Inmersión mágica en el magma de Lanzarote

Casi como premonición a lo sucedido en La Palma, los sentidos del público de Sónar se sumergieron en el magma volcánico de Lanzarote de la mano de John Talabot y Desilence.

Había expectación, pero más por la curiosidad que despertaba la propuesta que por la certeza de que íbamos a ver algo sobrenatural. Al menos, así se sentía un servidor. Tal vez el error fue no tener del todo presente que, a fin de cuentas, quien organizaba este sarao era Sónar. Y Sónar, amigas y amigos, nunca falla. Jamás de los jamases. La inauguración del ciclo Sónar at IDEAL presentando “Koraal-Magma” no fue una excepción.

500 ojos y 500 tímpanos focalizados en 10 manos y cuatro paredes

Era el último de los seis pases que había programados. Y eso siempre se nota. Así nos lo afirmaba CLARAGUILAR, una de las artistas que ayudaron a John Talabot en la ejecución sonora del show, al reconocer que habían notado mucha mejora en la sincronización a cada pase.

IDEAL Barcelona sumerge al espectador en un entorno nuevo para sus sentidos desde que este entra por la puerta, sobre todo en su primera vez. Cubos de color blanco se situaban en todo el perímetro de la sala, de modo que el público rodeaba en 360° a los artistas. Y aparecen. Ellos son John Talabot (acompañado por CLARAGUILAR al teclado y a las líneas de bajo y Arnau Obiols a los pads y las percusiones) y el dúo Desilence.

Cuerpos sentados, almas bailando

Si aprovechasteis nuestra previa para escuchar “La Casa del Volcán” -el álbum debut de Koraal, alias de John Talabot- descubriríais en él la faceta más conceptual, contemplativa y abstracta del productor barcelonés. Titubea con el ambient, pero da la sensación de que su larga trayectoria como DJ de club y festival le impide alejarse de los beats. De ahí surgía la gran pregunta: ¿íbamos a escuchar un Live AV de música ambiental o íbamos a estar sentados mientras agitábamos nuestras cabezas?

Tras cinco minutos de mucho abstracción en lo sonoro y lo visual, los primeros beats de techno downtempo hicieron acto de presencia: lentos, oscuros, de corte notoriamente experimental. Les siguieron bases dub con grooves muy profundos, envolventes y cálidos, justo antes de que Arnau Obiols con su baqueta nos reventara a base de clashes brutales, como diríamos en jerga de bar, mientras melodías intensas y bases suaves y acogedoras nos abrazaban y acompañaban en el viaje. En la sala se respiraba un ambiente de sunrise, solo que, esta vez, no iba del fuego que hay en el cielo, sino del que hay bajo nuestros pies. De momento, este no aparecía: Desilence jugaban con trabajos inmersivos que unían en espirales y bucles infinitos a artistas y público a través de figuras geométricas que se ensanchaban a lo largo del suelo.

¡Breaks!

Sí, lo sabemos, “La Casa del Volcán”, está muy lejos de los breaks. Pero no estamos de broma. Estábamos a mitad de actuación (30 minutos, aproximadamente), cuando nuestra atención se desvió de los visuales multicolor (posiblemente, los más bonitos de toda la performance) para empezar a agitar fuerte las melenas con drops más propios de una pista de club y breaks que transportaban a naves industriales made in UK. La cosa se estaba poniendo seria y, afortunadamente para el personal de IDEAL, a nadie se le ocurrió levantarse. De haber habido un único valiente, a buen seguro no habría sido el único.

El listón empezaba a estar bien alto. Las expectativas ya se habían superado con creces. Pero estos tipos aún tenían más conejos en la chistera. Los ingredientes del nuevo hechizo: ritmos tímbricos superpuestos, mordidos y ultraacelerados acompañados por bases ralentizadas. Todo descolocaba a la par que encajaba.

Y llegó el magma

Fue en el mayor descanso que nos dieron los beats. Tras casi tres cuartos de hora moviendo nucas, el ambient más puro y reposado -aunque con líneas de graves igualmente potentes- nos dio un respiro para que, en las cuatro paredes que nos rodeaban, empezásemos a dilucidar los movimientos del magma y las primeras erosiones y erupciones volcánicas del subsuelo lanzaroteño (isla a la que viajó John Talabot para componer “La Isla del Volcán”).

Graves y visuales caminan de la mano y nos sumergen en los temblores burbujeantes de una tierra que está a punto de expulsar máxima tensión. Se palpa en el ambiente. Sin darnos cuenta, estamos listos para despegar. Parece que todo va a estallar, a volar por los aires.

Vuelven los timbres. Y con ellos, vuelve el color. Suena a esperanza, a futuro. Vuelve la melodía, con cierto aire oriental esta vez. ¿Estamos atravesando el desierto que deja la lava a su alrededor? Los timbres evolucionan a voces de personalidad trance, alejadas, pero incisivas. La melancolía se apodera del ambiente. Las melodías son profundas, de carga emocional muy alta. De nuevo volvemos a respirar ese aroma sunrise, casi celestial.

Parece que el volcán haya estallado. O tal vez no. Tal vez, sólo nos hemos asomado a lo que sucede bajo el suelo de Lanzarote. Sea como sea, a lo que seguro que nos hemos asomado es a mucho material inédito de John Talabot. Los tres músicos allí presentes pasaron por encima del disco publicado por Nous’klaer Audio hace un año, lo acariciaron y le dieron las gracias. “La Casa del Volcán” era tan sólo una llave, la llave que abría las puertas de algo mucho más grande: “Koraal-Magma”… y todo lo que pueda venir tras ello.