“-Te voy a violar.
-Vamos a violar a todo tu equipo.
-Súbete la camiseta para enseñarme las tetas y el culo.
-Se os nota el tanga.
-Vamos al vestuario y te violo.
-Tu madre me la chupa.
-Tienes cara de chuparla bien.
Todo esto he recibido durante los 90’ que ha durado el partido. Soy la número 9 de Osasuna Nacional“.
Karolina Sarasua, delantera del club de fútbol navarro Osasuna Femenino B, con tan solo 17 años, se atrevió a denunciar, a alzar la voz, a hacer públicos los insultos y amenazas machistas que recibió el pasado 10 de octubre mientras jugaba con su equipo ante el S.D. Nueva Montaña por parte de un grupo de jóvenes con edades entre los 11 y los 17 años. Ellos estaban fuera del campo así que la árbitra no pudo hacer nada más que incluirlo en el acta del encuentro. Sarasua recibió apoyo y aliento por parte de compañeras, como la capitana del F.C. Barcelona Alexia Putellas, del presidente del Nueva Montaña -que presentó una denuncia y aportó un vídeo a la Policía Nacional que él mismo grabó- e incluso del Gobierno y del Parlamento de Navarra que mostraron su rechazo por “los graves insultos machistas”.
Algo está cambiando, sí. Hemos evolucionado porque hasta no hace mucho esto seguramente habría pasado inadvertido, pero el Gobierno y el Parlamento de Navarra identificó el problema al añadir la palabra machista, cosa que no hicieron la mayoría de medios que se hicieron eco de la noticia. La coletilla “de índole sexual”, fue una de las más repetidas: hace falta identificar, nombrar. Porque lo que no tiene nombre, no existe.
“El fútbol es una de las expresiones culturales más machistas que hay, es indiscutible“, zanjó Jorge Valdano en una entrevista reciente en Catalunya Ràdio a la vez que ponía como ejemplo que no existe ningún caso en LaLiga de un jugador que haya afirmado ser homosexual precisamente porque el fútbol es cosa de machos muy machos. Como lo dice él, Jorge Valdano, campeón del mundo en la cancha, imbatible en el discurso, un hombre además, la sentencia cobra autoridad, peso. Si lo digo yo, que no soy Jorge Valdano, se discutiría no sólo porque no soy Jorge Valdano, sino porque soy mujer. Y, ya se sabe, tendemos a la exageración según el manual no escrito por el que la mayoría hemos sido educados desde que el mundo es mundo. Y sí, el mundo del fútbol es machista en general y especialmente en particular porque sigue siendo el último reducto, la última frontera. Un mundo dominado y contado por ellos de forma absolutamente mayoritaria y en el que las mujeres avanzan a paso de tortuga frente a las barreras, zancadillas, insultos y un mejunje insoportable del machismo más rancio y casposo de toda la vida aderezado con una condescendencia que debería provocar sarpullidos y hacer saltar todas las alarmas.
Pero si vivimos en un mundo, en un país, en el que se niega incluso que exista violencia machista, en el que se afirma que la violencia no tiene género, en el que los asesinatos de mujeres y de niños para castigar a las mujeres se asimilan y digieren como si fueran parte del paisaje pese a los fríos números y estadísticas, ¿qué se puede esperar del fútbol? El fútbol es un espejo de la sociedad en la que vivimos y el reflejo, simplemente, nos devuelve la realidad aumentada por la magnífica visibilidad que tiene. Quien no admita la premisa principal, que no siga leyendo. ¿Para qué perder el tiempo en lugar de seguir rascándose los huevos confortablemente en el sofá? ¿Por qué no seguir disfrutando de sus privilegios de siglos? ¿Para qué pensar y revisar comportamientos y actitudes aprendidas que te hunden en la vergüenza cuando las asumes y eres consciente de ellas? Pero si crecimos con el ¡¡¡ Míchel, Míchel, Míchel maricooooón!!! Y nos hemos hecho mayores con “el fútbol femenino ni es fútbol, ni es femenino”. Y qué risas, joder. Qué risas más buenas. A ver si ahora uno no se va a poder ni reír, que al final vamos a terminar sin poder decir nada, hombreya. Que tenemos la piel muy fina y, ya se sabe, somos unas exageradas.
El ejemplo del Barça femenino
El equipo femenino del Barça es el actual campeón de la Champions. Un hito porque son las primeras en nuestro país en lograrlo. Hicieron historia aplastando en la final al Chelsea por 0-4 y el partido fue seguido por más de un millón de personas en tres canales (TV3, Barça TV y Gol TV). Una cifra récord que nunca se había registrado para un partido de clubes de fútbol femenino a pesar de que se solapaba con la jornada de LaLiga masculina.
Dos semanas antes, cuando el equipo se clasificó para la final -la segunda en su historia- en el estadio Johan Cruyff al ganar al PSG, Laporta y compañía: el vicepresidente primero, Rafael Yuste; el vicepresidente del área social, Antonio Escudero; el tesorero Ferran Olivé, el vocal Joan Solé, el CEO Ferran Reverter, el director deportivo, Mateu Alemany, el secretario técnico, Ramon Planes, el director de Relaciones Institucionales Guillermo Amor y el adjunto al presidente en materia deportiva Enric Masip, celebraron la victoria en Valencia. Sí, en Valencia. El presidente y compañía optaron por acompañar al equipo masculino que jugaba en Mestalla en lugar de estar en el palco apoyando al femenino. La excusa fue el protocolo Covid, pero a Laporta le habría dado tiempo a ver las semifinales de la Champions que se disputaban a las 12 del mediodía y viajar después a Valencia -que no está en la Cochinchina- para ver al de Koeman que jugaba a las nueve de la noche. Su ausencia fue criticada a pesar de los esfuerzos de su fiel escudero Enric Masip publicando en su cuenta de twitter que estaban donde debían estar. A veces, ni siquiera se molestan en disimular cuáles son las prioridades, que quedaron indudablemente claras estando en un sitio y no en el otro. En la foto de la celebración, por cierto, se podía ver de fondo en una pantalla gigante a Leila Ouahabi, a la que un mes antes de ser presidente del Barça, Laporta ni conocía, ni le sonaba el nombre.
El exitazo del equipo femenino del Barça ha supuesto un empujón en términos de visibilización por el interés que han despertado y gracias a la cobertura mediática. Una simple cuestión de justicia. No se habló de ellas por ser mujeres, se habló porque llegaron a la final y la ganaron; nadie les hizo ningún favor. Ojalá no haya marcha atrás porque es legítimo dudar de qué pasará si dejan de ganar. ¿Seguirán suscitando el mismo interés? ¿Continuará el seguimiento constante por parte de los medios de comunicación? Veremos…
Mientras, y a pesar del anuncio a bombo y platillo el pasado mes de junio de que el fútbol femenino sería profesional este mismo año, es el cuento de nunca acabar. Las reuniones siguen, no se logra un acuerdo y algunas jugadoras siguen peleando a día de hoy por regularizar su precaria situación. Sin ir más lejos, este mismo viernes la Inspección de Trabajo y Seguridad Social ha estimado la denuncia interpuesta por las jugadoras del Rayo Vallecano contra el club por no estar dadas de alta en la Seguridad Social al comienzo de la temporada. En una rueda de prensa el pasado mes de agosto, las jugadoras relataron los problemas que tenían hasta para pagar el alquiler (con amenazas de desahucio incluidas) y hasta para poder acceder al gimnasio, servicios médicos y fisioterapia con material adecuado tal y como sí podían hacer sus compañeros hombres. “En resumen, queremos desarrollar dignamente nuestra profesión“, explicó Paula Andújar, una de sus capitanas.
Las reivindicaciones de las futbolistas no son nuevas. El 19 de febrero del 2020 se firmó, por fin, el primer convenio colectivo del fútbol femenino. Después de más de un año de negociaciones, una huelga y nada menos que 31 reuniones. Y todo para pedir lo básico: un salario mínimo de 16.000 euros y unas condiciones laborales reconocidas. El silencio por parte de sus colegas masculinos fue escandaloso. No hubo ninguna reacción grupal y la gran mayoría ni siquiera fueron capaces de mover un dedo para darles apoyo en sus redes sociales con miles de seguidores. Antoine Griezmann fue una de las excepciones del club de los famosos y millonarios. Y a pesar de este panorama, todavía hay quien asegura que no, que el fútbol no es machista.
Los datos no mienten
Nada mejor que los datos para ilustrar de hasta qué punto el fútbol sigue siendo un deporte que manejan los hombres. De los 16 banquillos de la Liga Iberdrola, sólo cinco están ocupados por mujeres: Iraia Iturregi, del Athletic Club, Natalia Arroyo, de la Real Sociedad, Sara Monforte en el Villarreal, Andrea Esteban en el Valencia y Ana Junyent en el Eibar. Por supuesto, que una mujer pueda entrenar ahora a un equipo de fútbol masculino en la máxima categoría es una entelequia, un unicornio. Yo no creo que llegue a verlo nunca, vaya.
No se vayan todavía, que aún hay más. En el fútbol profesional sólo hay dos presidentas: Victoria Pavón del Leganés y Amaia Gorostiza en el Eibar, dos de 42. El pasado 3 de octubre, en el Getafe-Real Sociedad, por primera vez en la historia dos mujeres estaban en el equipo arbitral: Guadalupe Porras y Marta Huertas de Haza. La representación en las Juntas directivas también es mínima, testimonial. En los dos grandes clubes, Real Madrid y Barça, sólo hay dos mujeres: Elena Fort y Catalina Miñarro. Y estamos en el 2022.
Los números cantan. Y a pesar de ellos, hay quien asegura que no, que el fútbol no es machista.
Los medios de comunicación
Las redacciones de periodistas deportivos también son cosa de hombres, mayoritariamente de hombres. Y las tertulias. Y las narraciones de las retransmisiones. Y los controles de las retransmisiones. Y en los estadios también son ellos de forma mayoritaria los que realizan las fotos o son operadores de cámara. Y los datos, los análisis y estadísticas también son varoniles. Y los cronistas de los diarios.
Las periodistas en televisión se ven relegadas a un segundo plano: a pie de campo o entrevistando en el palco.
Y suelen tener algo en común además de ser profesionales: son jóvenes y guapas. A ellos no se les exigen los mismos requisitos en ningún caso. La experiencia, que sólo se consigue con años en el oficio, es un punto a favor de ellos y una losa para ellas. Ellos pueden ser calvos, mayores, gordos o flacos. El estándar para ellas es jóvenes, guapas y delgadas. Está a la vista. Sólo hay que darse cuenta y dejar de pensar, ni que sea por un instante, que ellos están ahí por méritos que las mujeres no logran alcanzar. El problema principal de las mujeres para no llegar a las mismas cotas de excelencia profesional que sus colegas es que no tienen pene. No es que no sepan, que no les interese, que no sean resolutivas, que no estén bien articuladas o que no manejen fuentes de información. No. Es la ausencia de pene.
El pasado jueves se dieron a conocer los Premios Ondas. La cobertura de Mediaset de la Eurocopa 2020 y el programa Què T’hi jugues de SER Catalunya fueron los únicos premios para deportes. Miren las fotos de los equipos, mírenlas bien. En el de Mediaset aparecen 11 hombres, ninguna mujer. En el de la SER, 12 hombres y dos mujeres. ¡Bah! Una casualidad. Tampoco es para tanto, -ya saben: somos unas exageradas-. Si no hay más mujeres por algo será…
Y así se perpetúan, así se sostienen, los esquemas de toda la vida. De la vida machista, claro, que continúa sin que le rechinen los engranajes y son capaces hasta de ofenderse una barbaridad cuando les señalas lo obvio, lo que está a la vista. ¿Un ejemplo? El pasado 5 de octubre se celebró en la Universidad Complutense de Madrid una mesa redonda sobre “Periodismo Deportivo y los Nuevos Formatos de Streaming” organizado por la Universidad y la Asociación de la Prensa Deportiva de Madrid con siete invitados, ninguna mujer.
Cuando se anunció dos semanas antes en las redes hubo críticas a la organización, incluso desde el Consejo Superior de Deportes, seguidas de algunos golpes en el pecho mientras resonaba el clásico “¿pero cómo voy a ser yo machista?” por parte de algunos de los invitados. No solamente no variaron nada, ni asumieron el error, sino que encima se sintieron agraviados en lo más hondo. Y así, el 5 de octubre, desde la cuenta de Twitter de la Asociación de la Prensa Deportiva, se difundió un mensaje en el que se podía leer tras los agradecimientos: “Asimismo, dentro del respeto a todas las opiniones vertidas sobre la organización de este evento (como decía el periodista norteamericano Walter Lipman, “donde todos piensan igual, nadie piensa mucho”) la APDM quiere resaltar la importancia crucial que tiene el periodismo en estos momentos, y más concretamente sus vertientes vinculadas a la contrastación de la información, la verificación de la misma, la reflexión y el análisis, en contraposición a los vacuos comentarios colgados en las redes sociales ante la simple aparición de una imagen, un cartel o un titular”. Podían haber acabado con chimpún. Total, ya puestos…
A las alumnas de la Complutense que quieran dedicarse al periodismo deportivo ya les ha llegado el mensaje alto y claro: ellos mandan y se reúnen y teorizan y hablan y citan a periodistas norteamericanos y respetan las opiniones para acto seguido calificarlos de vacuos porque la imagen, el cartel, el titular que estás viendo con tus propios ojos no es para tanto. Eres tú, que eres una exagerada. No ellos.
Y después de todo lo anterior, aún hoy, todavía, estoy escribiendo este artículo para demostrar que sí, que el fútbol es machista. Y habrá quien no se lo crea.