El documental de Netflix otorga un gran protagonismo a las mujeres que sufrieron los abusos del influyente millonario, pero no desvela cómo se fraguó su poder ni arroja luz sobre las circunstancias de su muerte y deja todas las preguntas sin responder.
Multimillonario, amigo de Donald Trump, de Bill Clinton y del príncipe Andrés, exprofesor universitario, aunque nunca acabó sus propios estudios, pero, sobre todo, un depredador sexual que abusó de decenas de adolescentes, algunas casi niñas, en sus mansiones en EEUU, Francia y el Caribe. Se trata de Jeffrey Epstein, un financiero estadounidense, con dinero y conexiones, que apareció muerto en una cárcel del estado de Nueva York el pasado verano, antes de que fuera juzgado por sus múltiples delitos.
Menos de un año después de su deceso, la plataforma de contenidos Netflix estrena Jeffrey Epstein: asquerosamente rico, una serie documental de cuatro episodios de una hora que otorga el protagonismo a las hoy mujeres que años atrás sufrieron los abusos del magnate, pero deja todas las preguntas sobre el multimillonario por responder.
Dirigido por Linda Bryant, el documental lleva el nombre de Epstein en su título, pero realmente no trata de él. El trabajo se apoya en los testimonios de las chicas que sufrieron el “esquema piramidal de abusos” orquestado por el financiero, en palabras de uno de los abogados de las víctimas que aparece en la serie.
“Jeffrey Epstein: asquerosamente rico” brinda la oportunidad de escuchar a esas supervivientes relatar cómo eran reclutadas, con la excusa de hacer un masaje a cambio de una cantidad sustanciosa de dinero, y cómo, sin previo aviso y sin posibilidad de reacción, ese masaje se convertía en otra cosa. Muchas de las adolescentes arrastraban sus propias heridas o vivían en un contexto socioeconómico de máxima vulnerabilidad, que las convertía en un objetivo especialmente fácil para Epstein y para su pareja, la británica Ghislaine Maxwell, quien es señalada por varias de las víctimas como una pieza relevante en la red de abusos del inversor.
El documental relata una primera investigación realizada por la policía de Palm Beach, en el estado de Florida, y como, a pesar de las pruebas, el equipo de defensa de Epstein logra cerrar un acuerdo con la Fiscalía con el que consigue, no solo una sentencia de prisión de 18 meses, sino también una suerte de tercer grado privilegiado, que le permite continuar en la práctica con su vida normal.
Una de las tesis principales del trabajo de Bryant es que Epstein logra ese trato debido a su estatus, a su dinero y a su poder. Sin embargo, el documental no realiza una investigación que desvele los detalles del acuerdo, ni los nombres propios de los implicados, con la excepción de Alexander Acosta, fiscal de Florida que posteriormente fue ministro de Trabajo con Donald Trump. Las circunstancias en las que se desarrolló el pacto, cómo se tejió o quién formó parte son una incógnita.
Tampoco se realiza una radiografía de la personalidad de Epstein, no se dan pistas que expliquen cómo acabó convertido en un pederasta, ni se aportan datos biográficos que narren con solvencia cómo consiguió su propia fortuna, su ascenso en la jerarquía social o la naturaleza de sus actividades. Nacido en Nueva York en 1953, en el seno de una familia modesta, realizó su propia escalada económica y social hasta poseer numerosas propiedades, un avión privado y una isla en el Caribe. Se relacionaba con personalidades del mundo de la política, las finanzas, la ciencia, la cultura y la aristocracia.
Tras su primera sentencia condenatoria, una segunda investigación desembocó en un registro de su casa de Nueva York, en el que la policía se incautó de abundante material gráfico, Epstein fue detenido y privado de libertad. El 10 de agosto de 2019 fue encontrado muerto en su celda. De acuerdo con la versión oficial se suicidó.
El documental no cuenta con testimonios de su entorno. Sólo uno de sus abogados. Ni familiares, ni amigos, ni socios, ni compañeros de estudios. Lo más cerca que el espectador logra estar del personaje es a través de los fragmentos de una declaración judicial en la que se acoge una y otra vez a la Quinta Enmienda. No parece angustiado, ni temeroso, ni avergonzado, ni arrepentido, ni dubitativo, ni siquiera enfadado o iracundo. Solo parece molesto, molesto por la inconveniencia de tener que estar ahí.
Donald Trump llegó a decir de él: “Es un chico estupendo. Es muy divertido estar con él. Incluso se dice que le gustan las mujeres hermosas tanto como a mí, y muchas de ellas están en el lado más joven”. Más tarde renegó de él y aseguró que su relación se había deteriorado. El autor de esas declaraciones hoy ocupa la Casa Blanca.