Vuelvo a ser un ser de luz (negra) ahora que la Navidad se ha largado de mi vista. Empiezo 2022 con una vagancia extrema, como si hicieran cuarenta grados en la calle y estuviera echando la siesta debajo de un plástico. En esta bajona de fuerza en la que despierto del letargo, se me hace perentorio un revulsivo auditivo y escarbo en mi buzón de promos sin revisar en busca de algo que me de la ostia en la cara que estoy pidiendo a voces.
No tardo mucho en encontrarme con esta colección de machetazos que mi buen amigo Adam X me mandó hace tiempo -y por la razón que fuera olvidé- y que viene firmado por Crystal Geometry. Cuando miro fijamente a los ojos de la foto de prensa, me voy haciendo una idea de lo que este empotrador del audio se trae entre manos y no me equivoco:
A lo largo de diez temas, el francés Maxime Fabrè se despacha a gusto con la distorsión, el ácido, los ritmos martilleantes y los vocales que acojonan. De vez en cuando salta un sample de sabor arábico entre esta ensalada de agresiones, como ocurre en “The Seer”.
Luego me traslado a una especie de Blade con el sonido rave descontrolado de “Krieg” o “Waging a War Against the State” para irme a la EMB primigenia con “The Threshold”, “Praxis” o “1971”. Con “Electroshocker” se me han puesto las pulsaciones a nivel anaeróbico y “Guillotine” ha convertido mi paseo por el barrio en una especie de parkour.
En definitiva, exactamente lo que necesitaba para espabilar, administrado sin piedad por este señor con mirada de gestor de cuando te equivocas con el IVA.