Hacemos un pequeño repaso por algunas de las obras más significativas del drum’n’bass, uno de los géneros musicales más auténticos, diversos e identificativos de cuantos han salido de las Islas Británicas.
En el mundo de las artes, todo es cíclico. No importa si hablamos de cine, moda, decoración o, como en el caso que nos ocupa, música: si ha pasado el tiempo suficiente desde su “nacimiento”, volverá a copar espacios varios y titulares. La rueda nunca para de girar.
La música electrónica hace ya bastante tiempo que cumplió la mayoría de edad para convertirse en un adulto hecho y derecho, con casa propia, coche, unos cuantos vástagos —entre los reconocidos y los que son frutos de algún affaire— y facturas, muchas facturas. Uno de los primeros y más conocidos “retoños” es el drum’n’bass nacido en Reino Unido durante los alegres momentos de juventud y euforia, allá por los 90.
Lo que comenzó siendo un experimento de emancipación del breakbeat —rompiendo las cadenas de la tiranía del 4×4 impuesta por el house, el techno y el happy hardcore, y abrazando los tics y maneras del hip hop y el dancehall de época— terminó mutando en algo mucho grande, hermoso e inabarcable, posicionándose como una de las señas de identidad musicales de La Pérfida Albión.
Un movimiento cuyos inicios tuvieron incluso un componente racial –algunos de los clubs de Londres de la época tenían políticas de puerta abiertamente racistas–, así que muchos de los primeros artistas y asistentes a las primeras fiestas y raves de jungle y drum’n’bass eran personas racializadas. Artistas como Goldie, Fabio, Grooverider, Dillinja, Roni Size, o LTJ Bukem, junto a otros como Andy C, Lemon D, Ed Rush & Optical o Seiji –entre muchos otros– contribuyeron, desde la clandestinidad primero y el éxito después, a convertir un frenético y escándaloso subgénero híbrido en un fenómeno mundial.
Obviando subgéneros minoritarios y mutaciones posteriores, en Beatburguer hemos seleccionado 10 álbumes y tracks que sentaron las bases –o las reventaron directamente– de un género que hoy, 30 años después, y gracias a una refrescante combinación de sangre nueva y veteranía, está más vivo que nunca.
Goldie – Timeless (Metalheadz, 1995)
Es literalmente imposible comenzar ningún listado sobre drum’n’bass sin hablar del álbum que hizo estallar todo. Literal. Este mastodóntico compendio de obras maestras impulsó al género, aún muy anclado a la cultura de los soundystems jamaicanos, hasta cotas de complejidad y profundidad nunca alcanzadas hasta el momento. Desde el seminal ‘Timeless’, el colosal track de ¡21 minutos de duración! que nombra y abre el disco, hasta joyas del calibre de ‘Saint Angel’ o ‘Sea Of Tears’, el uso de sonoridades más propias del techno de Detroit, unido al refinamiento en la composición de ritmos y melodías hacen de ‘Timeless’ el álbum de referencia más importante del género. Eterno, como su nombre. Como Goldie.
LTJ Bukem – Logical Progression (Good Looking Records, 1996)
Si preguntas a muchxs de lxs inciadxs en drum’n’bass de la vieja escuela, te dirán que se iniciaron en el género con este mix editado de LTJ Bukem. Una compilación, mezclada de forma exquisita, de tracks propios y ajenos que muchos vieron como las puertas abiertas del paraíso. Lo que se dio en llamar de forma poco acertada “intelligent drum’n’bass” fue más bien una aproximación más suave, sedosa y esponjosa a la polirritmia selvática del jungle. Todo ello aderezado con toques de ambient y electrónica contemplativa. Incluye temas de Peshay, Aquarius, PFM, Mc Conrad o Photek. Casi nada.
Roni Size & Reprazent – New Forms (Talkin’ Loud, 1997)
Una vez el bueno de Goldie abrió la veda del drum’n’bass con amplitud de miras, otros vinieron a aportar su granito de arena, ensanchando los límites del género. Con su álbum “New Forms”, Roni Size y Reprazent contribuyeron con sacos y sacos de tierra. Las “nuevas formas” de las que hacían gala los británicos maravillaron a propios y extraños, bebiendo de fuentes tan dispares como el jazz o el funk, y combinando instrumentación electrónica con músicos en vivo, y vocalistas de la talla de Bahamadia, Onlae o Dynamite MC. Fue tal el éxito de público y crítica de este ‘New Forms’ que ganó el prestigioso Mercury Award en el año de su lanzamiento, 1997, además de alcanzar el disco de platino. Imprescindible.
Squarepusher – Hard Normal Daddy (Warp Records, 1997)
En su álbum debut “Hard Normal Daddy”, Tom Jenkinson vino a mostrar músculo por primera vez a través de una habilidad innata a la hora de combinar elementos de drum’n’bass con jazz, IDM, funk y electrónica de autor. El disco, lanzado en 1997 en Warp Records, es una amalgama de sonidos en apariencia dispares. Desde la melancolía de ‘Beep Street’ hasta la frenética experimentación de ‘Chin Hippy’, pasando por el avant garde jazz de Rat/Ps + Q’s, entre otras. 12 tracks en los que el artista pone de manifiesto por qué casi 25 años después sigue siendo uno de los grandes. Como curiosidad: el bajo en muchos de los temas es tocado y grabado en directo por el mismo Jenkinson.
Photek – Modus Operandi (Science, Virgin Records, 1997)
“Modus Operandi” de Photek es otra de las obras que llegaron a la escena, arrollando todo a su paso como un torbellino. Con su lanzamiento en 1997, el productor británico Rupert Parkes introdujo a su manera elementos de jazz y música clásica en sus producciones, perfilando un sonido único, enigmático y muy, muy sugerente. El álbum destaca por la complejidad y sofisticación de tracks como “The Hidden Camera” y “Modus Operandi”, ejemplos perfectos de la visión del británico, y las que se combinan con acierto arreglos de cuerdas con vientos de forma magistral. Aún hoy sigue siendo una referencia para los amantes del drum’n’bass, amén de un clásico que debería residir en las Kallax de cualquier aficionado al género que se precie.
Ed Rush & Optical – Wormhole (Virus Recordings, 1998)
En “Wormhole”, el dúo británico Ed Rush & Optical entregaron un álbum que sirvió para redefinir —una vez más— los límites del género de los 180 BPMs. Lanzado en 1998 en su propio sello, Virus Recordings, el primer larga duración de la pareja es un vertiginoso descenso a las profundidades más inhóspitas y desalentadoras de un estilo que entonces estaba en plena ebullición. En su “agujero de gusano” particular, Ed Rush & Optical ofrecen un sonido futurista y oscuro, que mezcla con maestría elementos de dub y techno amenazante, y que se complementan perfectamente la endiablada velocidad y dinámica del jungle y el drum’n’bass. Una nueva vuelta de tuerca al sonido del bajobatería que les sirvió para encumbrarse como padres del techstep y el neurofunk. Tan bueno que da miedo.
Bad Company UK – Inside The Machine (BC Recordings, 2000)
Otro de los discos imposibles de obviar en un listado como este es ‘Inside The Machine’, de Bad Company UK. El grupo formado en 1998 por Jason Maldini (Maldini), Michael Wojcicki (Vegas), Dan Stein (DJ Fresh) and Darren White (dBridge) nos regaló sólo dos años después una de las cumbres del género. Un trabajo redondo, en el que la paranoia y la tensión del cambio de milenio se palpa en cada uno de los temas que componen el álbum, logrando un resultado implacable, lleno de aristas y bordes afilados. Destacan en su tracklist auténticos himnos de la época, como ‘Brain Scan’, ‘Nitrous’ u ‘Oxygen (The Drilla Killa)’. Masterpiece.
John B – Future Reference (Beta Recordings, 2001)
Si hemos elegido “Future Reference” de John B para incluirlo en esta lista ha sido por el encomiable espíritu aventurero y explorador que ya en los comienzos del siglo XXI mostraba su creador, John B. Aún con el género dando sus primeros coletazos fuera de la ortodoxia del primer jungle, John B se atreve a mancharse las manos con otros géneros. Es el caso del soul futurista de ‘It’s So Real’, el neosoul de “Tell Me What’s On Your Mind” o las incursiones latinas de ‘Ay Caramba!’ o ‘Tequila Slammer’ —que si bien pueden parecernos una soberana horterada, no yerran tanto en intención—. Uno de los artistas fundacionales del liquid funk que se permite un ejercicio en forma de nostalgia ravera —’When I’m Close To You’— cuando no había dado ni la vuelta al marcador.
Om Unit – Inversion (Metalheadz, 2014)
Después de ‘Threads’, su álbum de debut en el que exploraba los límites entre bass music, dubstep y drum’n’bass, el de Bristol volvió a derroteros más “convencionales” —si es que tal adjetivo puede acompañar a su obra— con “Inversion”, editado en el sello del pope Goldie. El resultado es un trabajo honesto, refrescante, complejo y muy, muy estimulante. Om Unit demuestra aquí por qué es uno de los pesos pesados del género, capaz de pergeñar auténticos trabajos de orfebrería sónica, pero sin resultar epatante o inabarcable. Para el que escribe, uno de los mejores. Temas incluidos en este disco como “Touching Down”, “Bardo Realms” o “Understand” así lo demuestran.
Sherelle – Fabric Mix (Fabric, 2021)
Terminamos con otro mix, esta vez a cargo de la REINA —sí, con mayúsculas— actual del tinglado: Sherelle. Y es que el set grabado por la de East London para la serie “Fabric Presents” del archiconocido club y sello londinense es toda una declaración de intenciones. La llama que necesita el género para continuar haciendo arder allí por donde pasa. Un homenaje adrenalínico al jungle, al footwork, a los beats rapidísimos y entrecortados por parte de “la DJ más emocionante del Reino Unido” en palabras de DJ Mag. Experta conocedora del género, en su selección incluye a figuras esenciales. Tal es el caso del difunto DJ Rashad o el exbailarín de footwork RP Boo, pero sin olvidarse del talento actual, como ocurre con AceMo y Kush Jones de Nueva York, y el dúo de Miami INVT. Los londinenses Tim Reaper y Worldwide Epidemic aportan el savoir faire de la escena británica, entre muchos otros. Todo ello mezclado con la exquisita técnica a la que nos tiene acostumbrados la de Londres. Con artistas así, el futuro del género está en buenas manos.