Batu: Opal (Timedance)

La reputación que Omar McCutcheon ha llegado a alcanzar antes del lanzamiento de su debut no es nada casual. El productor británico, que este viernes lanzaba su primer LP, lo hacía en su propio sello, un Timedance que en siete años de recorrido ha servido de plataforma para sonidos de corte experimental y bass… Pero que en el fondo por así decirlo, no le hacía falta a su creador, que ha lanzado referencias desde 2013 en sellos del calibre de XL, Hessle Audio, o el anverso de Livity Sound. De esta guisa, “Opal”, el largo del que hoy venimos a hablar, llega como una consumación del proyecto de Batu, que lleva años en formación. Su estilo, que comenzó como un dub respondón, irreverente y no siempre demasiado original, fue poco a poco sumando alicientes a través de la disolución de producciones vastas y prominentes en estructuras más experimentales. Así, calificar la música de “Your Own Energy” (su última referencia) de dubstep, sería insuficiente, pero reducirla a algo como techno experimental seguiría sin dar cuenta de la infusión estilística que McCutcheon prepara en cada lanzamiento.

Siendo realistas, el primer disco de Batu, se encuentra efectivamente, bastante cerca sonoramente de su EP más reciente, el arriba mencionado. En este álbum, el británico dice inspirarse en los materiales minerales de los que está hecho el mundo. Tan extravagante como esto suena (o tan forzadamente inspirado), la verdad es que el sonido de “Opal” -y el más reciente de McCutcheon- tiene ciertos matices que son realmente rocosos, duros y secos o en ocasiones pulidos y brillantes; como generados por presión. Así, a lo tonto, en “Opal” el de Bristol se permite momentos mucho más melódicos que en sus anteriores trabajos, como los brillos que nos devolvería un cristal, en mitad de escenarios rudos y cortantes. Este es el caso de canciones como “Spectral Hearts” o el single “Atavism”: temas en los que, en mitad de la dureza de lo inanimado, parecen emerger voces humanas vocoderadas; dulces sintonías de las entrañas de algo aún no humano… Y en general esa sensación de un sistema de elementos que interactúan a distintos niveles.

Son los nombres de las propias canciones, como “Mineral Veins” (también con una voz tratada de una manera sobrecogedora), los que terminan de darle ese aspecto conceptual y visceral  al álbum. Con ello y en general con una composición melódica especialmente emotiva, lejos de la combatividad sinóptica de los sintetizadores de otros trabajos, Batu logra, a nuestro parecer, su objetivo. El disco no sólo resume el recorrido de este artista, sino que de algún modo, lo pone a funcionar en el aspecto simbólico, le da un sentido que su producción ya parecía insinuar. Es esa continuidad entre la sensibilidad inconsciente del cuerpo y la comprensión que ejercemos en cuanto a por qué nos interesa la música o la cultura de club, la que se combina con acierto en “Opal”. Eso, señores, es algo que no todos los DJs pueden llevar a cabo como compositores y demuestra que, efectivamente, Batu es un nombre destacado del panorama por algo.