Ante la noticia de la muerte del músico alemán analizamos la importancia y el por qué de la aclamación de su obra magna, “E2-E4”. Una de esas ocasiones en las que el consenso general es una grata señal.
Un tema evidente para un obituario evidente. Seguro que muchos de los que nos enteramos de la muerte de Manuel Göttsching el pasado 4 de diciembre a los setenta años, tuvimos como primer reflejo el ir a nuestra colección, agarrar “E2-E4” y ponerlo a todo trapo en nuestro equipo. Este ademán, que parece reducir la carrera del extraordinario compositor alemán a su obra más reconocida (aunque en su día prácticamente ignorada), en realidad responde a algo obvio, pero que queremos tratar de explicar en este texto; que Göttsching es un cliché y sin embargo o por eso mismo un puente necesario.
Cuando se narra la historia de la cultura de club, en las bifurcaciones entre el dub y el kraut, en las materializaciones entre Detroit y Chicago, en los viajes transatlánticos a una Europa acelerada y ravera… Todo parece tener una coherencia extraordinaria; las piezas encajan sin problema. Pero para algunos de nosotros, oyentes, críticos y clubbers iniciados en distintos momentos, la historia se complica. Si por algo se destaca permanentemente en los medios la pieza improvisada “E2-E4”, es precisamente por ese carácter extraño, difícil de ubicar dentro de la narrativa de la música de baile. Una pieza no concebida para bailar pero que podría compendiar a la perfección la experiencia de una sesión, sin abandonar, sorprendentemente; las herramientas del kraut y tecnologías que ya se utilizaban a finales de los años setenta.
Grabado en 1981 y lanzado en 1984, “E2-E4” tiene ese carácter de plataforma, de puente, de camino o recorrido tendido hacia otra cosa que aún está por llegar. Como bien resume Pitchfork hablando de la sensación de Göttsching al tenerla grabada, el autor “no estaba seguro de lo que hacer con esta nueva música”. Como un dispositivo o una plataforma que posee unas características que ni se estilan ni responden a ningún nicho formado, la pieza de Göttsching es eso: un artefacto que, fuera del tiempo en el que fue compuesto, parece retrotraerse desde un futuro incierto (los remixes de diez años después apenas actualizan nada) para asirnos y llevar la música de entonces hacia adelante. Del rock y el pop al house y el techno por la vía esotérica. De la música concebida como una extensión de la técnica del intérprete, a la interpretación semiautomática de esa música como emancipación en el baile de la cultura de club.
¿Por qué es “E2-E4” la obra más socorrida y el mayor cliché de Göttsching? Porque lo que podemos y queremos decir de ella no se agota en los análisis que hasta ahora se han planteado. La obra del alemán en general y esta en particular establecen una serie de vínculos imposibles, irreductibles a la separación y parcelación genérica que constantemente se hace del salto de Alemania a Estados Unidos, a la vez que nos hablan de la profunda injusticia con la que ciertos lanzamientos imprescindibles son tratados en su momento de ver la luz. Personalmente, creo que aunque obvia, la obra de Manuel Göttsching es irremplazable para mí precisamente porque propició y facilitó la transición de un oyente obsesionado con la música independiente hacia la escena de la electrónica. Una transición tan desconcertante como natural, liberada de los prejuicios propios de falsos historiadores y elitismos rudos y enigmáticos de la crítica más cobarde e insegura.
En ocasiones los clásicos como este son útiles porque permiten transiciones y transformaciones libres de escrúpulos y de convencionalismos vacuos, reuniendo bajo una aclamación popular muy distintas opiniones. Y este es el punto desde el cual Manuel Göttsching y su obra deben ser (y ya eran) recordados. No desde la nostalgia de un autor incomprendido, o entendido como esclavo de un one hit wonder de una hora al que la gente recurre cuando no sabe qué referenciar. No como un derrotismo melodramático en el que este trabajo tapa a otros más importantes o en el que impide la correcta comprensión del recorrido de la música de baile. La correcta comprensión de la historia de la música de baile no existe y si lo hiciera, no estaría en manos de alguien que ignorase este álbum y la propuesta que en él se halla inscrita. La música entendida como un torrente, basado o no en la reiteración de ciertos patrones y en la intervención en menor o mayor medida (escojan lado A o lado B respectivamente) del ser humano. La música y el arte como un puente tendido hacia otra cosa, aunque esa cosa no exista aún, como un campo de posibilidades abierto en un presente que se muestra exultante, inquietante e intrigante a partes iguales. Como la muerte.