Cualquier aficionado medio al terror es fácil que alucine con los primeros minutos de Déjame salir, el debut como director del cómico y actor norteamericano Jordan Peele (búsquenlo en Key & Peele y en la primera temporada de Fargo). Un plano secuencia largo y perfectamente planificado en una zona residencial cualquiera de los Estados Unidos que cita de forma directa a La noche de Halloween de John Carpenter. Ahora bien, por la calle no pasea una adolescente despreocupada, sino un afroamericano en terreno de blancos que parece dirigirse a una fiesta. Y la amenaza no es un asesino sobrenatural, sino una especie de Ku Klux Klan urbano que se dedica abducir negros. Vamos, toda una declaración de principios donde Peele nos avisa que esto es una película de terror clásica sí, pero que también las reglas del juego y el entorno sociopolítico han cambiado.
El juego que plantea con las referencias pop, unas citas que Peele lleva a su terreno con una facilidad pasmosa, es clave para entender el mecanismo del filme. Y es que estamos delante de una versión salvaje de Adivina quién viene esta noche -aquí se analiza la cuestión racial yanqui-, que se cruza también con el american gothic sardónico de Shirley Jackson y un toque sci-fi que nos hace pensar en una variación enferma de La dimensión desconocida y Las mujeres de Stepford.
El macguffin argumental de Déjame salir es casi calcado al de la película de Stanley Kramer de 1967. Una chica blanca que convence a su novio negro (un fotógrafo de éxito) para que conozca a sus padres. Ahora bien, lo que sucede en la casa de sus suegros (situada en una Alabama blanquita e idílica) es una reinterpretación lisérgica de ese título clásico de Hollywood. Algo así como si la cinta de Kramer se tomara una docena de setas alucinógenas para liberarse de la corrección política y las buenas intenciones originales.
Bajo el mecenazgo de Jason Blum, capo de Blumhouse, productora que ha logrado crear un locus amoenus para el horror moderno (filmes baratos, libertad creativa total, y un acuerdo de distribución con Universal. Una fórmula que, por ejemplo, ha sido capaz de revivir a M. Night Shyamalan con La visita y Múltiple), este cuento de horror, que en muchos tramos apuesta por la comedia negra desbocada, acierta en las dos vías de disfrute que acaba ofreciendo: una historia de miedo que juguetea a su antojo con las constantes del género, y una alegoría con retranca y llena de vitriolo sobre las paranoias y miedos a los que se enfrenta la comunidad afroamericana del siglo XXI.
Como relato de aires fantastique, Déjame salir es modélico y funciona por sí solo. Importante: Apenas sube el volumen para asustarnos (lo que los yanquis denominan jump scares), y es capaz de proponer soluciones visuales imaginativas (ese limbo donde queda suspendido el protagonista una vez es hipnotizado con fines oscuros por una pérfida mujer blanca). Mientras que como metáfora racial, se descubre como un combativo y divertido pescozón a la sociedad americana (tanto a la de Obama como a la de Trump, ojo); que, atención, ofrece un consejo bastante bruto pero necesario a la gente de color: si tu vida está en peligro, pasa a la acción. Peele dinamita aquí la imagen del negrito bueno especialista en poner la otra mejilla para ganarse el respeto de los blancos. Una imagen que en los años cincuenta y sesenta personificó Sidney Poitier en títulos como el antes citado Adivina quién viene esta noche. Y algo que ponía muy nervioso, y con razón, al activista afroamericano James Baldwin (miren con urgencia el excelente documental sobre su figura I Am Not Your Negro).
Si Baldwin siguiera con vida, abrazaría la moraleja de Déjame salir de forma entusiasta. Una película que huye del maniqueísmo a la hora de retratar a la comunidad negra –la hilarante escena de los policías de color que no creen las teorías conspiranoicas del mejor amigo del protagonista-, y que es capaz de describir el racismo de la clase dirigente blanca sin echar mano de los tópicos manidos. Los nuevos racistas que presenta Peele votan a Obama, se rebelan contra los agentes de la ley que discriminan por cuestiones de raza, y creen que lo negro está de moda (sic). Por eso mismo dan tanto miedo; nos los ves venir hasta que es demasiado tarde.
Contaba Jordan Peele hace unos meses en una entrevista aparecida en la revista Rue Morgue que desde el estreno de La noche de los muertos vivientes no se había utilizado el terror para realizar una alegoría racial y que esa fue su principal motivación para poner en marcha su debut como director. Pues bien, cuarenta y nueve años después de la obra maestra de George A. Romero, se ha vuelto a poner el marcador a cero. Déjame salir es el Godzilla de la comunidad negra. Simboliza el miedo –atómico- de los afroamericanos a ser utilizado/hipnotizado por los blancos.