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Cuando en 2004 Michaela Dippel lanzó su disco debut, no resultó demasiado sorprendente que su sonido, entre juguetón, emocional, sensitivo y enormemente sintético, llamase la atención de DJ Koze; que, a poco que uno se fije, desde entonces, bebió y tomó bastante de aquel fantástico “Blondie”. Siete años después, Ada, seudónimo de esta artista alemana, sacaría su segundo disco, esta vez ya en Pampa Records, que desde entonces trató de apadrinarla, con enorme justicia. Sus otras dos casas, el nada desdeñable Areal Records y el todopoderoso Kompakt, hicieron por conservar y visibilizar; sin abusar por ello de la exposición mediática, el proyecto y la carrera de Dippel.
Entre el house y el minimal, el electro suave y el synthpop, el sonido de Ada se adaptó perfectamente al boom de indie electrónico tocado por el pop hortera anterior que tanto dominó la década de los 2000. La sencillez de sus melodías, la lindeza de su voz y esa facilidad para la escucha que sólo pueden tener las músicas más accesibles y comerciales; se mezclaban en sus primeros 12” y EPs con una sofisticación y sensualidad que caracterizaron la hibridación entre Kompakt y Pampa en dicha época. Sin embargo, durante unos siete u ocho años, Michaela Dippel había dejado de sacar referencias propias. Con esta incertidumbre nos ha llegado un single muy limitado de la alemana, “Moon Rider”, que incluye una canción homónima y una cover juguetona y desautomatizada de “25 or 6 to 4”, de Chicago.
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En la minúscula referencia, que apenas se extiende seis minutos, encontramos una Ada volcada en el canto. “Moon Rider”, una canción ensoñadora y hermosa, parece un una balada longue extraída del psicoanálisis de un niño. Su dulce y arrulladora melodía de piano, la extraña voz en las estrofas, que parece sampleada; le otorgan al corte un extraño mood de psiconáutico, que sólo se ha podido ver confirmado por la cálida y cándida portada. El segundo corte, en cambio, abre aún más el campo de actuación para Dippel. La versión de “25 or 6 to 4”, con los arreglos oníricos y preciosistas al final, anula todo el funk de la versión original, mostrando, desde una perspectiva nueva, aquello en lo que Ada es tan buena. Eso que caracteriza su ethos o su música es la capacidad para crear una densa e inspiradora capa de sonidos hermosos, que parecen dejar que todo lo insinuante y altamente evocador caiga por los lados de la canción; a modo de goce íntimo. Esa intimidad sugerente, que llamó la atención a Koze en su día, sigue latente en este “Moon Rider”: alejada sin embargo de cualquier punto referencial al que nos tenga habituados.