
“Acto de fe” es una exploración de nuestra relación con la tecnología, las similitudes con la que tenemos con la religión, de las herramientas implicadas en ambos procesos (jerarquía, simbología y iconografía, gestión del alma, poder, arquitectura…) y del impacto que tiene esta relación en nosotros mismos.
La investigación toma forma de ceremonia sonora, con Marc Vilajuana a la voz, Adrià Grandia a la zanfona y sintetizador modular, Carlos Martorell en los sintetizadors y artiphon, y una inteligencia artificial entrenada con 11.000 partituras religiosas en total: de la edad media y renacimiento para la primera mitad de la pieza, y material tradicional para la segunda. Además, escucha y toca a tiempo real en todo el recorrido con los artistas. Estel Juvanteny participa también in situ mediante su metodología performativa de traducción gráfica, religando las sensaciones, discursos y relaciones que emanan de la performance en un grafismo semiautomático.
“Acto de fe” entrelaza los ritos de paso con los protocolos de redes, la simbología litúrgica y el MIDI como canales de comunicación, el alma y el perfil digital, y explora las jerarquías establecidas para presentar en un solo plano a humanidad y máquina/dios.
La IA es ahora mismo dentro del imaginario colectivo un ente etéreo, abstracto, intangible, y además autónomo con capacidad de predecir y que parece que lo sabe todo de nosotros, justamente a partir de representacions simbólicas de nosotros mismos. Esta es la premisa perfecta y punto de partida del trabajo.
La litúrgia la inicia la inteligencia artificial, y la cierra la voz humana. No se trata de hacer una regresión o retorno, si no de cerrar y experimentar con un círculo del que muchas veces solo conocemos la primera mitad. La tecnología, entonces, pasa a ser una expansión de nuestras posibilidades y capacidades. Más allá de estas propiedades deísticas (o de reflejo), la IA se rodea de muchas otras cuestiones a nivel de autoría, gestión y representación de la información. Es una destilación de todo aquello con la que se ha entrenado, y aquí toma la forma de la representación de un espacio-tiempo concreto, donde los indivíduos se diluyen en una construcción colectiva. El contexto se convierte entonces en un artefacto cultural más, que se puede moldear, editar, releer y remezclar.



