Entrevista: Guy Marc Hinant

Entrevistamos a Guy Marc Hinant, cofundador y director del sello belga Sub Rosa, a raíz de la publicación de “Mil sonidos. Deleuze, Guattari y la música electrónica” (eds. Emanuele Quinz y Roberto Paci Dalò [Tercero incluido, Barcelona, 2022]), donde firma uno de los artículos de la compilación.

Una entrevista de Raúl Olivencia y Silvio García Aguirre con traducción de Maria Luchetti.

Aunque quizá convenga más presentar a Hinant como un experimentador o explorador sónico, literario y visual; y no solo porque transita (o se desterritorializa, a la Deleuze) en prácticas y producciones artísticas distintas (poesía, música, vídeo…), sino porque hace más de treinta años que desde su sello con base en Bruselas pone a prueba, con un inabarcable catálogo compuesto por las sonoridades más heterogéneas, el concepto deleuziano de «desterritorialización», es decir, consigue hacer de algo tan abstracto como un concepto filosófico, una realidad sub rosa (locución latina que significa «entre nosotros»).

En el texto, dices: «Algo puede ser deleuziano, pero no alguien». ¿Es Sub Rosa un sello deleuziano? ¿Era esa la intención al fundar el sello? ¿Lo sigue siendo?

Tengo que reubicarme en la situación de entonces porque, como sabes, todo se trasforma continuamente. ¿Todo? Quizás no. Esta frase es sin duda una referencia a la noción de meseta, o sea, un conjunto de rizomas que solo adquieren sentido localmente. He utilizado su pensamiento con fines pragmáticos. ¿Cómo construir una forma lo bastante compleja para ser habitable? No qué hacer, sino cómo proceder.

La creación del sello coincidió, en efecto, con el descubrimiento del trabajo de Deleuze-Guattari. Para mí fue una liberación; después de haber estudiado casi exclusivamente la Fenomenología del Espíritu de Hegel durante un año en la universidad… todo me parecía tan impecable, la Historia en marcha, etc. Los conceptos deleuzianos me liberaron de un peso. Tomar esas perspectivas abrió campos de posibles.

Gilles Deleuze

¿Qué debe Sub Rosa a la obra de Deleuze-Guattari?

Para decir la verdad, la manera en que se estructuró, con varias colecciones oscilantes, reinicios… una construcción perforada, si se quiere, pero sin el deseo de dominio o de definitivo, sino el de encontrar una clasificación distinta de la arborescencia. Una manera de hacer que estaba integrada en nuestra práctica y ya no reflexionábamos sobre ello. A veces bastaba con lanzar sobre la mesa su Mil mesetas destrozado, esto creaba espacio, aire fresco. Aunque es cierto que en los años siguientes esos conceptos se erosionaron, se simplificaron, hasta convertirse en clichés de una época. En este caso, siempre es mejor volver a los textos. Releer, re-releer, comentar, comentar los comentarios es una fuente.

Dices que «Folds & Rhizomes. For Gilles Deleuze (sr99)» no fue tanto un álbum de tributo como una selección del propio Deleuze. ¿Cómo se elaboró el álbum y qué papel tuvo Deleuze en su elaboración?

Sucedió que cuando murió Gilles Deleuze, el sello berlinés Mille Plateaux sacó rápidamente un CD de homenaje al filósofo. El nuestro no lo era, el contenido era distinto, ya que lo habíamos elaborado juntos. Yo le enviaba algunos discos (sobre todo de nuestro sello, pero no solo) y Deleuze reaccionaba. Fue a partir de estas idas y venidas como elaboramos estos Folds & Rhizomes. For Gilles Deleuze.

Después de sr99 vino sr110, donde los propios músicos se remezclaban entre ellos o a sí mismos. Háblanos de este intervalo entre un álbum y el otro, de los conciertos que siguieron y de lo que Robin Rimbaud denominó «Deleuze Unit».

Sí, desde luego, esta era la idea: recrear una meseta distinta de una meseta existente, como una sombra diferenciada. Esto creó un díptico a partir del cual se podía seguir derivando. También podía ser interpretado como un espacio sonoro sin fin, ninguna conclusión, ya que todo su producto podía ser transformado infinitamente. Es también por esto que un tercer volumen parecía impensable.

Después de esas grabaciones, organizamos algunos conciertos, cierto, sobre todo en París y en Londres, también en Nueva York, que daban cuenta, no de las grabaciones mismas, sino de exploraciones sonoras a partir de ellas. Main, y después Robert Hampson solo, Robin Rimbaud (aka Scanner), David Shea, claro, Oval y en cierta medida Charles Hayward (This Heat) participaron en esta aventura.

En un momento del artículo hablas de «hacer filosofía por medios no filosóficos». ¿Hay algo de eso en Sub Rosa?

Hemos utilizado todos esos conceptos filosóficos —desterritorialización, rizoma, devenir-animal-objeto, meseta, máquina deseante, agenciamiento, etc.— como herramientas. Sacarlas de una caja de herramientas y combinarlas. Es puramente pragmático, siempre me he negado a elaborar un discurso filosófico en torno al sello. No hay necesidad de definir lo que es una meseta o un agenciamiento, el conjunto de las producciones son su testimonio discreto.

¿Qué entiendes por «potencia perforadora»? ¿Es lo mismo hoy que en los noventa?

Hace referencia a la importancia del agujero en la textura —silencio en el ruido, melodía tras el ruido…—, un lienzo perforado que muestra otra cosa o deja pasar una forma o una materia de otra naturaleza. En cuanto a la potencia, tiene que ver con la energía vital, el qi, la fuerza, aquello que necesitamos para crear a partir de nosotros mismos. Es un concepto híbrido (aunque sabemos, a partir de Claude Lévi-Strauss, que cualquier mito es una especie de bricolaje genial) que proviene también del pensamiento de W. S. Burroughs, de quien publicamos “Break through in Grey Room” Esta apertura en el cuarto gris (para el cerebro, de hecho) me marcó mucho. La palabra «apertura» es en sí performativa. Contiene a la vez la idea del cosmos y del martillo.

«La idea de una continuidad» (citas esta frase de una de las últimas cartas que Deleuze te envió). ¿Se trata de una continuidad de elementos heterogéneos? ¿Qué continuidad puedes trazar entre los primeros y los últimos discos editados por Sub Rosa?

Un continuum, cierto, pero con agujeros y errores, potencias elevadas o afligidas. Nuestra única continuidad es en realidad el conjunto de todo lo que hemos producido desde el principio hasta ahora. Podemos tener una idea de ello si una noche se quisiera crear una continuidad a partir de nuestros distintos catálogos. Cruzarlos, descruzarlos. Pero, entonces, puede ocurrir algo que hablaría de vosotros.

¿De qué manera piensas que las nuevas tecnologías han cambiado el panorama musical? ¿Cómo se posiciona Sub Rosa en el apogeo de las plataformas digitales? ¿Qué posibilidades, contradicciones o reveses para la contracultura observas en estos fenómenos?

Nos posicionamos bastante rápido en las distintas plataformas, sin duda en una especie de dispersión, pero no necesariamente falta de interés. Esto, por fuerza, no permitía una visión de conjunto, ni siquiera parcial de un catálogo. Hoy lo que está disponible —escuchable—, lo está en su totalidad en BandCamp. La exploración, sin ser infinita, puede casi serlo. La idea de que algo finito puede conducir a un infinito. Añado que seguimos produciendo objetos, vinilos o CD. No parece que haya contradicción. Un libro, una grabación, algo que guardamos, que se puede compartir sin depender de la voluntad de las plataformas de streaming. No podemos quedar al margen de nuestro tiempo, aunque sea necesario actuar contra él. Uno de los peligros es probablemente la facilidad de saber de inmediato lo que buscamos. Esta rapidez está casi siempre ligada a un conocimiento superficial. Entonces, profundicemos, sigamos profundizando… y creemos nuevos agenciamientos, aquellos que nunca hubiéramos imaginado.

Guy Marc Hinant. Foto: Dominique Goblet

El libro “Mil sonidos. Deleuze, Guattari y la música electrónica” (eds. Emanuele Quinz y Roberto Paci Dalò [Tercero incluido, Barcelona, 2022]) se reflexiona sobre las tecnologías electrónicas y digitales han contribuido a una mutación profunda de las modalidades productivas de la música y su difusión: el muestreo, el sequencing, el editing, el cut, el loop, el copy & paste, el mix y el remix no son solo técnicas, sino que fundan una auténtica
estética de la multiplicidad. La materia sonora ya no se coagula en estructuras o frases, sino que vibra en un flujo molecular de singularidades e intensidades. Produce una multiplicidad de planos, convirtiendo la escucha en una práctica de migración y nomadismo, de guerrilla cultural y resistencia contra los monopolios, la masificación consumista y la globalización mediática.


Los textos que componen este volumen se mueven entre dos registros. Por un lado, explora las afinidades estéticas entre el universo conceptual de Deleuze y Guattari y la música electrónica experimental (Cox, Quinz, Murphy y Franck). Por otro, los textos de Hinant (fundador del sello SubRosa) y Szepanski (fundador de Mille Plateux, Force Inc. Music Works y Ritornell), junto a la entrevista a DJ Spooky, introducen el testimonio directo de quienes, en la práctica de la producción musical, han integrado el pensamiento de Deleuze y Guattari.

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