En este mundo hay cosas que parecen bastante inevitables como la muerte o las hemorroides a partir de cierta edad, pero otras que, aun pareciendo bastante loables, uno no espera que sucedan hasta que ya han acontecido. Esta semana ha sucedido una de esas sizigias, la convergencia de dos de los tipos más difíciles de clasificar de lo que se ha tenido el desatino de llamar “escena urbana”. El jueves 4 Chico Blanco y Soto Asa lanzaban el EP “Blanco y Nueve Mix“, en el que el que acercaban unas propuestas de por sí cada vez más paralelas.
Coches, anfetaminas, claroscuros y beats, se dan cita en este pequeño lanzamiento de seudo-house, obra de un granadino y un ceutí (Chico Blanco y Soto Asa, respectivamente) que revalidan algo que en núcleos como Madrid y Barcelona cuesta entender: muchas de las propuestas más progresivas e hibridadas de nuestro país vienen del sur. Para demostrarlo está además el desconcertante “Bachata”, una canción, efectivamente, de bachata, destruida y reconstruida entre sobrios beats de parkineo y lamentos marrulleros pero tiernos con los que Soto Asa sentó escuela el año pasado con su “Coupé”.
La aparente etiqueta sadboy que puedan arrastrar ambos no es más que la última bagatela para desacreditar su música: “Blanco y Nueve Mix” es mucho más una celebración que un lamento. Una celebración de algo evidente, pero en muchas ocasiones velado; la proximidad sonora entre la música urbana y la electrónica… Y sobre todo una celebración del mestizaje y la noción de diversidad en la que tiene sus orígenes la música de baile. Música insinuante y oscura para gente noctámbula. Las narrativas de desamor, hedonismo, marroneo, drogas, carros y velocidad, se vuelven una bajo el amparo de unos sintes, unos pads y la sutileza de Chico Blanco como productor.