A pesar de su innegable talento para crear atmósferas realmente misteriosas, atractivas y hasta cierto punto, turbias, en todas y cada una de las películas que ha dirigido Robert Eggers (“La Bruja” en 2015, “El Faro” en 2019, y esta recién estrenada, “El Hombre del Norte”) siempre me queda cierto retrogusto a insatisfacción.
En el caso de esta última, la clave la da el propio Eggers en las entrevistas de presentación del film cuando afirma: “Este soy yo tratando de hacer Conan el Bárbaro a través de Andrei Rublev”.
Creo que es ahí, precisamente, dónde radica mi mayor problema con su Cine. En ese quedarse siempre a medio gas. Su cine carece de la arrolladora visceralidad y del poder narrativo de John Milius y por supuesto, nada que decir ante la blasfema osadía que supone compararse con Tarkovski.
Eggers quiere agradar a todo el mundo (tanto a la crítica sesuda como al público mayoritario) y es en ese empeño donde sus películas descarrilan. Aún así, no puedo afirmar tajantemente que “El Hombre del Norte” me haya disgustado del todo. De entrada, técnicamente, es una película irreprochable.
Con un gran presupuesto que oscila entre los 70 y los 90 millones de dólares, un poderoso estudio a sus espaldas (Focus Features, sello independiente de Universal Pictures) y un espectacular reparto encabezado por Alexander Skarsgård que cuenta con la participación de Nicole Kidman, Anya Taylor-Joy, Ethan Hawke, Willem Dafoe e incluso, el hasta ahora improbable regreso al mundo del cine de la cantante Björk; Eggers, se ha embarcado en una titánica producción para contarnos lo que no es más que una sencilla historia de venganza, una peli de vikingos ambientada en la Islandia del s. X.
En realidad, se trata de la adaptación de la leyenda que inspiró el Hamlet de Shakespeare. Para construir el guión inspirado en esa Saga Nórdica que narra la truculenta historia del príncipe Amleth, Eggers contó con la ayuda del renombrado poeta islandés Sjón, con el que ha intentado conseguir la mayor veracidad posible en la captación de ese universo ritual vikingo en el que lo fantástico y lo tangible, en ocasiones, eran difíciles de discernir.
Al igual que en “El Faro”, Eggers trata de perturbar visualmente al espectador recurriendo a lo chabacano, a lo sucio, retomando el gusto por lo escatológico, lo violento e incluso lo gore, pero sin atreverse nunca a hincar las rodillas en el fango.“El hombre del norte” se acobarda y se desinfla cuando intenta aproximarse a alguno de sus referentes.
Jamás alcanza la osadía de “Qué difícil es ser un dios” de Aleksey German o la obscenidad del “Valhalla Rising” de Nicolas Winding Refn, y en consecuencia, el resultado es, que sus vikingos son un poco más mugrientos y desaliñados, aunque tampoco tanto, que los creados por Michael Hirts.
Teniendo en cuenta la complejidad del rodaje (con una sola cámara y bajo temperaturas extremas) y la lacerante intervención de Focus Features (temiendo el inevitable batacazo en taquilla) en post-producción (que obligó incluso a reescribir pasajes del guión que fueron después incrustados mediante un complejo sistema de doblaje) podemos afirmar que “El Hombre del Norte”, posee cierto magnetismo y supera con creces el aprobado, aunque Eggers no haya alcanzado el ansiado Valhalla con su epopeya vikinga y tengamos que seguir esperando una película suya más redonda que las tres primeras.