El pasado 7 de diciembre nos acercamos al club afincado en la madrileña Estación de Chamartín, LAB, donde tenía lugar el primer Crow del mes con un cartel potente servido por Broken English Club,Pär Grindvik e Inigo Kennedy. Así lo vivimos.
La semana había sido muy corta para algunos. En Madrid, el ambiente festivo se respiraba por doquier debido a los diferentes acontecimientos que colmaban la ciudad. Y desde luego, la electrónica se encontraba entre ellos, haciéndose con un amplio hueco ya desde el miércoles. Sin embargo, para los que seguíamos ansiando que llegase el viernes, como cada semana; puntual y repleto de vitalidad, sentir nuevamente el graznido de los cuervos más noctívagos y sugerentes era y es una sensación adictiva de placer. Es por eso que, no podíamos faltar el pasado día 7 a nuestra cita ineludible con el techno más carismático al mismo tiempo que variopinto. Crow Techno Club, la propuesta más underground del madrileño club LAB, inauguraba un diciembre con altas revoluciones y con un cartel de los que te dejan boquiabierto, compuesto por cuatro artistas con un bagaje incuestionable.
Nos acercamos a las inmediaciones del club, en la Estación de Chamartín, un poco antes de que finalizase su warm up Sabino González, residente del mítico y castizo club de los domingos, Cassette. Quien realizó un set de hora y media muy enfocado en la línea de ir calentando la pista, pero no en demasía. Con prudencia, pero elegancia, allanó el terreno a uno de los momentos clave de la noche, el live del británico Oliver Ho aka Broken English Club. Cabe decir que, el hecho de que muchos optasen por irse de puente se vio un tanto reflejado en la afluencia de gente con respecto a otras ocasiones. No obstante, el ambiente era perfecto para poder dar rienda suelta a nuestros bailes sin agobios de ningún tipo. Además de que la música aquella noche consiguió abstraernos de nuestra realidad, desde el primer al último track.
Enfundado en la evidente experiencia que le avala, pero con su toque vanguardista y elocuente que le caracteriza, Broken English Club tomó los mandos de una cabina que estaba encantada de recibirle, a él, y a su formato live tan aclamado. No es de extrañar, condujo la nave que nos llevó a los confines más allá de un techno facilón y masivo. Se adentró en nuestras conexiones neuronales, y con su calidad indiscutible encendió nuestros motores corporales, para que no pudiésemos quedarnos quietos un instante. Un disfrute puro para oídos exigentes, aderezado con unos visuales que revalorizaban más aquella experiencia tan sensorial. Con un set-up de lo más sencillo, en donde lo que destacó por encima de cualquier cosa fue la baqueta y el bombo a los que con espontaneidad y creatividad dejó procrear. Dándonos así el gusto de fundirnos con tracks de su más reciente álbum, White Rats o de perder la cordura y desmelenarnos por completo con otros más instrumentales como Wreck o de corte retro como Divinity. Todo ello para finalizar devolviendo la calma con cierto toque introspectivo y trascendental a una bandada de cuervos que lo habían dado todo.
Tras él, llegó el sueco Pär Grindvik, que cumplió y superó con creces todas las expectativas puestas en su persona. Habíamos oído hablar y muy bien de la energía que le caracteriza, amén de un gusto musical amplio y suculento, que no dudó en mostrarnos con un buen humor que, sin duda, contagió a la pista, quien estaba ávida de más intensidad. Y eso es lo que recibió, en las medidas correspondientes y con la graduación óptima, Grindvik cinceló una hora y media definidas por una contundencia y un magnetismo palpable en cada transición, así como en la selección. Comenzó con ciertos halos de electro mental, pero de un tipo mucho más minimal e inteligente, reflejado en temas como el Chains of Abstraction de Kessell o Critical Consequence de Spora, ambos de Pole Group. Aun así, el público clamaba por un techno sólido y sin minuciosidades, de aquellos que al primer bombo te rozan hasta glándula pineal. Y este vino dado en forma de tracks como Flight 19 de Cleric & Dax J. De lo que no cabe duda, es de que se ganó al público dando todo lo mejor de sí, quien le agradeció su pasión con una calidad ovación. Le dejó el listón muy alto al último invitado de tan inflamable y melómana velada.
Inigo Kennedy era el encargado de poner el broche de oro a la jornada. A nuestro parecer, se consagró como el maestro de la noche. Sonriente y seguro, se mostró agradecido en todo momento por la atmósfera con la que estaba lidiando tan a gusto. Y a la que compensó con un techno categórico, rudo, oscuro, pero también bailongo y disfrutón. Tras él, formas de lo más robóticas y sugerentes se disolvían. Acrecentaban la travesía sonora de la que estábamos gozando.
Tomó el relevo y se inició experimental y etéreo, parecía que quería contarnos una historia, a la que no le faltase de un ingrediente para hacerla memorable. Su ecléctica sesión contó desde el EBM con ritmos lentos hasta el techno más demandado. Dio tiempo y espacio hasta para clásicos que, a priori, no se asociarían a su esencia, pero que inyectándole su personalidad los volvieron un acierto seguro como el Flash de Green Velvet o Clear Skies de Dustin Zahn. Asimismo, nos conquistó con tracks de su propia cosecha y que muestran muy bien la técnica y precisión con la que cuenta y a la que avalan años de carrera como Magma, al que le confirió un sitio especial o Catharsis, junto a Oscar Mulero.
Como si de una señal -por estos días caóticos que corren y nos acontecen- se tratase, lanzó de cara al final Escape The System de Dax J, tema que junto al Labyrinth de David Meiser enloqueció por completo a un público que no quería irse a casa. Y es que, qué rápido pasa el tiempo cuando uno lo invierte en momentos que le hacen feliz. Casi las 6:30 de la mañana y parecía que nos habíamos hecho un maratón. Y lo cierto es que sí, pero de buena música. Algo que no tardaremos en repetir, pues como ya os contamos, en diciembre, el buen techno aterriza todos los viernes en LAB.