Durante estas semanas de mayo, hemos tenido en Madrid el festival urbano de arte digital MMMAD. La propuesta, que buscaba transmitir la buena nueva de lo inmaterial a una ciudad, la capital, que en ocasiones parece que va a rebufo de otras grandes ciudades europeas en estos temas, se desarrolló en varias semanas con experiencias inmersivas, exposiciones urbanas, instalaciones… Repartidas por toda la ciudad. El proyecto en parte culminaba con los tres días de actuaciones musicales que tenían lugar el fin de semana en el Domo Geodésico de la Universidad Complutense. Este espacio, en el que se puede proyectar en una semiesfera de 360º, de un techo inmenso, invitaba al optimismo y a la curiosidad, que se veían incentivadas todavía más por un cartel de músicos que incluía a Marina Herlop (recién estrenada su referencia en PAN) o a los hermanos Yugen Kala. Desde Beatburguer, nos pasamos los tres días para comprobar cómo se consumaba la propuesta en este espacio tan particular. Las impresiones, algo irregulares, te las dejamos a continuación.
Jueves 26
El día antes del inicio del MMMAD Dome, o sea, el miércoles, se anunció que Marina Herlop finalmente no actuaría. Con esta triste noticia, dio el pistoletazo de salida el evento, que perdía uno de sus nombres fuertes y una de las compositoras más vanguardistas del panorama nacional. La jornada comenzaría entonces con el concierto del sello Vlex, casi una especie de showcase de las colaboraciones recientes entre Turian Boy y el emergente Klaus. Presentaron su estilo hyperpop y urbano en apenas cinco o seis canciones, con interludios entre medias en los que podíamos ver unas animaciones abrumadoras, corazones palpitantes y torreones mareantes que se desplazaban de manera hipnótica. La verdad sea dicha: ni el sonido ni la factura visual fueron extraordinariamente buenos. Sorprende que Turian Boy, capaz de unas producciones de lo más sofisticadas y relamidas hasta lo hilarante, no pudiese hacer que el Domo sonase a otra cosa que distorsiones y voces entrecortadas.
Y este es sin duda el primer punto en el que detenernos: El Domo, le pese a quién le pese, es un espacio muy complicado para hacer un espectáculo en él. La disposición circular desubica el reverb, el masivo tamaño de la pantalla/techo pide unos visuales que sean extraordinariamente complejos y detallistas… Resulta muy dificultoso, para cualquier artista llenar el espacio sonoro y visual como pide este emplazamiento. Incluso a Regal, que iba acompañado por visuales de Johanna Jaskowska y Manuel Bueno (bastante más decentes que los anteriores), le costó hacerse con el escenario que se encontraba casi al nivel del suelo. El DJ afincado en Madrid, presentó un set brevísimo, que prácticamente no alcanzó los cuarenta minutos y repleto de color y tensión. Un cierre prudente aunque algo abrupto a la primera jornada.
Viernes 27
La tarde del viernes, con menos sobresaltos y en general mejores noticias, abrió con la performance-set de la artista multidisciplinar Bora Murmure. Entre la fluidez de una propuesta musical omnívora y el anverso siniestro y casi grotesco de la imaginería de juguetes distorsionada, la actuación de la encargada de diseñar los carteles del festival contuvo algunos momentos de expresividad desatada y colapso visual; pero terminó por dar cierta impresión de no tener un itinerario claro y de poseer unos recursos (también, por desgracia) algo constreñidos. Este es, de nuevo, otro punto a destacar en cuanto al espacio: la posibilidad de estimular es tan grande, que parece que quienes crean para este contexto olvidan la extraordinaria capacidad para la adaptación de la sensibilidad humana. Un estímulo puede resultarnos abrumador e incluso, siendo alemanes, sublime; pero cuando dicho estímulo se repite simplemente recombinándose durante cuarenta o cincuenta minutos, puede llegar a resultar tedioso.
No obstante, la performance de Bora Murmure estableció un tono y un ambiente algo más marcianos que los que el día anterior habían logrado formarse. Esto resultó muy positivo para la sesión que a continuación realizó Shoeg (Carlos Martorell). Con unos visuales también basados en una suerte de anverso digital, construidos a partir de motores de videojuegos, el set de este artista experimental puso sobre la mesa de forma más potente y cautivadora la relación entre la creatividad humana y las herramientas tecnológicas aparentemente más frías. Su recorrido incesante por parajes al borde del pixelado, establecía una conversación hauntológica, algo resabida pero en ciertos aspectos seductora, entre las horas volcadas en fuga ante la pantalla de la una consola antigua, ese mundo vivido pero al mismo tiempo congelado, afuera de cualquier realismo pero sin embargo palpitante en nuestra sensibilidad.
Ya inmersos en este contexto pseudo onírico-digital, el colectivo V.P.M. y Akazie firmaron el mejor show en conjunto de la programación. El club deconstruido de Acacia Ojea, se movió por sonoridades especialmente ambiguas, densas y complejas, acompañado por unos visuales en constante metamorfosis, con una modulación psicodélica y astral a la par que molecular. Esta interactividad cósmica, entre el microverso y la imaginería espacial fue un recurso muy socorrido en varios de los visuales. Pero lo que principalmente demostró este show, es que el lugar podía ser utilizado de manera muy pragmática y completa. Mientras lamentos de Amnesia Scanner o reproducciones de agujeros negros se mezclaban en un estímulo común, se dejaba sentir el verdadero potencial de la propuesta en el Domo. Akazie, que tampoco realizó un set especialmente compasivo, mostró sin embargo la cantidad de recursos que tiene como selectora. Ella sí que es un nombre a seguir y por el que apostar en el deconstructed club nacional: su propuesta denota una preocupación por el detalle nada desdeñable.
Sábado 28
Para comenzar la última tarde en el Domo, el público fue acogido por una performance del grupo drag Casa Futura. Como una suerte de recreación de los niveles y los personajes de un videojuego, las performers fueron mostrando sus partidas en una dinámica que no es que resultase incomprensible (la ironía y la sexualización de Tomb Rider, la música de los juegos basados en anime…), sino que simplemente parecía de nuevo algo tediosa, poco concebida para el espacio. Si hay una experiencia -alerta apostilla- que nos demuestra la ya casi exangüe lucha por la valorización de los medios de expresión digitales, es que donde la ficción imitaba a la realidad es ahora la realidad, como en esta performance, la que imita a la ficción. Pero el resultado es crudo: la imitación de la ficción en la realidad, aunque sea con carácter crítico o irónico, o está extraordinariamente planteada, o se vuelve una entelequia de churumbel. En el temible Domo, la gravedad se redobla: o se hace una apuesta extraordinariamente compleja, que implique múltiples niveles, simultaneidad, factor crítico y estético… O fácilmente la experiencia parece incompleta.
Seguidamente la propuesta visual, casi háptica de Lucas Gutiérrez, fue una de las más atractivas del programa. En un ambiente hipnótico conjugado con las olas sonoras de Robert Lippok, la propuesta de Non-Face subsumía a nivel óptico y atravesaba a los asistentes con un sonido entre el ambient industrial y el drone. Espacio inmemorial o no, fue cuando llegaron los hermanos de Yugen Kala y el público volvió a ponerse de pie, cuando pareció consumarse la propuesta, al menos sonora, del MMMAD Dome. La salvaje sesión de los gemelos vigueses, en la que no pudo faltar SOPHIE o alguna extravagancia vocal reciente de Burial, señaló por segunda vez a unos músicos completamente implicados y alineados con la escena internacional del deconstructed club. Entre breaks absurdistas e industriales, texturas desconcertantes y un ánimo rupturista admirable, los hermanos propusieron una sesión desenfadada, casi irónica en ocasiones, que cerró el festival de una manera certera y tenaz. Como último track quedó un distorsionadísimo “Walking Away” de Craig David, mientras también con un efecto roto, se proyectaba la final de la Champions sobre el techo del espacio. Muchas veces la mejor forma de tomarse algo en serio es abordarlo desde el humor y la crítica irónica; así lo entendieron de forma muy acertada Live Pixel.
Por tanto, el cómputo general de esta edición del MMMAD Dome, fue, aunque no lo parezca, bastante positivo. Hay, en cambio, que pensar en las situaciones que se generan derivadas de la implementación del arte digital, los contextos en los que esta forma de despliegue merece la pena ser utilizado, o cómo buscar maneras de excitación de los sentidos y del pensamiento de los espectadores que no estén fundamentadas en una eclosión cuantitativa de inputs. Tanto Holly Herndon como otros teóricos y músicos de nuestro tiempo lo afirman: la tecnología aplicada a fines estéticos ha de allanar el camino para la humanización del arte y del mundo; exactamente al revés del sentido en el que el capitalismo la utiliza. Que estas nuevas conexiones se busquen también en Madrid, es una grandísima noticia y esperamos que este tipo de propuestas sigan repitiéndose con frecuencia. Loading…