Lo que hemos vivido durante este último año y medio es posiblemente la realidad menos utópica que podríamos imaginar. Durante la misma, el británico Dax J ha cocinado a fuego lento una contraposición conceptual con el fin de que este periodo quede grabado en nuestras memorias también en forma de música.
A raíz de leer “Sapiens” de Yuval Noah Harari -era la segunda vez que lo intentaba-, el artista británico-japonés nacido en Londres halló el modo de tomarse la situación de pandemia con mayor calma y dar así con la inspiración que le condujo a terminar “Utopian Surrealism“. Así se llama su tercer álbum de estudio, fruto de innumerables descartes, tropecientos feedbacks ignorados e infinitas vueltas de tuerca tras varios testeos fallidos en clubs.
El resultado llega en forma de 10 cortes en los que el techno es protagonista, acompañado habitualmente por guiños al jungle y al drum and bass, géneros que marcaron los inicios de Dax J bajo su alias alternativo Dangerous. En “Utopian Surrealism”, Dax J observa nuestra transición como sociedad hacia una nueva era distópica, en la que cada vez se hace más difícil discernir entre lo real y aquello radicalizado por las redes globales de manipulación masiva. “Realidades extremas y polarizadas, inteligencia artificial, decepción y pobreza masiva son conceptos que permanecen ocultos mientras avanzamos en bloque hacia la siguiente etapa de nuestra propia evolución“, nos cuenta.
Tras casi dos años, volvemos a encontrarnos con Dax J para charlar sobre este nuevo trabajo largo, pero también sobre sus experiencias durante el encierro, las lecturas que influenciaron el álbum, las peleas con sus amigos más íntimos, los vaivenes emocionales fruto de la situación mundial, sus próximas grandes fechas… y, en definitiva, sobre su pasado, presente y futuro.
Dax, gracias por volver a dedicarnos este rato. La última vez que hablamos fue en diciembre de 2019, cuando visitaste Razzmatazz, en Barcelona. No has vuelto a pisar España desde entonces…
Sí… La verdad es que echo mucho de menos Barcelona y España. Lógicamente, el principal motivo por el que aún no he vuelto es la COVID-19. Por lo que he ido viendo, España ha sido uno de los países con mayores restricciones. Junto con Italia, son los dos únicos países, de entre los principales de Europa, en los que aún no he actuado tras la pandemia.
¿Te veremos pronto por aquí?
Lo cierto es que no te lo sé decir. Estoy notando que la mayoría de los clubs -por no decir todos- están contratando artistas muy a última hora, a tres o cuatro semanas vista. Antes de la pandemia, los clubs solían tener cerrada su programación a cuatro meses vista. Imagino que no quieren arriesgarse a que nuevas restricciones les hagan cancelar demasiadas fechas. Tiene todo el sentido y apuesto a que seguirá siendo así hasta que llegue el verano de 2022. Tengo esa sensación. En cuanto a visitar España, supongo que acabaré yendo pronto, pero será un anuncio a última hora. Quizás en diciembre sale algo.
De hecho, estabas anunciado para pinchar en Amnesia Ibiza este verano.
¡Es cierto! El evento se canceló tres días antes por motivos políticos. Increíble…
Antes de la entrevista me preguntaba si todo el jaleo del Brexit podía tener algo que ver. Intuyo que, pese a ser británico, al vivir en Berlín, apenas te ha afectado.
Está claro que, para el Reino Unido, abandonar la Unión Europea fue una idea pésima. Pero, aun así, tampoco afecta tanto a la hora de viajar. Ya antes no éramos parte del espacio Schengen, por lo que igualmente había que presentar pasaporte para entrar y salir, etc. En lo que sí me está afectando el Brexit es en las compraventas online. Tanto a la hora de comprar equipamiento técnico del Reino Unido como a la hora de vender discos en formato físico y enviarlos a las islas, el proceso se retrasa muchísimo y, encima, nos hacen pagar unas tasas altísimas.
Hay artistas británicos, residentes en Reino Unido, que no están pudiendo venir a actuar a España por problemas de visado.
Tal vez, pero eso no será problema a medio plazo. Estoy convencido de que es sólo una cuestión de tiempo que se pongan de acuerdo y lo solucionen a nivel burocrático. De lo contrario, no tendría sentido.
Es una pena que el que es, posiblemente, uno de los países más influyentes en la escena musical europea en todos los ámbitos, sufra ahora estos problemas de pseudoaislamiento. ¿Cómo has vivido este proceso desde Berlín?
No estoy nada contento con ello. Creo que todo ha sido fruto de una manipulación de los medios de comunicación de masas. Ni siquiera entiendo por qué David Cameron, el por entonces primer ministro británico, dio la opción de decidir. No era necesario. Eso abrió la puerta a un lavado de cerebro masivo. Ahora, el país se ha dado cuenta de que fue un error. Es un claro ejemplo de cómo los medios pueden determinar el curso de la historia. Se ha visto también con todo el mandato de Trump en EE. UU.
Afortunadamente, a nivel de pandemia las cosas van mejorando. Se han celebrado festivales a gran escala en el Reino Unido este verano y, ahora, los clubs están reabriendo en ciudades principales como Berlín o Bruselas. ¿Qué tal están yendo los primeros bolos postpandemia?
Pues mira, justo en este último par de semanas estoy empezando a sentir cosas parecidas a lo que sentía antes de la pandemia. Al principio, tras el confinamiento, aquello no era lo mismo. Aún estaba testeando nueva música por primera vez y me ha llevado cierto tiempo decidir qué temas funcionan y cuáles no. Hay que tener en cuenta que apenas pincho música que pinchaba antes del covid; ha sido como un reset total. También viajar era más complicado al principio, con los billetes físicos, los PCR, etc. Ahora, poco a poco, estamos dejando ese caos atrás.
Lo que es increíble es que las fiestas ilegales no hayan parado de tener lugar durante este último año y medio. Todos nos hemos vuelto locos leyendo, viendo y discutiendo en las redes sociales y en los medios.
Es difícil discernir entre lo que es cierto y lo que no. Yo dejé de prestar atención a todo aquello. Absolutamente todo lo que nos llega está sesgado. Internet se convirtió en un lugar lleno de odio. Imagino que son secuelas de la cuarentena. Estábamos todos muy irascibles. Los discursos de odio se apoderaron del mundo digital y, al final, ya nadie sabía a quién creer. Yo opté por desconectar y centrarme en mis cosas.
Y tus cosas eran nada más y nada menos que tu tercer álbum de estudio.
¡Así es!
¿Cómo fue tu experiencia día a día durante aquellos meses tan duros? ¿Hallaste nuevas rutinas o flujos de trabajo a la hora de producir música?
Al principio, me encantó. Necesitaba un parón. Mi cuerpo estaba agotado tras seis años non-stop. Me tomé la producción como un trabajo de oficina. Me levantaba cada día, trabajaba mis horas en el estudio, sin deadlines y sin presión por tener que escribir música orientada a la pista de baile. Pude relajarme, experimentar más de lo normal y, sobre todo, divertirme. Y es entonces cuando uno crea el material más interesante. En aquel momento, era un hombre feliz. Luego, al cabo de unos seis meses, la cosa empezó a torcerse. Tenía, como todos, demasiado tiempo para pensar y darle vueltas a las cosas. Me comía la cabeza pensando en ciencia, física, política… en cuán mal funciona el mundo. Me volví un pesimista. Un buen amigo me defendía discursos negacionistas y antivacunas y discutimos mucho (aunque seguimos siendo amigos, por supuesto). Terminé dándome cuenta de que tenía demasiado tiempo para pensar y de que profundizaba demasiado en todo. Eso nunca lleva a nada bueno. A la que volvieron los bolos, volví a la normalidad. Volví a recordar quién era. Ahora, llego a casa tras el fin de semana, tengo el tiempo justo para trabajar en mi música, tener reuniones relativas a mi sello, ver a algunos amigos y, de nuevo, volver a la rutina del fin de semana. Ya no hay tiempo para comerse la cabeza.
Veamos… me has empezado diciendo que, al principio, produjiste con menor presión y eso permite sacar el mejor material. Pero, luego, has terminado diciéndome que necesitas un ritmo y una agenda apretados. ¿Con qué nos quedamos?
(risas) Sí, tienes razón. Creo haber encontrado el punto intermedio ideal. Tener mucho tiempo me quitó presión, pero a su vez no pude testear los temas nuevos en clubs. Y eso es crucial para mí. De hecho, me ha pasado con mi último álbum. Al terminarlo, quedé contento, pero me pareció una mierda cuando lo pinché por primera vez en un club. El resultado final es muy distinto a lo que era al principio. Sin embargo, aquel tiempo libre que tuve al iniciarlo me permitió probar con nuevos instrumentos, nuevos altavoces y nuevas técnicas que, ahora, me permiten producir más rápido temas con más pegada. Jamás habría logrado esto sin el parón de la pandemia.
¿Eres entonces mejor productor ahora que antes de la pandemia?
Sí, eso creo.
Hablemos de tu tercer álbum, “Utopian Surrealism”. He leído que está basado en el libro “Sapiens” de Yuval Noah Harari. ¿Sobre qué va?
Va sobre la historia de la Humanidad. Ya intenté leerlo hace unos años, pero fui incapaz. (risas) No, en serio. Es un libro que cuesta leer. No es una novela, ni ficción, ni nada por el estilo. Es algo así como un libro de texto de la universidad. Es como volver a estudiar. Pero, al mismo tiempo, es un libro increíble. Durante la pandemia, lo intenté por segunda vez y, esta vez sí, logré terminarlo. Me ayudó mucho a poner en perspectiva todo lo que estaba viviendo en estos tiempos tan convulsos. Empecé a entender todo lo que me rodeaba. Todo empezó a tener sentido: por qué cada cosa sucedía cuando sucedía y de la manera en que sucedía; por qué mi amigo creía que el virus no existía; por qué la gente discutía entre sí; por qué los medios de comunicación manipulan datos… “Sapiens” era la respuesta a todo y fue clave a la hora de dar un paso atrás e intentar observar lo que estaba sucediendo con más templanza.
El disco habla de una nueva era distópica, en la que distinguir la verdad y la realidad de aquello construido por las redes globales de manipulación se torna una tarea cada vez más difícil. ¿Así es como percibes realmente la vida ahora mismo?
Sí, absolutamente. Es la pura verdad. Instagram es el mejor ejemplo. Es puro surrealismo. Nada es real ahí. Es como una sala de highlights. La gente intenta convencer a sus seguidores de que lo que allí proyectas es tu vida real, pero saben que no lo es. Si miras Instagram, parece que todo el mundo tenga vidas increíbles. Pero todos sabemos que no es así. De esa idea nace el nombre del álbum: “Utopian Surrealism” (Surrealismo Utópico).
¿Cómo trasladas este sentir a la música?
En Instagram no se ve la depresión o la paranoia de la gente. Pasa igual con la música del álbum. El techno puede parecer música de fiesta y diversión, pero en realidad posee un tono oscuro. Suena feliz, pero siniestro al mismo tiempo.
Hay entonces una evolución desde el sonido de tus dos primeros trabajos largos, “Shades of Black” y “Offending Public Morality”.
Sin duda. El primero estaba muy enfocado a la pista de baile y su producción fue bastante simple. El segundo es un poco más complejo, incluyendo IDM y jungle. El tercero es más sofisticado todavía, tanto en concepto como sobre todo en técnicas de producción. Como comentábamos hace un rato, el parón por la covid me permitió experimentar en el estudio.
Me llamaron la atención dos detalles en concreto al escuchar “Utopian Surrealism”. El primero son esas armonías tétricas a piano en “Opioiding” y “None The Wiser”.
¡Ah, sí! Reflejan el mood exacto en el que estaba al producir esos temas. Es la contraposición de la que hablaba: el mundo está loco, es oscuro y todo el mundo intenta esconder su mierda; pero, de cara al exterior, hacemos ver que todo está bien. Apliqué esa contraposición también en las técnicas de producción. Empleé circuitos de secuencias antiguos, sampleé y resampleé y, al final, di con esos pitches, con esas frecuencias misteriosas. ¡Algo novedoso!
El segundo detalle es ese abrazo a los breaks y las influencias drum and bass, tanto en “Anthropic Demise” como en el tema que cierra el disco, “Sentient Glory”. Intuyo que rememoran tus primeros pasos en el oficio bajo tu antiguo alias Dangerous.
Siempre me ha encantado el jungle. Lo pinchaba ya cuando era un chaval en la escuela. Cuando publico un EP, la gente quiere bombas de 4/4, así que aprovecho en los LP para tomarme mi espacio para disfrutar y enseñar lo que yo era antaño… y sigo siendo hoy en día, en realidad. De hecho, al principio del proceso creativo, pensaba en hacer un álbum de temas no orientados al dancefloor. Pero, ya sabes, es complicado vender discos no enfocados a la pista de baile.
El eterno dilema del productor: hacer la música que a uno le apetece o hacer la música que vende…
Es una decisión dura de tomar. Siempre hay que encontrar el balance. Aunque, tal vez cambie de opinión algún día. Es más: fui cambiando de opinión a medida que el álbum cogía forma. Es lo que hablábamos antes: al tener tanto tiempo para pensar, le di millones de vueltas al concepto que buscaba. No puedes imaginar la cantidad de temas que cambié y sustituí mientras daba forma al proyecto.
¿De cuántos hablamos?
¡Uf! De unos 60 temas o incluso más. Hay mucho material inédito que se queda abandonado en discos duros…
¿Utilizas feedbacks de otra gente a la hora de seleccionar los cortes definitivos?
No. Me centro sólo en mi opinión. Bueno, y en la reacción del público cuando los testeo en clubs, por supuesto. Ese es el único feedback válido y sincero.
Mencionábamos hace nada tu antiguo alias Dangerous. Tal vez algunos de nuestros lectores no conozcan esa antigua faceta tuya. Publicaste música en Aphrodite, en Urban Takeover -propiedad de Mickey Finn-, por supuesto en tu propio Xplicit Sound… ¡Y lo tuyo era el jungle!
(risas) Ya te digo. Tenía 14 años cuando empecé a escuchar jungle. Con 15, me compré mi primera mesa de mezclas y, con 16, ya estaba pinchando en la radio. En aquella época, en Londres sólo escuchábamos garage y jungle. Yo tenía dos grupos de colegas en el colegio: los del garage y los del jungle. Yo me iba pasando de uno a otro. (risas)
¿En serio? ¿No había nada más?
Nada. La gente no escuchaba house, ni techno.
Cuando hablaste con este mismo medio en diciembre de 2019 dijiste que podríamos ver un set tuyo de jungle muy pronto. Entiendo que la covid ha parado todo, pero… ¿qué hay de eso?
¡Se supone que tengo que pinchar un set de jungle en Albania! Será el próximo verano en el ION Festival de LWE.
No sé si podré ir hasta allí, pero, por favor, grábalo.
¡Y tanto! ¡Es la intención!
Tu pasión por los beats 4/4 y los sonidos techno nació en Ibiza. ¿Sabes una cosa? Jamás lo habría dicho…
(risas) Terminé de estudiar Tecnología Musical en la universidad en 2007, cuando aún sólo pinchaba drum and bass y jungle, pero lo cierto es que llevaba un par de años algo desilusionado con la música en general. Me había aburrido de esos géneros y no encontraba nada que me motivase. Me sentí desamparado, algo perdido. Quise cambiar de aires y, aprovechando que había terminado mis estudios, me fui a pasar un verano a la isla de la que todo el mundo en Londres hablaba: Ibiza. Como buen británico, me instalé en Sant Antoni, al oeste de la isla. La música era una auténtica mierda. Pero todos me decían que fuera paciente, que alucinaría en cuanto abriesen los clubs. Llegó junio. Fui al opening de Space con unos amigos y vi la luz. Viniendo del jungle y el dnb, no imaginaba que la música electrónica pudiese generar ambientes tan festivos, tan coloridos, con tan buen rollo.
¿Recuerdas quién pinchaba?
Uhm… Si no recuerdo mal, había gente como Carl Cox, Dubfire, Chris Liebing… creo que incluso Danny Tennaglia. Tío, esa gente pinchaba a 136 bpm en aquella época. En Cocoon se pinchaba a unos 126 o 127. Imagina la diferencia.
Y así empezó Dax J…
Sí, ahí fue cuando empecé a indagar y buscar música de ese estilo hasta que descubrí el mundo del techno, todos aquellos lanzamientos de finales de los 90 y principios de los 2000. Pasó el verano y, en octubre, me fui de Ibiza con una colección de música bastante decente y mucho más oscura de lo que había estado escuchando en los clubs de la isla. Me sumergí en esas corrientes y, sin darme cuenta, había encontrado mi lugar en todo este circo. Estaba metido de lleno en el underground. Había vuelto a encontrar un estilo musical que me llenaba.
¿Alguna joya de aquellos tiempos que aún recuerdes?
No sólo eso, sino que aún lo sigo pinchando 14 años después: “Devil In My Pants” de Marko Nastic.
¡Vaya bomba! Cuánto ha cambiado Ibiza, ¿verdad?
Ya te digo. Por aquel entonces, aún había fiestas de 24 horas non-stop. A las 9 de la mañana, cerraban el interior, sacaban camas a la terraza y los DJs seguían pinchando mientras tú palmabas en un colchón. Bendita locura.
Además, llevas años viviendo en Berlín. Es como conocer de primera mano los dos extremos de la escena.
Sí… Berlín es espectacular por sus clubs. Ibiza es espectacular por la absoluta belleza de la isla: es impresionante. Y ojo: que Ibiza tiene algunos de los clubs más avanzados del mundo, con sistemas de sonido espectaculares. Opino que Ibiza vivió su peor momento hace cuatro o cinco años. Todo era tech-house de baja calidad, el EDM dominaba las mayores fiestas y todo iba de dinero. Creo que se dieron cuenta de que estaban perdiendo la esencia y ahora están volviendo a contratar más artistas de techno. Ojalá vuelva a ser algo de lo que fue.
¿Qué otros puntos calientes destacarías? Hace dos años nos hablabas de Tbilisi.
Sí… me quedé enamorado de Tbilisi cuando fui por primera vez. Ahora habré pinchado ya unas cuatro veces en Bassiani y otra más para la misma gente en un evento open-air en verano. En 2019, Tbilisi era the new place to be. Pero, ¿sabes qué? Ahora, the new place to be es Kiev. Pinché allí hace pocas semanas y el ambiente que se respira es impactante. Todo está muy fresco; la gente está descubriendo esta música.
En Tbilisi hay mucha más represión que en Kiev en cuanto a políticas de tolerancia cero con las drogas, por ejemplo.
Sí, allí tienen que ir con mucho cuidado porque las consecuencias pueden ser extremas. A ver, que no se me malinterprete. Bassiani es mi club favorito en todo el mundo. Pero, no sé, tengo entre ceja y ceja a Kiev. Tienen este nuevo club llamado ∄; todo el mundo me dice que es un intermedio entre Bassiani y Berghain. Me muero por visitarlo. ¿Sabes? Creo que todo el Este de Europa está pegando fuerte ahora. Me viene a la mente el Gamma Festival, en San Petersburgo (Rusia), otro evento de un nivel superlativo.
Dax, has nacido en Londres, Ibiza te cambió musicalmente, llevas años viviendo en Berlín y, recientemente, has probado vivir en Bruselas. Eres la representación de la fusión de influencias underground UK y europeas.
(risas) ¡Sí, eso creo! Tengo el pack completo. Influencias jungle y dnb del Reino Unido, sonido techno europeo… pero todo se entrelazó de forma totalmente natural. Eso es lo bonito.
¿Qué hay de la influencia japonesa?
Apenas existe, la verdad. Mi madre era japonesa, pero no creo que Japón haya tenido influencia en mí, ni en lo personal, ni en lo artístico, la verdad. No me siento muy conectado con Japón. He pasado toda mi vida en Londres y Europa.
Sin embargo, el videoclip de “Simulated Reality” (uno de los temas del nuevo álbum) es una simulación que bebe de imágenes grabadas en las calles de Osaka.
(risas) Sabía que me lo dirías… A ver, me encanta Japón y su cultura, pero como a todo el mundo. Conozco a algunos artistas de allí y surgió la idea de crear ese vídeo. Pero no es fruto de ninguna conexión especial con el país.
Dax, gracias por tu tiempo. Nos lo hemos pasado en grande… ¡y hemos estado casi dos horas al teléfono!
Ha sido un placer, amigxs. ¡Nos vemos pronto!