El jueves por la noche ya podías calentar en Acción y Metropolis para lo que vivirías la noche siguiente en Spook Factory, KU-Manises, Heaven, The Face o El Torero. El sábado por la mañana podías seguir en Spook Factory o irte a ACTV hasta la tarde, cuando abría Espiral. Allí se daba el pistoletazo de salida a la noche del sábado en Barraca, Chocolate, Espiral, Ku-Manises, ACTV, Spook Factory, Puzzle o The Face: en estas cuatro últimas discotecas seguí la fiesta el domingo por la mañana, pero también podías optar por ir a las sesiones matinales de Heaven o El Templo. Las tardes de domingo abrían (o seguían, como ACTV) Barraca, Villa Adelina y NOD. La tediosa noche dominical española se rompía en las sesiones que continuaban en ACTV (non-stop) o las que se iniciaban en Puzzle, Barraca o The Face. El lunes podías continuar en NOD o la incombustible ACTV…
La Ruta Destroy o Ruta del Bakalao, -como se la bautizó mediáticamente-, fue el mayor movimiento clubbing de la historia de España. Su repercusión cultural tuvo consecuencias legales en el ocio nocturno de todo el país y que siguen vigentes en muchas comunidades autónomas. Miles de personas convirtieron su peregrinaje por el ocio nocturno del área metropolitana de Valencia (especialmente en la carretera de El Saler, CV-500) en el pedestal del clubbing patrio. En Barraca, Spook Factory, Chocolate, Espiral, NOD, Puzzle o ACTV se gestó una nueva forma de cultura contemporánea asociada a la música de baile. Allí, de jueves a domingo, de 1980 hasta la primera mitad de los 90 se vivió algo único que no tenía nada que desmerecer a lo que sucedía en paralelo en Ibiza o Berlín. La satanización de la juventud, los problemas con las drogas, los accidentes de tráfico de gente venida de toda España fueron la excusa perfecta (en manos de la mentalidad judeo-cristiana imperante en la época, que como la de hoy, no concibe otra forma de vida que no sea “del trabajo a casa y consumir/gastar en sitios autorizados bien vistos” acabaron con la semilla del clubbing en España.
La nostalgia nos invade viendo el penoso panorama actual. Hasta que no haya vacuna (y pasen algunos años para probar su efectividad en clubs, conciertos y festivales), nos quedamos embelesados viendo piezas de la época como la que recuperamos bajo estas líneas: cuando todo estaba por hacer, por descubrir, cuando Valencia era muchísimo mejor que Ibiza, antes de que todo cambiase a finales de 1994, cuando prácticamente se asoció -indisolublemente- esta expresión cultural a la delincuencia. Fijaos en como se expresan los protagonistas, en sus gestos, en sus miradas: en cómo explican lo que es para ellos el clubbing y en los paralelismos con la situación actual. “Nos están quitando nuestra juventud” decían a principios de los 90…