Desde hace una temporada la música techno está sonando rara. No parece techno. Parece otra cosa con la que podríamos perder el tiempo discutiendo sobre si “más que trance yo lo llamaría hardstyle”, nostalgia de los 90, hard dance o lo que surja. Pero muy a techno no suena si tenemos que andar buscando la etiqueta apropiada.
No nos pilla de sorpresa este fenómeno; ni es la primera vez que un sonido entra por la puerta grande de la música electrónica de baile arrasando con todo a su paso ni podemos decir que esta deriva no la vimos venir. Si repasamos los últimos 3 o 4 años de música techno podemos encontrar señales por todas partes. Pero primero toca analizar un poco por qué pasan estas cosas en general para averiguar qué es exactamente lo que nos trajo hasta aquí en particular.
Si retrocedemos en el tiempo y miramos con lupa la historia de la música electrónica y el clubbing, veremos que algo parecido a esto ya pasó al menos tres veces. Seguramente alguna más, pero solo tres que vengan al caso en este artículo.
La dinámica es así: un día estás escuchando techno (o house) tranquilamente, y al siguiente alguien saca un temazo rompepistas que suena diferente, a otra cosa, y lo peta. Se convierte en un hit y automáticamente también en un influencer. Y partir de ahí, nace el mito. O en este caso y mejor dicho, la tendencia.
¿Y qué es lo que determina que sucedan estos acontecimientos, que de repente algo suene diferente y marque un antes y un después? ¿Es acaso el artista – productor musical el que un día se levanta inspirado y fabrica ese hit mágico que consigue poner patas arriba toda la escena?
Podemos afirmar que sí, porque efectivamente hace falta que alguien produzca la música que influya al resto, pero no siempre es 100% mérito suyo. Siempre hay razones detrás.
Por ejemplo: las herramientas con las que se produce la música electrónica son eso, herramientas, y son tecnología que avanza con el tiempo. Cada aparato nuevo que sale aporta cosas: funciones, mejoras, ampliaciones, pitidos nuevos, filtros, etc… y esas novedades se reflejan en lo que que sale del aparato en cuestión. Caso práctico: nace la Roland 303, nace el acid house.
Otro factor importante para entender este fenómeno de la tendencia que llega y lo acapara todo es que la música es una manifestación cultural y que atrás quedaron los tiempos en los que era contracultura. Quizá el acid house floreció en una bonita casualidad, cuando una máquina con un montón de posibilidades nuevas se puso en manos del oído adecuado que supo sacarle todo el jugo y juntos crearon algo enorme que por ser la novedad del momento dio la vuelta al mundo, pero en aquel escenario la música electrónica era todavía algo mucho más underground de lo que es ahora y no dependía de un negocio y sus intereses económicos para seguir viva. Pero hace años que esa tortilla se dio la vuelta y ahora es lo que es: ocio nocturno, espectáculo de entretenimiento y un trabajo como otro cualquiera. Salpicado de un espíritu más subversivo a ratos, vale, pero un negocio al fin y al cabo. Y en un negocio siempre se va inclinar la balanza hacia lo seguro antes que hacia la investigación y el desarrollo.
A lo mejor por eso en la última década y media todas las tendencias que vinieron lo hicieron para ser máximas protagonistas durante un tiempo, pero no para quedarse.
Todas recordamos el momento en que el sonido electro se enquistó en la música house y techno durante unos años, allá por el 2004-2006, sin pararnos a pensar por qué pasaba eso a la vez que las tiendas de ropa inundaban sus escaparates de prendas inspiradas en los 80. “Es un momento revival, no todo va a ser inventar cosas nuevas, también está bien homenajear los orígenes”. Venga, te lo compro. Pero mira a ver de qué fuentes estás bebiendo para llegar hasta aquí, no vaya a ser que estés confundiendo “homenaje” con “subirte al carro” de lo que factura rápido y bien ahora.
Huelga comentar que así como esta tendencia llegó, acabó aburriendo, y llegó un día en que simplemente desapareció, llevándose consigo a muchos que no supieron rescatarse a sí mismos ni sobrevivir a la resaca. Casi se lleva por delante también al género electro en sí mismo, pero algo tan grande no puede sucumbir ante el primer peligro que se le cruza, y podemos celebrar que no hubo que lamentar su muerte.
Acto seguido asistimos al momento minimal, que nunca había sido un género en sí mismo sino una forma de hacer música, hasta que Richie Hawtin apareció en formato worldwide tour con pelo y sin gafas a ponerlo en el centro del mapa y convertirlo en una etiqueta más de Beatport.
Todo esto coincidiendo con el nacimiento de las redes sociales, la posibilidad de catapultar vídeos a internet para disfrute masivo y en general, en un mundo en el que ya se vislumbraba que ciertas figuras se volverían populares online consiguiendo influenciar al resto de las masas. Así fue como la música techno y la música house se rindieron a la corriente minimalista hasta llegar a fundirse ambas en una sola cosa. Otros 3 o 4 años nos llevó recuperarnos, con sus bajas y sus víctimas.
Y cuando nos aburrimos de estos años de tendencias que más que tendencias fueron invasiones, las aguas volvieron a sus cauces y la música house volvió a ser house, y la música techno volvió a ser techno. Más digital, con nuevas herramientas detrás, con cambios en la forma pero no en el fondo, y la vida volvió a su curso y todo siguió avanzando con normalidad pese a seguir siendo un negocio que cada vez iba a más. Parecía que habíamos entendido que sucumbir a modas es un proceso complicado porque todo lo que te trae de beneficio rápido en el momento del boom, te lo quita después cuando se pasa el calentón. Las cosas que suben rápido, bajan rápido también, y sin paracaídas en la mayoría de los casos. A lo mejor por eso últimamente las tendencias estaban siendo más discretas, más sutiles: un poco de sonido acid de vez en cuando porque Nina Kraviz nos lo recuerda constantemente, una ligera subida de bpm’s y ruidismo cuando Paula Temple irrumpió en la escena como un vendaval… pequeñas pinceladas de color y personalidad bastante bien llevadas.
Hasta que se nos fue de las manos.
Es difícil determinar qué fue lo que disparó exactamente el pistoletazo de salida hacia esta deriva trancera del techno hará un par de años, puede que un poco de todo lo comentado hasta ahora. Seguramente esos sonidos están pegando fuerte en algún sitio del mundo que está en el ojo del huracán en cuanto a escena de clubes y eso haya sido lo que los puso sobre la mesa. Y seguramente esto se haya interpretado como un pasaporte para acceder a esa escena.
Una cosa lleva a la otra, empiezas a producir / comprar música en esa línea porque es lo que pega en no sé dónde, que es lo que mola ahora, y cuando te das cuenta estás metido hasta las orejas en ese saco, y lo diseminas por el mundo, y a nada que seas un productor o un dj con mucha popularidad, influencias al resto, que quieren ser como tú.
Y de la noche a la mañana te encuentras con eventos que se llaman Boiler Room Hard Dance y ya no distingues más de 3 temas de techno en un set, y las masas felices y contentas porque les encanta la novedad, porque es lo que mola ahora y punto. Que lo han visto en instagram, que es lo que se escucha en no sé dónde, y ese sitio es lo más. Si lo pone el dj del momento, hay que estar ahí.
Puede que hace tiempo esto preocupase más o de otra manera, aunque si peinas canas sabrás bien que estas flores de un día pronto se marchitan y lo verás desde la barrera, como un mero espectador. Pero tal y como está el mundo ahora mismo, y más en concreto el mundo de la escena electrónica, puede que esta tendencia sea lo de menos. Con las curvas que se avecinan, no va a haber palomitas suficientes para presenciar todo lo que está por venir y sobre todo, lo que está por caer. Malos tiempos para que te pillen enzarzados en tendencias, la verdad.