Hace poco tuvimos el placer de estrenar “Soul Filter (The Dance)”, track incluido en “The Override Switch”, el nuevo álbum de Jeff Mills con Rafael Leafar que ha editado en su sello Axis Records.
“The Override Switch” es un disco importante en la trayectoria de Jeff Mills, ya que presenta sonoridades propias de un género no estricto, explorando sus posibilidades ilimitadas, buscando la innovación y trascendiendo a lo publicado anteriormente: es un cambio en un sentido práctico, pasando por alto su pasado antes de cambiar al futuro.
Mills, santo y seña del techno, es un tipo amable con una mente privilegiada. Consciente de que por su manos y cabeza han pasado piezas fundamentales en la historia de la música, tiene una charla amena, distendida, con una fuerte carga intelectual que trasciende mucho más allá del techno y la electrónica. Mills es de ese tipo de personas que vive el presente en el futuro, no le interesa hablar del pasado que todos conocemos y que está extensamente documentado. Mills es ese tipo de artista que cuando lanzó en 1997 el que es uno de sus himnos más famosos (“The Bells”) ya quería hablar de otras cosas, de lo que vendría después: su presente no es el nuestro. Mills suministra futuro. Uno ya no sabe como circunscribir el arte de este señor, ya sea en la cabina de un club, producciendo discos o editando obras de otros artistas. La carga intelectual de su obra es infinitamente superior a las de sus contemporáneos del ramo, la etiqueta “techno”, después de tantos años y a estas alturas de la película, se nos antoja hasta superficial.
Mills ha ido elaborando un discurso artístico desde el remoto underground de Detroit hasta entroncarlo con el arte contemporáneo a través de postulados científicos. Así de simple y a la vez así de complicado. Cuando le planteamos la entrevista no dudó, “Venga, hablemos del futuro“, y esta es la charla que tuvimos a tres bandas: Jeff Mills, Luis Rozalén y Òscar Nin.
Tras una atenta escucha percibimos en “The Override Switch” una sutil implicación de instrumentos electrónicos que complementan a la perfección el lado orgánico. Podemos escuchar pads de sintetizador, una hábil programación del 909 y algunos otros ritmos programados aparte del clásico sonido de Roland. También percibimos un sentimiento de percusión orgánica, tal vez raíces africanas … ¿Qué instrumentos electrónicos o no electrónicos has estado usando en este proyecto y por qué?
Antes de este proyecto había estado agregando gradualmente más percusión acústica en el entorno de mi estudio y usándola más en presentaciones en vivo. Entonces, esos sonidos también se filtraron a otras pistas y proyectos. Y aunque usé sintetizadores y equipo electrónico, preferí tocar las partes en lugar de usar un secuenciador. Por ejemplo, todos los bajos y las líneas de cuerda se tocaron a mano para tener una sensación más humana. Necesitaba encontrar un punto intermedio de “sentimiento” entre Rafael Leafar y yo.
¿Qué tipo de herramientas digitales has utilizado en la postproducción de este disco?
No se utilizó ningún ordenador en la secuenciación. Con la excepción de algunas partes de la caja de ritmos, lo tocamos todo. Usé el ordenador en la postproducción para mezclar y editar.
Técnicamente, ¿cómo fue el procedimiento de grabación de las piezas con Rafael Leafar? ¿Ha sido un trabajo remoto terminado en tus estudio?
Ambos grabamos en nuestros respectivos estudios. Todo el álbum se hizo de forma remota. Con Rafael llegamos a un acuerdo: yo crearía y compondría la base de la pista. Se lo enviaría a Rafael, él añadiría todas las partes de trompeta y lo que quisiera tocar: me enviaría los archivos de protocolos y yo los mezclaría y editaría para obtener una versión final. El álbum tardó poco menos de 2 semanas en completarse.
Acerca de la TR-909, es sorprendente lo llamativo que puede sonar aquí un instrumento mecánico. ¿Cuál ha sido el enfoque en la programación? ¿Has tocado manualmente la caja de ritmos durante la grabación?
Usé la TR-909 de varias formas. En algunas pistas programación sencilla y en otras grababa un bucle de audio de un patrón que hice en la máquina, agregaba efectos, etc. Y retransmitía ese bucle como el patrón de batería completo. En “Crashing”, no se utilizó ninguna máquina programada. Toqué toda la percusión y la batería a mano.
En cuanto a la ejecución, ¿se trata de una jam session reorganizada posteriormente en el estudio o hay guión preciso? ¿Quién sigue a quién, las máquinas a vostros o viceversa?
Aquí hay algo más que dos personas agregando y enfatizando una idea común. Di el primer paso creando la pista, luego Rafael creó una gran cantidad de pistas increíbles para clasificarlas y mezclarlas. Fue un proceso largo y tedioso, pero lo que buscaba era el linaje de cada pista: estilo y potencia.
Conceptualmente, ¿detrás de este disco hay lo que su título indica?
En sí es de lo que trata el concepto “The Override Switch”: el panel de control, el interruptor de anulación. El disco se materializó durante una época en la que la mayor parte del mundo estaba aislado debido a la pandemia. Rafael y yo encontramos la manera de hacerlo realidad. Usamos lo que teníamos para llegar a donde teníamos que ir. No queríamos esperar hasta que las cosas mejoraran. Y no fue difícil, fue fácil.
Después de tantos años, con discos y tracks que ya son históricos en la música contemporánea, ¿podemos decir que Jeff Mills trasciende el camino artístico más allá de lo musical?
Como músico, todavía estoy aprendiendo y no espero que esto se detenga o disminuya. Con todas y cada una de las nuevas experiencias, aprendo algo. Después de pensarlo un rato, intentaré materializar algo: este es el proceso creativo que seguido en las últimas décadas.
¿Existe una relación especial entre Jeff Mills y España? ¿Nos veremos pronto? ¿Todavía sientes que una cabina de DJ es uno de tus hábitats naturales?
Sí, España es un lugar muy especial. Una sociedad de soñadores. Esto lo he trasladado a la serie “Escape Velocity” de Axis Records, donde la mayoría de los artistas son españoles. Y con estos soñadores, vienen las grandes visiones del futuro. Podemos escuchar esto en su música.
En relación a mi hábitat natural… pues siempre depende de dónde se encuentre uno, podría haber una gran división entre la cabina del DJ y el estudio de grabación. De alguna manera, la cabina de DJ se ha transformado en otra cosa: es como un selfie tridimensional, donde el objetivo es más un juego de roles que un DJ real: hay una audiencia para para entretener. En un estudio de grabación, no hay audiencia. Solo máquinas que pueden ayudar a extraer y convertir un sueño en sonido. Ambos son únicos.