Tras el disgusto que supuso para los fans más aférrimos, después de siete largas temporadas, una abrupta e inesperada cancelación de la serie, los responsables de la cadena televisiva Showtime se han decidido a poner (tan solo unos meses después) el punto final a las aventuras de Ray Donovan en formato de larga duración.
Se trata de un telefilme de despedida que ajusta cuentas pendientes, cierra heridas abiertas y despide el periplo hacia la redención protagonizado por el personaje que encarna con majestuosidad Liev Schreiber, dando así, una alegría a sus seguidores y una más que digna conclusión a la serie.
“Ray Donovan” es una de las cosas más emocionantes que le ha pasado a la ficción televisiva en la última década. Eso si, una vez que te enganchabas a “Ray Donovan” corrías el riesgo de que te brotara de repente un buen matojo de pelo en el pecho, el que te plantearas sin motivo alguno el tener una escupidera cerca del sofá de casa o que te quedaras preñada in situ en ese mismo sofá ante tal despliegue de masculinidad, testosterona y macho-bravuconada desfilando por la pequeña pantalla, pero, joder ¡cómo lo hemos disfrutado!
En los 82 episodios de la serie creada por Ann Biderman tuvimos de todo, Drama (todo el que quieras y más), Comedia (de la grande, de la buena, de la que te hace llorar de risa e incluso en algún momento reír a carcajadas), Violencia (también mucha y muy macarra y casi siempre sangrienta), alguna que otra escena “picantona” (siento decir que todo bastante puritano en este sentido), muchísimos jaleos, mucho embrollo, mucha corrupción, mucho alcohol, mucho trapicheo y sobre todo mucho entretenimiento.
Desconozco cuales eran las intenciones iniciales de su creadora al arrancar la serie, la impresión es que “Ray Donovan” comenzó sin muchas pretensiones, sin llamar especialmente la atención mediática, realizando una mordaz crítica al star-system de Hollywood usando el formato del thriller, pero pronto se convirtió en el amplio y despiadado retrato de una familia disfuncional de raíces irlandesas, tocada por la tragedia, que pasaría con nota alta un test de negligencia emocional. Es una serie que si de algo pecó es de alargarse en demasía (cierto es que sus dos últimas temporadas no estuvieron al mismo nivel de las anteriores) pero que estaba tan bien escrita, que solo unas pocas más pueden presumir de semejante desarrollo de personajes. Todos y cada uno de ellos estaban tan bien definidos y fueron tan magistralmente interpretados por un acertadísimo elenco que se convirtieron en poliédricos, se hicieron casi palpables, y alguno de ellos, poderosamente humano.
Si tuviéramos que hablar de los referentes en los que la serie se fija, por supuesto que sería lógico, de entrada, poner el foco en las grandes sagas criminales y familiares de la historia del Cine y la televisión y no solo en “El Padrino” o “Los Soprano”, también encontraríamos muchos guiños al cine criminal y de acción de los 70 y 80.
Encontramos conexiones con alguno de los títulos más destacados de Clint Eastwood (hay cosas en “Ray Donovan” que la vinculan con “Mystic River” pero también con “Million Dollar Baby”), a las películas sobre la mafia de Scorsese, pero también al peculiar tono que consiguió mediante la comedia “El honor de los Prizzi” de John Huston. Aunque dos de sus principales referencias son, el drama judicial de 1996 “Sleepers” de Barry Levinson y por supuesto, el clásico de 1976, “Rocky” de Silvester Stallone.
Esta revisión, más viril y atormentada, aún si cabe, del personaje del Sr. Lobo de “Pulp Fiction” que era el personaje de Ray Donovan, era una mera excusa, servía de hilo conductor principal de una maraña de tramas repletas de personajes fascinantes, que con sus más y sus menos, te enganchaban. Porque si de algo puede presumir Ray Donovan es de haber sido en la gran mayoría de sus episodios puro entretenimiento.
A “Ray Donovan” no solo tenemos que agradecer la recuperación de un crepuscular Jon Voight que nos ha deleitado en el papel de Mickey Donovan, ejerciendo una vez más de golfo, gánster de pacotilla, buscavidas irreparable y padre ex-convicto de Ray y sus hermanos, que no hace más sembrar el caos allí por donde pisa. Durante las primeras temporadas tuvimos el lujazo de contar con la presencia del mítico Elliot Gould (M.A.S.H.,”Un largo adiós”), otro dinosaurio, al igual que Voight del cine de los 70, en el papel de Ezra Goodman, esa figura paternal suplente que es fundamental para entender el personaje de Ray.
Por otra parte, el británico Eddie Marsan nos ha regalado una interpretación histórica haciendo del entrañable Terry, el mayor de los hermanos Donovan, ex-boxeador fracasado afectado por el Parkinson.
Pero también Dash Miok en el papel del frágil Bunchy, Pooch Hall, haciendo de Daryll, el hijo mulato de Mickey, o Katherine Moening como la misteriosa ayudante Lena has estado soberbios en sus papeles y es difícil imaginar a otros ocupando su lugar.
Memorable fue el personaje de Abby, la sufrida esposa de Ray interpretada por Paula Malcomson y con la que vivimos los momentos más emotivos y lacrimógenos de la serie. Otros nombres ilustres, Katie Holmes, Susan Sarandon o Alan Alda (con sus 86 años a la espalda) pusieron su granito de arena en papeles secundarios pero de importancia en momentos determinantes de alguna de las temporadas, engrandeciendo con sus apariciones aún más la serie.
Sin desvelar el desenlace ni hacer spoiler de estos 99 minutos finales os puedo decir que “Ray Donovan, la película” es justo lo contrario a la innecesaria “Santos Criminales” (“The Many Saints of Newark”), la precuela gratuita de los Soprano estrenada recientemente en Movistar+ que parecía hecha sin gana ni gracia ninguna.
Aquí hay respeto y cariño hacia los personajes y una más que digna conclusión que prácticamente no deja ningún cabo suelto. Es la merecida despedida a un show televisivo realmente ejemplar e inolvidable al que podemos etiquetar como serie de culto.
El mayor logro de “Ray Donovan”, sin tener en cuenta el mero entretenimiento, ha sido el alzarse finalmente como la representación simbólica de la muerte del macho alfa en la ficción televisiva contemporánea usando para ello todos los recursos cinematográficos standards disponibles sobre la masculinidad, y eso, es algo descomunal.
A eso se le llama hacer encaje de bolillos.