Con la noticia publicada hoy por el Sonorama Ribera, en la que han confirmado a Raphael aka El Tamborilero aka El Cuñao de Jose Bono aka Él es aquel, se confirma lo que me venía oliendo hace ya tiempo. Cómo nos gusta creernos especiales, escuchar eso que ahora llaman “guilty pleasures” (o por lo menos hacerlo ver, para cultivar una imagen de excéntrico urbanita amante de la música en todas sus vertientes) y crearnos una imagen distorsionada de nosotros mismos, imagino que para intentar escapar de la aplastante uniformidad, ya sea musical, de vestimenta o de hábitos de consumo y ocio, que asola nuestras ciudades supuestamente europeas.
Es algo que nunca he entendido, pero que sucede. Y cada vez más. Que si se pone de moda el cine quinqui, pues claro, todos hemos tenido un amigo como El Pera y escuchábamos a Los Chunguitos en el Supermirafiori de nuestro abuelo. Mentira. Si el synthpop cutrón asoma la cabeza y tiene un revival de tres días y medio, por supuesto que vosotros teníais millones de cintas pobladas de basura electrónica ochentera. Mentira. Que si venden camisetas de los Ramones en los sentros comersiales, vosotros os los poníais día sí día también en vuestro walkman para ir al cole. Sí, claro, y también a Los Nikis mientras esnifabais cola y decíais “no quiero” a casi todo. ¿Me dicen que el rap está pegándolo? No me lo digas, tu primo y tú le dabais a los fat beats con las primeras cintas que os pasaban los marines de la base de Torrejón de Ardoz en los 80. Que el Primavera Sound trae a grupos de black metal, bah, vosotros ya escuchabais a los Venom y tirabais petardos en ermitas en vuestro pueblo en los 90, claro. Pero, cosas de la vida, al final resulta que los clubes se llenan con los mismos artistas de siempre, los festivales, a no ser que tiren de los grandes nombres poperos de toda la vida, no se comen un torrao, y en las salas pequeñas, donde se alimentan las escenas y los grupos que, estos sí, marcan tendencia si es que eso significa algo, mueren de inanición a pesar que a todo el mundo le gusta todo y lo ha visto todo. No sé a vosotros, pero a mí no me salen las cuentas. Así que menos tonterías, menos soltar chorradas por internet y un poquito más de sinceridad, porque al final, aunque no queráis y lo intentéis tapar entre cháchara barata, a todos se nos ven las costuras en algún momento.