El noble oficio de ser dj residente

Una reflexión en torno a una figura a menudo menospreciada en el mundo del clubbing. Support your local djs!

Normalmente, cuando vemos un line up anunciando varios dj’s, podemos hacer el siguiente análisis: una serie de nombres en primer plano, por lo general destacados (escritos con letras más grandes o en negrita), que nos indican quiénes serán los artistas invitados; y en un segundo plano mucho más discreto, casi siempre debajo de los primeros y en letra más pequeña, unos nombres que hacen referencia a los dj’s residentes.

Vale que hay honrosas excepciones, como todo en la vida, pero así en general, la conclusión es la siguiente: hay una jerarquía. Primero van los importantes (artistas invitados), y detrás los residentes (los secundarios).

Dicho esto, podemos hacer otro análisis diferente, o buscarle pies a un gato: ¿Por qué son más importantes los dj’s invitados que los residentes?

Si nos remontásemos al inicio de los tiempos, cuando se fraguaban los primeros clubes o sitios donde la gente iba a bailar, y observásemos por un agujero espaciotemporal lo que allí sucedía, nos encontraríamos con un mundo paralelo en el que solo había residentes. Personas que se encargaban de hacer bailar al personal noche tras noche, que conocían perfectamente el percal que tenían en la pista, y que levantaron / consolidaron auténticos mitos de esta cultura.

Suponemos que de aquella a lo mejor ni siquiera había flyers, ni anuncios de ningún tipo que no fuesen boca a boca, pero seguramente (nos consta) los nombres de esos dj’s residentes se conocían y se apreciaban.

En algún momento toda esta escena empezó a crecer y las tornas fueron cambiando: esos sitios donde la gente iba a bailar se convirtieron en clubes propiamente dichos, con licencia de apertura y esas cosas, con programaciones y artistas invitados, flyers, anuncios, etc.

Pero hubo algo que permaneció en el tiempo: la figura del dj residente. Porque no se entiende un club sin su presencia, porque directamente no podría existir.

Con las mismas responsabilidades de antaño (saber de qué pie cojea el público y hacerles bailar desde el minuto cero) pero ante las nuevas exigencias del mercado, el dj residente tiene varias novedades en sus funciones: ahora hay artistas invitados y el residente pasa a pinchar solamente al principio de la noche y en ocasiones al cierre, para dejarle las horas centrales del apogeo al invitado.

Esto le obliga a desarrollar nuevos skills, como por ejemplo adaptarse al invitado y su personalidad musical (no vendría muy a cuento pinchar deep house antes de alguien que vaya a poner todo patas arriba con techno, o pisarle todos los temas al invitado que venga después), estudiar antes quién es ese invitado y tener música para un roto y para un descosido para hacer algo coherente por si es de tal palo o de tal astilla, y quedar un poco como personaje secundario de banquillo, tanto en el flyer como en la realidad. Y todo esto a pesar de que, repetimos, no se entiende un club sin su dj residente. Es más, es que tan importante es esa labor de calentar la pista para el artista invitado que hasta tiene un nombre propio: hacer un warm up.

Bien, hagamos un repaso entonces: ser dj residente es uno de los oficios más antiguos de este mundillo, es indispensable para los clubes y la escena, e implica responsabilidades y dedicación. Conlleva bastante más dificultad que ser artista invitado (porque el invitado no tiene que amoldarse a nada, simplemente es el artista que figura como cabeza de cartel, el protagonista, la estrella de la noche, el reclamo para la gente), cobra bastante menos que el resto del line up a pesar de que seguramente pinche más tiempo y a peor hora, y su nombre aparece más pequeño y en una esquina del cartel. Ok. Seguimos.

A pesar de todo, el dj residente sigue capeando el temporal y sigue dejándose su tiempo y su dinero en la encomiable labor de su oficio, sigue siendo el responsable del club, y en ocasiones todo ese trabajo tiene una recompensa: ascender a artista invitado.

No vamos a nombrar uno por uno todos los dj’s que dan o dieron vueltas al mundo de bolo en bolo para certificar que la mayoría llegaron a ese status a través de la residencia que los hizo grandes porque semejante lista no cabría ni en todo el servidor de este medio, pero si tal podemos citar cuatro casos de éxito (Sandrien desde el Trouw, Ben Klock y Marcel Dettmann desde Berghain, y si nos ponemos tontos, Larry Levan desde Paradise Garage).

Aunque ahora las puertas de la fama están más ligadas a labores de producción (sobre esto también podríamos debatir y discrepar largo y tendido), hubo un tiempo no muy lejano ni desaparecido del todo en el que nadie saltaba a la palestra sin haber pasado por una residencia previamente. Ser residente era, también para esto, la clave de todo.

¿Hace falta mucho más para que empecemos a valorar al dj residente como tal?

Pues por lo visto, sí. Porque a día de hoy sigue siendo un personaje secundario, tanto en el cartel como en nuestros corazones.

Seguimos avanzando en el tiempo y llegamos al presente: cada vez hay menos clubes, pero más macrofestivales. En estas tornas ya directamente no hay residentes, solo artistas invitados. A lo mejor hay dj’s locales que se encargan de las indispensables labores del residente (animarle la pista a la estrella de turno y pasar el coche escoba al cierre). Pero ya no hay una residencia propiamente dicha; ahora es una labor freelance. ¿Qué futuro nos espera? ¿De dónde van a salir esos dj’s locales?

Recapacitemos, queridos clubbers. Hagamos justicia. Aprendamos a valorar a nuestros dj’s residentes. Reconozcamos que sin ellos no tendríamos nada. Admitamos que cumplen hasta una labor educativa si me apuras. Apoyémoslos. Esforcémonos porque este noble oficio primigenio no desaparezca nunca. Support your local dj’s.