Ekin Fil: Feelings (Sunken Mall)

Cuando el año pasado todo se paró durante unos meses, el “silencio universal” se hizo más audible que nunca. En esta tesitura, escuchando el vacío silente que nos rodeaba, Ekin Fil, una artista turca, se dedicó a componer uno de sus mejores trabajos hasta la fecha. Especialista en ambient y en drone, con una década ya de recorrido y originaria de Estambul, la productora Ekin Üzeltüzenci, comenzó lo que este año se ha convertido en “Feelings”, su primer disco para el sello A Sunken Mall. Para quienes no lo conozcan, este sello berlinés, serio y metódico en sus propuestas, se trata de un preciosista subsello de Vaagner en el que se le ponen a todo portadas B/N y donde suelen seleccionarse trabajos solemnes, nostálgicos y algo ominosos de ambient; en una línea cercana a Sarah Davachi, pero con un ambiente eminentemente oscuro. Este año han lanzado el cuarto trabajo de Perila, “7.37/2.11”, que con “How Much Time It Is Between You and Me?” (de este curso también) había dado el salto hasta Pitchfork.

Pero volviendo a las cosas mismas. El nuevo trabajo de Ekil Fin es de este tipo de ambient herrumbroso que se acerca al folk, con apariciones vocales reverberadas y fantasmales. Su lento y parsimonioso desarrollo, basado en notas tocadas repetidamente sobre las que aparecen misteriosas distorsiones, cambios o alteraciones sonoras, recuerda a la propuesta de Grouper, pero no se queda ahí. Y es que, en mitad de estos ambientes metálicos y vacuos, de estas cajas de resonancia abisales y rudas, nos cuesta no acordarnos de aquel magnífico y sobrecogedor álbum que hizo Laurel Halo cercando el ambient en 2018, “Raw Silk Uncut Wood”. En ese trabajo, como en este, el ambiente sosegado y envolvente no produce en absoluto quietud; sino un poso de tensión que necesita resolverse en mitad de toda esta inmensa y sutil flotación.

Y es por eso que “Feelings” es uno de los discos de ambient más interesantes que hemos podido escuchar en este 2021. Porque crea una tensión apenas perceptible entre la relajación y la incertidumbre, porque mezcla con mucha facilidad y sintetiza sonidos más aparentemente acústicos, como pianos, con timbres tan densos y pronunciados que resultan irreconocibles. Es este un recordatorio hermoso de la evidencia de aquellos momentos de la cuarentena: la quietud contiene un germen de desasosiego, e igualmente a la inversa; hay algo inherentemente atractivo en lo sombrío, en lo inquietante que nos espera en este mundo y en nuestro tiempo. Esa es una sensación que Ekin Fil recoge con profunda riqueza.