Òscar Broc pone en su sitio, con su habitual ironía, a toda la tribu indie exaltada con el fenómeno trap. Bienvenido a 2017, Señor Mayor del Indie.
Shhh. No hagas ruido o el Señor Mayor del Indie nos detectará. Achanta el mirlo, pues estás viendo un ejemplar en peligro de extinción. Hete aquí un organismo caduco que la evolución, en un acto de generosidad, ha tenido a bien mantener con vida 10 minutos más; el último estertor de una bicha que no tiene intención alguna de convertirse en pasto de gusanos sin antes dar un poquito de guerra. Pues venga.
El Señor Mayor del Indie aúlla en posición fetal en la ducha y se castiga con imágenes terribles: él atado a una silla, mientras Kinder Malo lee en voz alta Indies, hípsters y gafapastas de Víctor Lenore. Nando Cruz utilizando los vinilos de Acuarela de su colección para equilibrar mesas y abanicarse. Y lo más doloroso…. El trap. El puto trap.
El Señor Mayor del Indie también fue joven y también se prometió no convertirse nunca en un adulto intransigente con las nuevas generaciones, como esos carcamales que le decían que Sonic Youth sonaba como la cafetera de la yaya Pepi.
Pero las cosas se han torcido.
El tipo ha acabado traicionando su promesa y ha sacado los galones para ponernos sobre aviso: el trap es el fin de la música española. El trap es un fraude. El trap es ETA. Fíjate en él, joven nacional. Ahí lo tienes, apoltronado en su sofá. Rodeado de vinilos de La Buena Vida manchados de speed. Patillas tochas, lupas de pasta, el libro del tipo de Eels… ¡Una foto de Julio Ruiz, en el after de Benicàssim 97, hecha jirones (y recompuesta con celo)!
Cual pollino de carga, el Señor Mayor del Indie soporta en el lomo toneladas de resentimiento. Su sueño de juventud se ha hecho añicos. Con lo que costó levantar todo aquello. Sus periodistas favoritos de Rockdelux, convertidos en activistas del reggaetón. Jota de Los Planetas y el tipo de El Último Vecino coqueteando con Yung Beef y la Zowi. Los focos del underground musical patrio puestos sobre unos críos que llevan riñoneras Vuitton bajo el sobaco, fuman césped venenoso, hablan raro y exhiben más quincalla que el carromato de un chatarrero zíngaro.
Igual que Fran Rivera llamando guarros a los antitaurinos, el Señor Mayor del Indie apela también a un ‘cuñadismo’ de carajillo para denostar a la generación trap. Pero aquí hay un problema de base. A la peña del trap no se la pueden traer más al pairo los órdagos de los seniors. “¡Pelacañas, arrastracueros, pataliebres, calzamonas, muerdesartenes!”. El Señor Mayor del Indie no se percata de que su discurso, supuestamente beligerante, reverbera en el cerebro del trapper como una milonga ininteligible en castellano decimonónico. No hay respuesta desde el otro lado, sencillamente porque el otro lado no entiende, no tiene ni repajolera idea de lo que es el romanticismo musical y mucho menos el indie; al otro lado se la suda lo más grande; el otro lado está ocupado contando billetes y abriendo paquetes de Nike.
El Señor Mayor del Indie tiene la sensibilidad feminista a flor de piel, se siente ultrajado por el papel de la mujer en los videoclips y en las letras de los pipiolos trappers. Da igual que lleve una camiseta supercool de NWA, el grupo más misógino de la historia del rap. Da igual que en sus bandas preferidas de indie pop hubiera una mujer por cada 20 hombres. El Señor Mayor del Indie se sitúa en una posición de superioridad moral que le permite ver en la horda trapper todos los defectos que no supo ver en su escena. Y de ahí no lo sacas.
El Señor Mayor del Indie, además, se ha vuelto un sibarita del virtuosismo instrumental. Toda su juventud escuchando grupos que solo usan tres acordes, soportando conciertos de Los Planetas que sonaban peor que una fábrica de estufas explotando, y ahora toca ponerse quisquilloso con los directos caóticos de muchos artistas del trap.
Seamos honestos, en los conciertos de trap suele haber más gente en el camerino que en la pista, no existe una narrativa, es un sálvese quién pueda de porros y espontáneos en el escenario. A la sopa boba. Pero por alguna razón, este modelo de directo-verbena 2.0 encoleriza al Señor Mayor del Indie, que se ha tenido que tragar actuaciones de rock en festivales veraniegos seguramente peores pero parece no acordarse. A veces pienso que lo que le carcome no es tanto la calidad de los directos como el hecho de contemplar alarmado el comienzo del fin del modelo tradicional de concierto de rock al que le tiene tanto apego.
Noto en el Señor Mayor del Indie cierto menosprecio por la bajeza arrabalera de los héroes adolescentes del trap. Los contempla con una lupa irónica, desde un escalafón intelectual superior. Al Señor Mayor del Indie le importan demasiado las referencias. El pasado. La herencia. Valores que en el panorama musical actual ya no computan. Para él, el trap es música de latón sobre tráfico de drogas y folleteo. Chalados iletrados sin valores ni respeto por el pasado. Poco más. Conocemos el discurso elitista generacional, es el mismo que nos tocó escuchar a nosotros de adolescentes.
A veces pienso que al Señor Mayor del Indie le jode que estos tiparracos de la calle hayan hecho gala de todo el ingenio que le faltó a su escena para promocionarse. Que hayan dado una lección de marketing sin rendir cuentas a nadie, con un modelo de negocio autogestionado, ajeno a la maquinaria de la industria; con un rollo nihilista y materialista a rabiar que también hace pupita.
Porque el Señor Mayor del Indie te saldrá siempre con el cuento chino de que sus ídolos underground no estaban en esto por el dinero, que la glorificación de la pasta y la ostentación trapper es un de una bajeza moral vomitiva. Me gustaría ver los cachés que pedían sus bandas favoritas de indie en la edad dorada del movimiento. Me gustaría saber cuántas de estas bandas se vendieron por cuatro perras gordas al becerro de oro.
También he detectado cierta indignación entre los fósiles del indie por la glorificación del consumo de drogas duras del trap. Y eso que el indie se construyó sobre un Everest de cocaína y otras sustancias. A lo mejor lo he soñado, pero ¿no eran los Planetas los que decían a aquello de cuatro millones de rayas? ¿Lou Reed no le dedicaba cancioncillas a su querido traficante? ¿Suede no tenía una canción llamada Heroine? Para El Señor Mayor del Indie, los trappers son camellos metidos a músicos. Parece olvidar que sin camellos, seguramente muchos de sus grupos favoritos habrían existido. Joder, no descarto que algún artista de trap esté ahora mismo pasándole un par de pollos de alita a alguna vieja gloria del indie en el Macba.
El señor Mayor del Indie solo tiene dos opciones. Lo más sensato sería bajar del pedestal y aceptar el cambio de paradigma. Dar la bienvenida a la consolidación de nuevo modelo de pop, tanto en los estructural como en lo musical. La otra opción es la que me temo que se impondrá: refunfuñar, hundirse en la nostalgia y no aceptar una ruptura tan radical. Eso sí, por mucho que se lamente, el Señor Mayor del Indie no podrá evitar que sus hijas hagan twerk en la cocina y le pidan al ratoncito Pérez el mismo esmalte de uñas de Bad Gyal. Bienvenido a 2017.