Valladolid, es una apacible ciudad industrial de tradición universitaria situada a dos horas por carretera al norte de Madrid, en la que el visitante se topa de bruces, nada más entrar en ella (avanzando por el Paseo Zorrilla, una de sus principales vías de acceso al centro urbano), volando, literalmente sobre el cielo, con la casa en la que Dorothy y Totó vivían en Kansas en la película “El Mago de Oz” y que el artista norteamericano Dennis Oppenheim recreó en “El Monumento al Cine”.
Esta pieza escultórica nos da una pequeña pista de una extraña y casi oculta vinculación que existe desde hace décadas de esta ciudad de la meseta con el séptimo arte, a pesar de que a día de hoy, con toda probabilidad, un gran número de sus habitantes, desconocen lo que representa esta instalación, ignoran su autoría e incluso más de 20 años después de su colocación, muchos de ellos, siguen criticando la pieza ya sea por su estética, por su ubicación o por ese arraigado e incomprensible imperativo provinciano que afirma “Todo lo de aquí es una mierda”, y que está tan presente en gran parte de la geografía ibérica.
Esta vinculación entre los vallisoletanos y las películas que llevó a que esta capital de provincia fuera, hace unos años, una de las ciudades con más butacas de cine por habitante de Europa se produjo principalmente por un interesante un cúmulo de factores:
El principal, la cita anual desde finales de los 50, con el Festival Internacional de Cine de Valladolid, que arrancó como la Semana de Cine Religioso para después pasar a llamarse Religioso y de valores humanos y finalmente Seminci. El segundo, un gran número gente joven, una población repleta de universitarios para los que durante décadas el Cine fue su principal entretenimiento. También influyó la aparición de la Cátedra de Historia y Estética de la Cinematografía en su Universidad, única en España, fundada en 1962, y por último, con toda seguridad, principalmente, el frío de los duros y prolongados inviernos en la capital castellana.
Y es que, esta acomplejada ciudad de provincias siempre ha sido poco dada a presumir de lo suyo, nunca ha destacado por hacer bandera de lo propio, y esto es precisamente (presumir para bien), lo que hace por ella esta película producida por TCM titulada “La Naranja Prohibida”.
Se trata de un documental dirigido por Pedro Gonzalez Bermúdez que repasa, antes de caer en el olvido, un acontecimiento histórico vinculado a esta relación de Valladolid con el Cine: el estreno en España, en el año 1975 de la controvertida película de Stanley Kubrick, “La naranja mecánica”.
Mediante los testimonios de personas que acudieron a aquella primera proyección como el escritor Gustavo Martín Garzo, el de los responsables del Festival de Cine en aquel momento y que hicieron posible el milagro (Carmelo Romero, Fernando Herrero, María Calleja o Jesús Ojeda), las anécdotas vividas con Stanley Kubrick de Vicente Molina Foix, encargado de las traducciones de alguna de las películas de Kubrick al castellano y la voz en off para la narración del mismísimo Malcolm McDowell (protagonista de “La naranja mecánica”) se reconstruyen los hechos que llevaron, aún con Franco en el poder, al accidentado estreno, en una de las más grises ciudades de aquel régimen, de una de las películas más controvertidas de la historia del cine.
En su tramo final, con la ayuda del cineasta Pedro del Río asistimos a un interesante experimento realizado con jóvenes estudiantes de Cine para ver el impacto actual que la proyección de la película provoca abriéndose un interesante debate sobre la libertad creativa. “La naranja prohibida” es un más que notable y entretenido documento en el que el Pedro Gonzalez Bermúdez continúa indagando en la historia del Cine tras sus trabajos sobre Peckinpah, David Lean, Bette Davis o la también dirigida por Kubrick, “2001, una Odisea del Espacio” , el cortometraje “2001, destellos en la oscuridad”.
“La Naranja Prohibida” ha sido estrenada recientemente para TV y está disponible simultáneamente en Movistar+ y HBO Max.