Una obra fragmentaria que entra en conversación con las piezas de piano y las grabaciones de campo del álbum.
La sensibilidad, al igual que la labor creativa, son una especie de sensación extensiva: pueden permear a medida que las experimentamos o las ejercemos cada vez más ámbitos de la realidad. De hecho, la experiencia contemporánea de la estética es bastante similar. Tras el traslado del arte a la vida cotidiana y su supuesta democratización, todo objeto es proclive de ser interpretado o aprehendido como una experiencia sensible, artística o de fruición a partir de la cual construir experiencias estéticas; crear. Esto lo sabe bien el artista multidisciplinar (ejem) del sur de Londres Duval Timothy, que hace unas semanas presentaba su último trabajo “Meeting with a Judas Tree”, después de ser reconocido recientemente por otros lanzamientos como “Help” o “Sen Am”.
Junto a su nuevo trabajo, de seis cortes y unos treinta minutos, Timothy, que también vive por Sierra Leona, ha creado una película en la que representa la naturaleza, las hojas, las plantas, los árboles… Una obra fragmentaria que entra en conversación con las piezas de piano y las grabaciones de campo del álbum. El resultado es, por momentos, entrañable, pero la conclusión, desgraciadamente, dista mucho de resultar optimista. Si en la propia descripción del disco el londinense nos explica de forma parcial e impresionista los lugares en los que ha grabado este “Meeting with a Judas Tree” en los últimos tres años, su intento de traducir esas experiencias reducidas a impresiones a los propios giros y coyunturas de su música no termina de cuajar. Explicamos esto: lo que Duval Timothy presenta como una cualidad de su música, es decir, esa ambientalidad propia de intentar reunir los pedazos de una memoria lastrada a través de notas de piano, reverberaciones y grabaciones de campo, parece más bien una condición de la misma, una limitación que no logra superar.
Las colaboraciones del trabajo (con la fantástica Yu Su, con Fauzia, con Lamin Fofana), lejos de contribuir a esa sensación universalista de sensibilidad que lo impregna todo y que es compartida, tienden a evidenciar el otro problema del proyecto de Timothy: la socialización como centro de la experiencia estética. Siendo como somos denostadores de la idea del genio romántico no se nos podrá acusar de defender una concepción del artista como alguien solitario, en su atalaya, trabajando en su obra de manera tortuosa y anacoreta como algún fan lo imagina. Pero “Meeting with a Judas Tree” insiste en esa otra cuestión que tanto nos inquieta del arte y de la música contemporánea que es la concepción de las obras como proyectos (colectivos, colaborativos), cúmulos de ideas vagas que se desarrollan con las mismas herramientas que un proyecto empresarial y cuyo centro es la propia experiencia colaborativa y sus procesos de cooperación. Discos y trabajos (pasa más en el pop) cuya única diferencia con la campaña de comunicación de la Dirección General de Tráfico es el optimismo retrospectivo sobre el propio trabajo y su seguimiento en redes sociales. Al final del disco, nos han colado a Mahler, a varias productoras interesantes de la actualidad, hemos visto una película e imágenes subliminales de la naturaleza… Pero sólo hemos escuchado fragmentos perdidos, sueltos y desorientados, de las piezas del gran pianista que Duval Timothy se supone que es. Una lástima que el terreno ambiguo y abstracto pueda ser, por mucho que cueste creerlo, terreno seguro.