Ambient meditativo para encarar el otoño con tranquilidad.
La música ambiental es un género que me va calando cada vez más conforme voy sumando años a mi calendario. Mis oídos tienen cierto hastío rítmico y mi mente me pide más espacio para prestar atención a los sonido más interesantes que los que producen los tambores, ya sean reales o electrónicos. Es un poco como pasar de las fiestas del pueblo a un retiro en la montaña o a vivir en ese mismo pueblo cuando las fiestas han concluído y todo vuelve a la calma chicha.
Álbumes como este de Afterlife, no confundir con los ibicencos del dance estandarizado, suelen vivir largo tiempo en mi dispositivo de escucha y me sirven mucho para meditar, desconectar y liberar la mente de las noticias de mierda que me llegan por todos lados.
En un precioso viaje de 14 temas, las texturas etéreas, la acuosidad y la humedad acústica te transportan en un viaje relajado por un mundo irreal, seguramente situado por encima de la estratosfera en alguno de los dos polos de este planeta que estamos intentando destruir a toda costa.