Este pasado fin de semana tuvo lugar una rave en una cueva a las afueras de Oslo (Noruega) que congregó a dos centenares de jóvenes de entre 20 y 30 años. Ubicada en un búnker secreto, la fiesta solo fue descubierta por las autoridades cuando se cruzaron con un grupo de jóvenes confundidos.
Pronto, las autoridades se personaron en el lugar y se encontraron a siete personas inconscientes en el suelo. En total, 27 asistentes sufrieron intoxicaciones de monóxido de carbono que emitían los generadores portátiles de diésel para dar energía a los juegos de luces y el soundsystem.
Cinco de los afectados fueron hospitalizados en condiciones críticas, entre los que incluyeron dos de los policías que llegaron al lugar. Unos días después, ya están fuera de peligro y recuperándose, aunque hay tres personas que siguen en la UCI.
Uno de los asistentes aseguró que la calidad del aire fue empeorando a lo largo de la noche, por lo que tuvo que abandonar el búnker en varias ocasiones para respirar aire fresco.
No es la primera vez que el búnker ha sido usado para fiestas de este tipo en los últimos meses, pero ninguna como la que tuvo lugar el pasado sábado. Hay una investigación en curso, pues la compañía propietaria del lugar asegura que entraron ilegalmente a la misma y no se quieren hacer responsables.