Cuando el músico polaco-estadounidense Bogdan Raczynski volvió con aquella colección de “Rave’till you cry” (Disciples) en 2017, había dado tiempo a que muchos oyentes no especializados se hubiesen olvidado o hubiesen pasado por alto su trabajo de entre siglos. Aún hemos tenido que esperar más, otros cinco años, para escuchar un nuevo LP del productor, “ADDLE”, que por fin nos llega este viernes en Planet Mu. El primer disco de Raczynski en cerca de quince años, confirma la dirección que tomó en el reciente “BANANS”, una algo más abstracta, experimental y menos cercana al Drum & Bass raruno DIY y sentimental de sus primeros trabajos. De hecho, en el elemento en el que se puede notar que el DJ conserva su estilo es en la ternura que siempre ha acompañado sus grabaciones y que sigue aquí presente: da igual cuan duras sean las sonoridades que nos presenta, siempre hay espacio para algún tono bonito y emotivo, para algo humano y vulnerable dentro de juegos de extraña confusión.
“ADDLE” es entonces, un disco muy bien adaptado a su tiempo. Su título, que puede traducirse como “confusión”, habla directamente de nuestro presente, pero lo hace desde esa perspectiva zen y contemplativa que tanto caracterizaba la estética de Raczynski hace años, pero que no estaba demasiado presente en su propia música. Aquí sí podemos percibir un estilo más reflexivo y experimental que entonces. Como si a través de una composición que no tuviese en cuenta las necesidades de coherencia propias de la estructuración de las canciones, el polaco-estadounidense explorase formas de expresión de su música para la situación actual. Es en ese sentido, en el que podemos percibir -por mucho que quiera compararse este trabajo con “Myloveilove”-, una fuerte brecha entre la producción pasada y la presente del DJ. Pero es esa brecha, la que nos demuestra también que su regreso al estudio no ha sido un ejercicio nostálgico ni en vano.
En tal sentido, podemos caracterizar este LP como uno de IDM, braindance o simplemente experimental. Su sonido, que nos recuerda en cualquier caso a la marca Rephlex por esa aparente suciedad en el grano que está repleta de textura, es propio de un artista que conoce bien cómo sintetizar sensaciones, por confusas que sean, en su música. Pero no por ello Raczynski ha renunciado a esa suerte de intimidad tan suya, que hace de su propuesta algo entrañablemente humano a pesar de la dificultad sonora que pueda generar a un oyente primerizo. En “ADDLE” escuchamos a un productor capaz de, en su madurez creadora, seguir trazando una línea muy delgada entre la ternura y el absurdo, o entre el horror y la calidez consoladora. Resulta ejemplar la forma de producir de Raczynski, una lástima que nos la hayamos perdido durante una década y media.