Amazon contra HBO, Tolkien contra George R. Martin.., ¿quién ha salido victorioso?
Hace unos años cuando se anunció el rodaje la precuela de Juego de Tronos y de una nueva serie basada en el universo de Tolkien, miles de amantes de la fantasía medieval pusieron en pausa su partida de World of Warcraft, bien para sacar del armario sus trajes de “cosplay”, o bien para dirigirse al baño con un rollo de papel de doble capa en la mano con el que celebrar uno de sus sueños más húmedos. Un acontecimiento sin parangón iba a suceder en el mundo de las series de televisión, y se avecinaba una batalla sangrienta en el fandome, ya que los dos productos iban a coincidir en el tiempo. Amazon contra HBO, Tolkien contra George R. Martin.., ¿quién saldría victorioso? Aunque no soy una de esas personas que pasan horas enfrente de un tablero de rol o que tenga en su mesita de noche los tochos de libros en los que se basan estas dos series, el morbo de estas dos superproducciones hacía que me resultara imposible evitarlas. Debía consumirlas, debía unirme a la corriente y dejarme llevar por esa ola de expectación inusitada, debía sumarme al jurado de la masa y ser parte de la sentencia colectiva. Tras visionar 8 capítulos de una y la temporada completa de la otra, mi veredicto final no puede ser más rotundo… da igual el dinero que inviertas, cuando algo es una mierda es una mierda y punto.
Los anillos de poder o Tolkien revolviñendose en su tumba
La serie más cara de la historia. 465 millones de dólares encima de la mesa a los que hay que sumar unos cientos más en campañas de márketing y en untar a algunos de los influencers más potentes para tratar de envolver un producto que debido a la desorbitante inversión, no podía pinchar bajo ningún concepto. Todos los fans de El Señor de los Anillos cuando recibieron esta noticia salivaron compulsivamente y sufrieron erecciones descomunales. Pero cuando el primer tráiler vio la luz, comenzaron a darse cuenta que algo no les cuadraba, que algo no encajaba en su imaginario de fantasía. Sus héroes, heroínas y seres mitológicos a los que veneraban debido a la lectura compulsiva de los libros poco tenían que ver con lo les mostraba You Tube. Los más ortodoxos, los más talibanes “tolkianos” comenzaron a investigar y se dieron cuenta que la serie no se basaba en los libros que aún no se habían trasladado a la pantalla, al parecer se basaban en unos pocos apéndices y en apuntes de su gurú. Por lo que comprendieron que para llenar 5 temporadas de 10 episodios de más de 1 hora de duración, los guionistas de la serie tendrían que inventarse la mayoría de la historia. Fue entonces cuando comenzó el odio, los ataques y en ocasiones un sinsentido con tintes racistas, ya que una de las razones que esgrimían era que cómo podía existir un elfo de raza negra…¡herejía! Las redes estallaron, las antorchas se prendieron, y Amazon tuvo que contraatacar con una campaña de marketing brutal para intentar calmar a las masas y para tratar de cambiar las tornas. Pero una guerra civil había comenzado y nada ni nadie pudieron pararla.
Comencé a ver la serie sin prejuicios, sin gilipolleces, me la sudaba si era fiel a los libros o no, simplemente quería disfrutar del producto y pasar una hora entretenida con una historia que me enganchara. Aunque el comienzo de la serie no me apasionó, siempre hay que tener paciencia y dar el beneficio de la duda. Pero a medida que los capítulos avanzaban me di cuenta que me encontraba ante un producto fallido, incongruente y aburrido. Cuando estás frente al televisor y cada poco miras el móvil inconscientemente, es que algo no anda bien. Lo que debería atraparte y dejarte inmóvil en tu sofá, se ha convertido en una pérdida tiempo banal y que no te aportará nada. Hay que admitir que los efectos especiales son espectaculares, que los paisajes y la producción es de primer nivel, pero si la historia no funciona los fuegos artificiales se quedan en eso, en copas de champán caro que burbujean al principio pero terminan siendo agua con gas con sabor a sidra rancia. Y este es el gran problema de Los Anillos de Poder, su narrativa es aburrida, ausente de épica y llena de personajes que te importan una mierda con los que no puedes empatizar.
Tras visionar la primera temporada de esta serie tengo cero ganas de ver la segunda, prefiero golpearme la cabeza con un palo lleno de clavos antes que tragarme otros 8 episodios de postureo fantasioso que no aporta nada y que ha conseguido que el señor Tolkien se revuelva en su tumba deseando que llegue el apocalipsis zombi para abandonar el cementerio y devorar el cerebro de los que adaptaron su obra…., si es que tienen.
La casa del dragón o el placer de ver a gente hablando
Las dos últimas temporadas de Juego de Tronos decepcionaron a muchos de sus fans. Fue como si hubieras comido un primer plato exquisito, un segundo plato maravilloso y cuando lleno de gozo llegará el postre, te encontraras con un mojón lleno de moscas verdes. Por eso las expectativas de su precuela no fueron muy altas para la mayoría de la gente. Más cabezas cortadas, más dragones, más incesto, más escenas de sexo…, está bien, pero no hasta el punto de elevar el hype de los consumidores de estos productos hasta la estratosfera. Además el casting era un “me”, el presupuesto era un “me” y la historia en principio digamos que era un “me”. A diferencia de Los Anillos de Poder que llegó con una polémica considerable y con los fans divididos, La Casa del Dragón arrancó con una sensación de indiferencia en el ambiente. Qué maravilloso es equivocarse y recoger cable de vez en cuando.
Comencé a verla contaminado por esa neblina de pesimismo generalizado, esperando un producto que tratara de calcar las fórmulas de su predecesora, repitiendo sus clichés. Nada que ver, aunque el espíritu de la original sobrevuela durante todo el metraje, la narrativa y la estructura de esta serie es completamente diferente. Mientras que en Juego de Tronos la acción y las tramas se dividían en diferentes localizaciones, con los personajes separados transitando diferentes caminos, en La Casa del Dragón la acción se centra básicamente en una sola dirección. De esta forma consigue que no te despistes, que estés focalizado, que tu cerebro no tenga que andar dando tumbos y reseteando cada pocos minutos.
Otra de las cosas que se agradecen es que los efectos especiales y las escenas de acción espectaculares son meros complementos, aparecen cuando tienen que aparecer pero no opacan lo importante. Porque en esta serie lo importante son los brillantes diálogos y los maravillosos silencios que suelen dar más información que las propias palabras. La Casa Del Dragón es Succession con dragones y trajes medievales, es una radiografía de la familia y del poder, un estudio de la desconfianza y de los juegos maquiavélicos, del amor interesado y de la traición primitiva. Un guión sin tacha y unos actores sublimes hacen de esta serie un producto intachable. El ejemplo de este buen hacer lo podéis encontrar en el octavo capítulo, una obra maestra, un relato sin efectos especiales y sin distracciones banales, una historia de diálogos, de miradas, de pequeños detalles y de interpretaciones que estremecieron mi corazón Las capítulos que más me gustan son los que provocan en mí emociones sinceras, las que me hacen reír a carcajadas o que llenan mis ojos de lágrimas a punto de desbordar. En este episodio mis mejillas se humedecieron en más de una ocasión.
¿Quién ha ganado la batalla?
Si habéis leído mi artículo de principio a fin está claro quién ha sido mi ganador. David ha derrotado a Goliat, los millones en dopaje visual han quedado opacados por la brillantez de la palabra, la fantasía pretenciosa y exagerada ha quedado retratada ante la humanidad descarnada, los influencers untados han tartamudeado ante la elocuencia del trabajo bien hecho. Porque la verdadera épica no reside en batallas sangrientas con seres mitológicos, reside en la descripción de la miseria y la belleza de un ser humano…aunque sea un Targaryan.