave safe, no es de extrañar teniendo en cuenta la cantidad de casos acaecidos en el Reino Unido por sobredosis. Una vez tomamos ese respiro necesario, y que se materializó en disfrutar del set de ambient a cargo de B.Traits, siendo este la perfecta banda sonora a la pintura que Akiko Nakayama realizó en directo. Sublime, en todos y para todos los sentidos.
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Pusimos rumbo a la sala donde comenzamos, pero que sin duda estaba ya copada por un público de avanzado disfrute. Quizá y porque el maestro se hallaba en cabina. Portando esa sonrisa tímida, absorto en su valía, Objekt volvió a hacer lo suyo, es decir, dar una clase magistral de técnica y selección, en la que el vinilo tuvo parte del protagonismo, como también la cantidad de unreleases que testeó con nosotros, haciéndonos sentir aún más afortunados.
Es un hombre de detalles, meticuloso, pero con un ingenio, literal: alucinante. Sus transiciones son verdaderas obras lisérgicas y auditivas que enganchan y atrapan. No hay género que se le resista. Es el vivo retrato del eclecticismo más singular, además de un generoso que nos regaló uno de los momentos más mágicos, cuando con un sonido más jazzy de fondo entrelazó la vocal del My Beat de Blaze con Palmer Brown haciéndolos colisionar en un funky perspicaz.
Lena Wilikens esperaba su turno para dar por finalizada en aquella sala la jornada, por eso descendió paulatinamente las revoluciones, con un toque más introspectivo y experimental, allanándole el camino a su compañera, que no nos cautivó en demasía. Ya que, su actuación en cuanto a horario nos pareció poco oportuna, por eso preferimos cerrar la noche con DJ Nobu. El japonés echó toda la carne en el asador y de allí salió, sin duda, pura furia, como el tema de Terence Fixmer, pero también almas revitalizadas de los cortes afilados y puntiagudos a los que nos sometimos. Una sesión de acupuntura mental in extremis.
El sábado se abrió camino y con él la velada más inmemorial de todas. Allí, en el Village Underground, un club con las paredes de ladrillo y de un tamaño idóneo, como también familiar, fuimos testigos de cómo el magma creativo y electrónico alcanzaba su cenit, señalizado por cuatro asombrosas mujeres que hicieron merecer la pena estar viviendo cada segundo de aquella aventura. De hecho y la instalación lumínica creada para el momento pudo hacerse valer mucho más en este lugar, donde en los baños te encontrabas carteles que castigaban cualquier forma de abuso e incitaban a denunciarlo, como piruletas y caramelos para endulzar la noche, así como diversos ambientadores, porque hablando de aseos, de los últimos puntos a resaltar es el de la limpieza impecable que mantienen todo el rato en ellos.
Debido al cambio de hora tuvieron que reajustar el horario. A sabiendas de esto, o al menos imaginándolo, llegamos relativamente puntuales a gozar, y nunca mejor dicho, porque nos recibieron vocales disfrutando en su máximo esplendor con unos ritmos rotos y una personalidad muy leftfield que se mantuvo casi toda la noche gobernada por Elena Colombi. Con unos visuales basados en los colores más primigenios a su espalda, ella conseguía romper moldes, tornándose a veces más abstracta y otras más industrial, muy synthwave, soltando tracks como Signals From The South de The Sixteen Steps. Selectora nata, la británica nos hizo olvidar cualquier síntoma de cansancio. Le dejó el campo de batalla perfecto a su sucesora, Object Blue, a quien personalmente teníamos muchas ganas de ver y que nos fascinó.
Estaba previsto que la artista del lejano Oriente hiciese un live, y aunque no fue así por no utilizar la tecnología precisa para ello, se le aproximó bastante. Jugó muchísimo con la ecualización de los temas, loopeando cuanto quería y más. Además de que la gran mayoría fueron suyos, ya que pudimos apreciar varios de su segundo EP REX como Time To o The Princess is no longer at this adress, pero también algunos trabajos sueltos como uno de sus más conocidos: Act Like It Then o In The Station of the metro. Aquella incursión representó fielmente lo que engloba la idea detrás de Re-Textured.
La noche tristemente se vio acortada, pero ahí estaba Anastasia Kristensen para hacernos ahogar las penas y emanar sudor por doquier, contra el inexorable paso del tiempo. Tenía una férrea misión y la cumplió con creces. Coronándose incluso y a nuestro parecer, como dueña y señora del festival. Pistera a más no poder, pero inyectando trascendencia. La danesa nos contó una historia, con la diversidad de estilos como protagonista, seducida por una elegancia y método muy particular. No obstante, cabe decir que el público británico nos pareció un tanto insípido en cuanto a qué, al menos a los eventos que nosotros acudimos, la gente casi ni bailaba. Y os aseguro que casando de una manera precisa y efectiva la fresca oscuridad de tracks como Nocturnal Monologue de DJ Wank con alguno más exótico como el Only Human de Four Tet en su aka KH y dando incluso momentos para clásicos como el Wouldn’t You Like To Be a Ho Too de Dj Slugo, lo difícil es mantener alguna de tus extremidades quieta.
Con un dinamismo que nublaba, sin darnos cuenta Veronica Vasicka apareció en escena, siguiendo con el cometido. Quizá el más relevante de todos. Así pues, se puso manos a la obra, aunque con un tono más lineal que su antecesora. Lo hizo con un tema de The Avdent, Kombination 100, y de ahí en adelante se valió de un techno rudo, dejando paso a un electro desgarrador, pero también haciendo hueco a clásicos como el Numbers de Kraftwerk, e incluso, apoyando a nuestra escena nacional con el Still Raving de Regal de cara al final. Para finalmente cerrar con un tema de EBM de Tzusing, 1976 propiciando así una construcción mental, destructiva de las membranas neuronales, pero amante lasciva de los movimientos corporales.
Después de aquello nos quedamos modo GAME OVER. Nos habíamos pasado la partida, habíamos sucumbido y deleitado con gusto todas aquellas texturas que se nos prometían. Sin embargo, para los que aún se viesen con fuerzas, en El Silver Building, desde las 5 de la tarde del domingo, y en colaboración con Resident Advisor, tenía lugar el último evento de todos. Aquel diseñado para que, tras todo lo que había bailado el cuerpo, se diese paso al turno de la mente. Para ello, figuras tan extravagantes al mismo tiempo que metódicas y sintetizantes como Caterina Barbieri o Silvia Kastel, pusieron el broche de oro a cuatro días de paroxismo musical y frenesí estroboscópico.