Glitching a través de la música pop, navegando por los límites de la vanguardia, pasando por el borde de la cold wave y cayendo en las vibraciones del baile y el club: después de su debut ‘Bad Woman’, Céline Gillain está de vuelta con su segundo álbum: ‘Mind is Mud’.
En ‘Mind is Mud‘ Gillain se dejó hundir en el pantano de la confusión emocional, la niebla mental perpetua causada por un mundo posterior a Covid, y se preguntó: ¿tenemos que acostumbrarnos a la paradoja como forma de vida a partir de ahora?* Una disección musical en nueve canciones del flujo de lodo, un flujo que revela su rica complejidad a medida que Gillain se sumerge en él: desde la exigente introducción ‘Together’, Céline abre su visión muy personal y única, cambiando entre dimensiones y emociones perdidas de alta definición, el barro se transfiere lentamente en una corriente crepitante y chispeante de conciencia. El barro está bien vivo en toda su rareza y falta de claridad. A veces, incluso brilla en la oscuridad.
*La respuesta a esa pregunta es sí.
“La música es un lugar donde intuir es un trabajo en sí mismo. Para mí, es el único lugar donde estoy a cargo, libre para pensar y hacer lo que quiero. Mind is Mud es fruto de una práctica colaborativa con un DAW, una investigación en torno al poder paliativo del ritmo y la pista de baile, la música como espacio donde se fusionan emociones e ideas, la narración de historias, el potencial cómico y la naturaleza imaginativa del sonido. Realmente no escribo, copio y pego y luego arreglo y reorganizo. Cada sonido que uso proviene de software, grabaciones de campo, Instagram, películas y partituras midi que recopilo aquí y allá. En la jerarquía de los sonidos, podrías llamarlos sonidos baratos. Las letras también son collages, hechos de piezas de textos de varias fuentes. Además de utilizar la voz como vehículo de ideas, investigo sus potencialidades percusivas y polifónicas, la posibilidad de tener más de una voz/boca.”, dice Gillain.